Que los obispos también nos morimos, pero no
nacimos obispos (Palabras del Arzobispo
Metropolitano de Oviedo en el funeral por el
obispo emérito de Astorga celebrado el 15 de julio
de 2020).
Llegué a la urbe maragata en hora pronta, hoy mismo, comenzando a despertarse la Villa. Dejé el vehículo en el aparcamiento de la Casa de Misericordia; transité por la calle Rodríguez de Cela; me situé delante de las puertas del Seminario, que miran a la Plaza de Don Marcelo, cerradas a cal y canto. Unos metros antes, salió de la Casa Sacerdotal el arzobispo Julián Barrio, trajeado con clergyman; por el otro lado, accedían al patio del Seminario, los vehículos de los monseñores, siendo vehículos de dimensiones utilitarias, normales, no escandalosas, destacando, como excepción, un lujoso Audi conducido por un obispo de diócesis gallega.
En la mañana de hoy, 18 de julio de 2020, monseñor don Jesús Fernández González, cuyos padres viven en el populoso barrio de Gijón, conocido como “Nuevo Gijón”, tomó posesión canónica de la milenaria Diócesis de Astorga (Obispo), siendo el número 138 del Episcopologio de la misma. Se acreditó el nombramiento papal según el Código de Derecho Canónico. Iba vestido todo de morado, con mascarilla y calcetines negros.
Estando en Astorga y escribiendo de obispos auxiliares, no puedo olvidarme de don Angel Riesco Carbajo, que fue hijo de esta diócesis asturicense, luego vicario general de la misma y más tarde Obispo auxiliar de Oviedo. En la actualidad Venerable por haberlo declarado así el Papa Francisco. Recuerdo a don Ángel especialmente, pues visitó a los de Primaria del Colegio de los Maristas de Oviedo, asombrando a los pequeños –entre los que me encontraba- por los entonces ropajes episcopales y con los pectorales en su sitio, no en el ombligo. Pregunté por él varias veces siendo niño, llegando a la conclusión de que le hicieron la puñeta, que no sé si del Arzobispo de Oviedo entonces, F.J. Lauzurica y Torralba, o de alguno de sus curiales. Ahora que supe lo de Venerable, tengo una preocupación menos.
Hizo muy bien el Administrador diocesano –un mérito más-, en su discurso de salutación al nuevo obispo, tener un recuerdo para Monseñor Don Ángel Riesco.
Tan solemne acto jurídico y pastoral de toma de posesión debería tener un efecto destacado de humildad que no suele tener, pues la satisfacción y el “orgullo” del elegido se tendría que reducir si pensara que otra persona, pronto o tarde, ocupará la misma sede, y que ese acto de toma de posesión, que es de gloria, también es de pena, como una oración fúnebre, al tener que recordarse al “número anterior en el Episcopologio”. OBISPOS QUE LLEGAN Y QUE VAN predicó Jesús Sanz en el funeral del miércoles, día 15. Y tan solemne acto jurídico es, al mismo tiempo, muy sacro, pues es un sacrificio eucarístico celebrado en la Cátedra del Obispo y muy clerical también, con ostentación, frente al pueblo, de poderío por el “aparato” clerical.
A las 10,30 horas salió del Seminario la comitiva, presidida por el Obispo electo, teniendo a su derecha al nuncio de Su Santidad y a la izquierda al Arzobispo Metropolitano de Oviedo, estando en el extremo derecha el administrador diocesano y en el izquierda Monseñor Barrio, ambos con cleryman. El Administrador Diocesano explicó al nuncio lo del Palacio de Gaudí y lo de la Catedral en la misma plaza. Delante de la hilera episcopal iba tocando la gaita el grupo Martaina y detrás iba tocando la Banda de Música de Astorga. El legado pontificio lució con luz propia, vestido como procedía, recordándose que, en la toma de posesión de don Juan Antonio Menéndez, Enzo Frattini, entonces nuncio, vistió de manera indebida.
Y salieron del Seminario, no del Palacio Episcopal, obra de Arte de Gaudí, que desde el Pontificado de don Marcelo pasó a ser Museo. Aquí ha de distinguirse entre diócesis en las que el Obispado está en un palacio y diócesis en las que el Obispado está en un seminario. Astorga teniendo dos palacios episcopales, el Obispado, ejemplarmente, se residencia en un Seminario que, por evidentes razones, tiene muchos huecos.
Ya en el interior de la catedral, el deán ofreció al obispo electo el Lignum Crucis, para besarlo, y el aspersorio. Con el nuncio en la cátedra y con báculo, el administrador diocesano, en primer lugar, hizo la alocución de entrada o de bienvenida al nuevo obispo, con una adecuada entonación propia de un paisano leonés y con bienvenidas y recuerdos múltiples. Este administrador diocesano es ya más que una más promesa. Luego el nuncio recordó a anteriores obispos y felicitó al Administrador diocesano por sus trabajos y desvelos en sede vacante. Por cierto que lo de llamarse el nuncio don Bernardito puede ser normal en Filipinas, pero aquí suena un poco raro, no pareciendo compatibles unos superlativos tan superlativos como excelentísimo y reverendísimo con un diminutivo como Bernardito.
Hicieron bien en recordar todos, el administrador, el nuncio y el nuevo obispo a don Juan Antonio Menéndez, que fue obispo de Astorga, con posesión tomada hace poco más de cuarenta meses y fallecido hace sólo catorce. Y se le recordó porque dio ejemplo, como dice el Código, “de santidad con su caridad, humildad y sencillez de vida”, con graves problemas, eso también. Del “verde y fresco como una lechuga”, que le vió el Papa Francisco en Roma al poco de nombrarle, pasó al tostado por la parrilla incandescente que resultó ser lo del Seminario de La Bañeza y asimismo por su Presidencia de la Comisión contra abusos sexuales en la Conferencia episcopal española, atrapado en la telaraña de la llamada “cultura del silencio”.
Y algo que engordó sus méritos: don Juan Antonio fue Obispo auxiliar de Oviedo, habiendo sido antes Vicario General de esa diócesis, lo cual fue una excepción, pues la regla general es que, por unas razones u otras, los Arzobispos de Oviedo no “consiguen” hacer obispos a sus vicarios. Por cierto que al antecesor de don Juan Antonio, como Obispo Auxiliar de Oviedo, don Raúl Berzosa, ilustre conferenciante, no lo encontré en Astorga –estuvo en la toma de posesión de don Juan Antonio-; pregunté por él y me dijeron que era residente en la Iglesia española de Montserrat, en Roma, la misma en la que estuvo muchos años el recientemente fallecido P. Novalín, muy amigo de monseñor Gómez Cuesta y de Vázquez Vázquez, el alcalde que fue de La Coruña y que ahora quiere ser proclamado santo súbito.
Dentro de la ceremonia eucarística tuvo lugar la toma de posesión, propiamente dicha, siguiendo las normas del Derecho canónico. El nuncio mandó la exhibición de las Letras Apostólicas por el Canciller al Colegio de Consultores, leyéndolas éste en alta voz, y pasando a ocupar luego el obispo la Cátedra episcopal, ya con báculo. Se continuó la celebración de la Santa Misa.
Muy interesante fue la homilía del nuevo obispo de Astorga. El tono de su voz fue el adecuado, sin los gorgoritos y maneras habituales o manierismo en las predicaciones del alto clero. El recuerdo a las personas fallecidas con ocasión del COV- 19 se juzgaron muy apropiadas. Las indicaciones sobre las nuevas realidades sociales y nuevos derechos parecieron ir en sintonía con las predicaciones papales (“El Evangelio como herramienta social” dijo. Por ello, considerándola de relieve y disponiendo ya de la homilía por vía electrónica, tendremos ocasión de analizarla de manera pormenorizada y próximamente en forma de artículo.
En un acto tan religioso y teniendo el ya Obispo de Astorga como lema episcopal Evangelizar los pobres, es obligatorio el recuerdo a los pobres y a los perseguidos por la Justicia, incluida la de la Santa Sede. Por ello recordamos al Reverendo Lucio Vallejo Balda, al parecer por tierras de patronazgo de Nuestra Señora de Guadalupe, respecto al cual, en el mismo documento por el que se le concedió la liberazione condizionale de la pena impuesta por un tribunal vaticano, se indicó que volvía a la jurisdicción del Obispo de Astorga, sua diocesi di appartenenza. Es, acaso, buena idea recordar al nuevo obispo de Astorga que tiene también un hijo al otro lado del Mar tenebroso y que, a ese hijo, papas y espías, hombres y mujeres, también tenebrosos, volvieron loco.
Recuerdo que en la primera bendición como obispo de Astorga, en su toma de posesión, don Juan Antonio Menéndez leyó las siguientes palabras: “Firmes en la fe, alegres por la esperanza, diligentes en el amor”. Hoy no las escuchamos.
Como el calor, concluida la ceremonia, apretaba, no pudimos aceptar la caritativa invitación para acercarnos a la cercana localidad de Castrillo de los Polvazares y comer un cocido maragato. Nos conformamos, hoy, con unas verduritas maragatas y dulces mantecados, pasión de clérigos.
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