lunes, 3 de octubre de 2011

QUIZÁS, por el periodista JOSÉ IGNACIO YUSTE CHAVES

Mi amigo Manuel es en verdad un ser luminoso e iluminado. Es un hombre que brilla por su propia luz y, además, tiene una mente lúcida y clara; en ocasiones incluso preclara. Pues bien, Manuel me contó un día, siempre con prisas, una historia que no hizo más que confirmarme su diáfana lucidez.

La historia se la sugirió un debate pretencioso al tiempo que intrascendente, que manteníamos sobre algún tema de interés mutuo. La narración tenía como protagonista a un antiguo rey imaginario y además mecenas, que encargó a los sabios de su corte un texto que reuniera todo el saber de su tiempo. Tras unos meses, los autores presentaron al rey el enorme fruto de su trabajo: una gran enciclopedia que reflejaba sin duda toda la sabiduría de la época. El monarca filántropo se mostró complacido ante tan magnífico tratado, pero sugirió a los autores que, en su estudio, prescindieran de lo innecesario y trataran de resumir su enorme texto. Algún tiempo después, volvieron a visitarle para presentarle un compendio de lo anterior que tampoco satisfizo al monarca quien siguió pidiendo que la obra se resumiera al máximo. Y así una y otra vez durante años, hasta que un día los encargados del estudio, ya ancianos y algo cansados, llevaron a su rey el resultado de sus últimos y denodados esfuerzos. Se trataba de una simple hoja de papel cuyo contenido se apresuró a ver el exigente mecenas. Inmediatamente, en su rostro se dibujó un gesto de complacencia cuando leyó el resumen final de la sabiduría de su tiempo que se reflejaba en una sola palabra: quizás.


Todo un ejemplo para estos tiempos de análisis sesudos y continuos respecto a temas y cuestiones que, la mayoría de las veces, ni siquiera precisan ser analizadas por evidentes o por su escasa conexión con el sentido común.


En ocasiones lo inteligente es dejar que la búsqueda de la verdad no tenga límites y que lo estimulante de la empresa sea precisamente seguir buscando y esperando que haya más, y probablemente mejores, perspectivas y objetivos, donde descubrir algo.


Nos aferramos a ideas no suficientemente reflexionadas y marcamos opiniones precipitada y arbitrariamente, en base a esos argumentos, tanto a favor como en contra, incluso aunque nadie nos las solicite.


Olvidamos que el sentido común ofrece a veces tanto rigor como cualquier sentencia y nos avocamos a búsquedas enrevesadas en vez de tratar de encontrar la esencialidad de lo más sencillo que no tiene por qué ser también lo más simple. Lamentablemente, lo esencial, por aparentemente intrascendente, es a veces lo que antes se olvida pese a que, con frecuencia, es lo más próximo a lo universal..


Queda claro que, en vez de cerrar el círculo, lo conveniente es dejar siempre una puerta abierta a otras posibilidades, a otras respuestas. ¿Quién sabe…? Quizás…

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