QUOSQUE TANDEM |
El sexto
volumen de versos del poeta de La Peñuca ALFONSO CAMÍN MEANA (1890-1982) que vio la luz fue Quosque tandem...?, impreso en 1918 por la Compañía Impresora
Mexicana, que tenía sus talleres en las calles Santa Veracruz y San Juan de
Dios, de México D. F. A lo largo de 204 páginas, y distribuidos en cinco
apartados, recogía 99 composiciones poéticas n, y por vez primera no venía el
libro precedido de proemios o cartas de presentación ajenas ni congregaba, en
las páginas finales, fragmentos laudatorios referidos al poeta o a libros suyos
anteriores.
Reproducimos de esta sexta entrega
poética del autor gijonés un extenso poema de atípica temática caminiana como
es la taurina, a través del seguimiento de la faena –que va describiendo en
detalle en sus lances y concibiendo como lucha de caracteres– realizada ese año
de 1918 en la plaza de la capital azteca por un diestro llamado Juan Silveti.
Lleva por título la pieza “La fiesta
de la sangre” (pp. 96-99):
Fiesta de toros. Sol
de domingo. Sangre en la arena...
El vigoroso clarín
resuena,
y la cuadrilla
deslumbradora sale a la Plaza ,
ante el tumulto de
los pañuelos con que saluda toda una Raza.
Y el indio fiero,
como un centauro,
sobre los hombros la deslumbrante capa de seda,
risueño y bravo,
rudo y sincero,
cruza entre el loco
clamor humano que a los impulsos de un mar remeda.
Laten a un tiempo, como alocados, los
corazones;
calla el vibrante clarín sonoro,
y bajo el palio de los silencios sobre el
que vuelan las emociones,
salta a la arena, de pronto, el toro,
¡y hay en la arena como un tumulto de
luminosas capas de oro!
Entre salvajes risas impuras,
los picadores, grotescamente, sobre sus
flacas cabalgaduras
marchan marcando de sus caballos los lentos
trotes,
como irrisorias caricaturas
de Rocinantes y de Quijotes.
El toro, lleno de resplandores en las
miradas,
lleno de cólera, como un enorme león en
celo,
trágico embiste las dos figuras
acompasadas...
Y Rocinantes y Don Quijotes ruedan al
suelo...
¡Y el toro sigue con las dos astas
ensangrentadas!
Luego un segundo clarín resuena,
y otro revuelo de capas de oro sobre la
arena
hace que tiemblen todas las hembras tras de
los velos y las mantillas.
Rosas de crimen son en los hombres los
pensamientos.
El toro, lleno de espumarajos
sanguinolentos,
sobre su lomo muestra al desgaire las
banderillas,
y va dejando manchas de sangre sobre la
arena...
Y otro tercer clarín resuena...
Y el indio fiero de tez cobriza,
de aquella Raza de las Pirámides, de aquel
Imperio
de los aztecas, que para siempre polvo y
ceniza,
como sus lagos maravillosos, se hundió en la
sombra y en el misterio,
erguido el busto y alta la frente,
llega ante el toro, y ambos se miran
serenamente;
ambos altivos, ambos salvajes,
lucha de muerte, de ritmo y gracia:
choque soberbio de dos corajes...
(¡Uno la fuerza y otra la audacia!)
Bajo los pliegues de la muleta, el indio
fiero muestra el estoque,
y en la embestida,
que de dos fuerzas simula el choque,
hay en el indio como una franca risa
florida,
y hay en el toro las opulencias y los
instintos y los afanes
de las montañas y las tormentas y los
titanes.
Pecho con pecho, corazón firme y alma
serena,
juegos de muerte traza el torero sobre la
arena,
mientras el toro como un mar bravo
ruge al mirarse, libre y a un tiempo de un
hombre esclavo.
Lucha de espantos y maravillas;
ya ante la testa va el trapo rojo, como en
el triunfo va una bandera;
ya de rodillas,
serenamente queda el torero,
y ambas miradas chocan de cerca, como el
acero;
mientras las capas en el silencio todas
plegadas,
trémulamente fingen palomas amedrentadas.
Luego al silencio sigue otro rudo clamor
sonoro,
y el indio fiero, de pie ante el toro,
muestra el estoque firme en la mano...
Luego en un juego donde a la gracia vence el
decoro,
como un altivo César romano,
el toro cae de una estocada sobre la
arena...
Y el indio rudo,
entre el aplauso que el aire atruena,
con su constante clamor sonoro,
sobre su pecho, como grabadas en un escudo,
ve, entre opulentas rosas de sangre, cómo
florecen rosas de oro...
¡Fiesta de toros, noble y bravía,
donde la muerte dice heroísmo, y hasta la
sangre dice armonía!
¡Fiesta que dice, contra los ímpetus y las
pasiones y los desmanes,
que de la España valiente y fiera,
México aún guarda, junto a los oros de sus
volcanes,
toda la sangre y el oro virgen de su
bandera!
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