miércoles, 22 de diciembre de 2010

POSTALES DE NAVIDAD, artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA

Mañana lenta de domingo de Adviento. En ella surgen de lo más hondo del silencio, donde están posados, viejos fantasmas tocando violines de melancolía. Busco por este Rastro gijonés, cercano a las olas y las resacas, las postales de la infancia llenas de nieve y de postigos. Postales que siempre son como las imágenes del despertar de un día tranquilo: horizontes de rebaños, altura de astros, flores de sombra, humo hacia la luna, muérdago en el frío blanco de la Navidad.
La gloria en este tiempo puede ser una postal de Rastro con el sabor del pasado. Puede ser la plata y el oro en la hopalanda de los reyes a los que marca su ruta una estrella que abre sus raíces de paz y de esperanza sobre el mundo. Puede ser un campanario acumulando sobre si un cielo descendente lleno de los clarines de la gloria. Puede ser un fuego frío sobrevolado por ángeles cantando la buena nueva sobre los manojos negros de la pobreza. La gloría soñada en este tiempo puede ser, simplemente, eso, una postal con nieve en los ramajes. Nieve que crea un silencio alto y celestial para escuchar partituras que inclinan hacia ellas los oídos de los ángeles. Postales de Navidad que parecen abrir el corazón a todos esos cálidos amores antiguos, que no pierden el nombre, que no cicatrizan.
Y buscando, buscando, encuentro esa postal que tiene un farol solitario y suburbial, rojo de llama, acuarela de luz ancestral prendida en la noche sobre las viejas arqueologías de este mundo. Y otra postal limpísima, con polvillo de plata de azúcar escarchada, caída del cielo sobre la hierba y los tejados, como un cálido cubrecamas de lino invernal.
Siempre, por este tiempo, busco, sí, postales de Navidad. Todo ese imaginario de pureza, de senderos que hacen a uno caminar hacia la vieja raza de pastores, de zagales, reyes buenos, y hacia al divino y humano semblante del Amor. Digamos que todo eso es niebla; que todo son harapos del pasado. Digamos que emerge el niño y que quiere irse a la cama con un cuento. Digamos que así empezó aquella bella historia que habla de un niño entre pajas de pobreza y blancura de pañales. Blancura igual que esta nieve de mi postal del Rastro, a la que alumbra una estrella de vida y esperanza. (Artículo publicado en el diario El Comercio, 22/12/2010)

2 comentarios:

  1. VENDO MOTO EN BUEN ESTADO...

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  2. Esa bella historia, de la que habla Marcelino;se repite, aún demasiado en la actualidad de los barrios pobres,en las grandes urbes, donde ni siquiera las estrellas tienen cabida en la atmosfera empozoñada y deprimente. Falta al mundo mucho de la luz pobreza y dignidad de nuestras pequeñas ciudades y pueblos provincianos.Belenes de musgo y piedrecitas...recogidas como verdaderos tesoros peremnes en nuestros recuerdos más queridos...Laura

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