sábado, 29 de mayo de 2010
MUY CERCA DEL CIELO
Ya sé que para algunas personas hablar de la muerte es desagradable. No para mí, que la entiendo tan natural como el nacimiento. Y, además, creo que deberíamos de estar preparados para aceptarla con toda normalidad. Otra cosa es el cómo nos llegue. Eso ya se escapa a mis consideraciones y mucho más a mis deseos.
Traigo hoy el tema a colación exclusivamente por la foto que ilustra este texto. Como ya os comenté, el fin de semana pasado estuve en esa hermosa tierra que es Cantabria, y me detuve en una linda aldea del Valle de Liébana, al pie de los Picos de Europa, llamada Mogrovejo. Y allí hice la foto. No es normal, me diréis con toda la razón del mundo, retratar precisamente el cementerio. Pero seguro que si os lo aclaro me entenderéis. ¡Caramba!, me va a resultar más difícil de explicar de lo que pensaba. Lo intento, no puedo quedarme atascada. Pero… ¡qué complicado es describir sentimientos! Mogrovejo es esa aldea de montaña en la que me hubiese gustado vivir toda la vida. Soy una maestra de pueblo frustrada, nunca me perdonaré no haber seguido ese deseo vocacional que creo me nació pronto, mucho antes de llegar a la escuela de Magisterio y que después, en aras a otras actividades más productivas pero menos gratificantes, dejé aparcado: hasta que ya fue demasiado tarde. Y ahora, cuando no me preocupa mi futuro laboral, porque la vejez está prácticamente encima, sueño con ese pueblo, en el que nunca viví y al que siempre añoré. Mogrovejo me pareció perfecto. Pero he te aquí, que ya no lo veo como lugar de trabajo –eso creo que ya lo dije- sino de descanso y, ¿por qué no?, de descanso eterno. Nadie me negará que pocos campos santos habrá tan hermosos, al pie de las montañas, entre edificios nobiliarios y casas populares, que así está estructurado el pueblo. Y a la vera de una iglesia del siglo XVII. Todo un lujo para descansar eternamente. Pero no es más que un sueño, espero que a largo plazo.
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Es posible, Isabel, que también resultase atractivo el sentarse a descansar unos días en el nacimiento del Ebro, en Fontibre. La paz y la quietud del lugar, con la fuente manando agua fresca, formando remanso un poco más abajo, son privilegios que la naturaleza nos ofrece a todos los que tenemos el alma sensible. Y después, lógicamente, caminar por el bosque y terminar dando buena cuenta de un cordero asado en Casa Conchita de Corconte. Y un paseo al borde del Embalse del Ebro mientras se escucha la palabra sabia y serena de Angel El Pasiego, que tiene sus vacas pastando en la ribera. Y al atardecer, escuchar a las buenas gentes del pueblo comentando las últimas vivencias de la jornada. Todo paz y quietud. Y olvidarse del mundo. Lo importante es que estamos aquí, que vivimos y que cualquier día en cualquier momento podemos reencontrarnos con un Fontibre lleno de flores y de juncos en la orilla de un Ebro que en estas latitudes es un aprendiz de río. Yo recuerderé para siempre a una mujer que miraba el horizonte, hacia las arenas de Arija, mientras las campanas de la iglesia de Corconte anunciaba que la tarde iba declinando y las esquilas de los caballos señalaban el lugar donde iban a seguir pastando bajo la luz de la luna. Y al fondo, el perfil del Balneario recostado sobre el puerto del Escudo. Una postal de ensueño. Y es que también necesitamos de los sueños para seguir viviendo. Un abrazo y me alegro que vuelvas a escribir. Te necesitamos.Manuel.
ResponderEliminar30 de mayo de 2010 01:29
Si se busca un lugar tranquillo y bello para descansar para siempre, creo que el cementerio de la fotografia tiene ambas cosas. La tranquilidad de los Picos de Europa, y la belleza del paisaje. El paraiso debe ser algo asi.
ResponderEliminarQuitando el tema "tabú" de la muerte, la fotografia es francamente hermosa, con ese colorido, ese contraste de paisajes...
A ver si haces mas excursiones y nos sigues deleitando con esas fotos...
J.