Por si la Belmontina fallaba y
había que echar mano del candil de carburo antes de que cayese la tarde de
vísperas de Reyes ya se iba a la tenada y se llenaban tres paxos de hierba seca
para que Gaspar, Melchor y Baltasar pudiesen dar la cena a sus cabalgaduras. Y
en la mesa del comedor –esa sala que solo se utilizaba el día de la fiesta del
pueblo- se dejaba una bandeja con bollinas y tres copas con una botella de
jerez. A la mañana siguiente comprobábamos que los Magos se habían pegado unos
buenos lingotazos y los camellos habían dejado apenas algunas briznas de
forraje. En la zapatilla vieja encontrábamos un parchís, un rompecabezas, lápices
de colores y si la economía estaba boyante incluso hasta unas madreñas nuevas,
pintadas de negro y con dibujos. La carta no se enviaba a Aliatar sino que se
dejaba junto a la zapatilla para que los Magos improvisasen según las
posibilidades de su bazar ambulante.
En los ya lejanos
tiempos en que uno era redactor del diario gijonés “Voluntad” tuvo el honor de
atender las cartas que los niños dejaban en el periódico para los Magos. No se
habían inventado los teléfonos móviles, ni las consolas ni todos esos
artilugios que los pequeños dominan ahora mucho mejor que los mayores. Un año
una niña utilizó un papel para escribir la carta petitoria mucho mayor que un
folio y tras decir que había sido muy buena, obediente, que comía muy bien, que
no contestaba a sus padres y que era una delicia, ventilaba toda una cara de la
hoja pidiendo cosas. Y ya al final, tras la firma, en un espacio muy reducido
porque lo había ocupado todo, escribió tal que así: “Bueno, queridos Reyes os
quiero mucho y si me traéis algo más, yo lo admito”.
En los pueblos no
había muchos regalos. Se iba a lo práctico. Zapatillas nuevas, madreñas, ropa
de abrigo, algo para la escuela que ya la maestra había sugerido y revoltijo.
Ni siquiera carbón, que para la cocina había leña de sobra. Todo esto ha ido
cambiando tanto que ahora hasta la carta a los Magos la envían los niños por
Internet. Lo dominan a la perfección porque están muy al loro de todos los
sistemas nuevos que van saliendo y nos dan sopas con honda a los de la cuarta
edad. Se ha ganado mucho en la rapidez para pedir pero me temo que es a base de
poner mucha menos ilusión en lo que se escribe porque ni tan siquiera se
utiliza un castellano digamos que normal sino que tiran por la calle de en
medio y acortan las palabras y las frases hasta hacerlas casi ininteligibles.
Claro que los Magos pueden con todo. Y al menos en mi pueblo no tengo
conocimiento de que nadie deje tres paxos de hierba seca. ¡Pobres camellos¡.
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