20) La vigésima pieza cinematográfica de PPPasolini fue un corto documental de 13 minutos titulado Las murallas de Sanaá(1971), rodado durante la filmación de El Decamerón y que perseguía
reclamar a la UNESCO que salvaguardara esa joya arquitectónica de
Yemen designándola Patrimonio de la Humanidad, lo que se haría efectivo
en 1986, demostrando que el empeño de Pasolini no resultó baldío, todo
lo contrario.
Concluye su minifilme Pasolini con la
siguiente alocución: «Me dirijo a la UNESCO, en nombre de la verdadera, si bien
todavía no expresada, voluntad del pueblo yemenita. En nombre de los hombres
simples que la pobreza ha mantenido puros. En nombre de la gracia de los
siglos oscuros. En nombre de la escandalosa fuerza revolucionaria del pasado,
porque aún estamos a tiempo para convencer a una todavía ingenua clase
dirigente, que la única riqueza de Yemen es su belleza y conservar tal
belleza significa, entre otras cosas, poseer una reserva económica que no
cuesta nada. Salvemos a Yemen de su destrucción, porque es un patrimonio que
pertenece a la humanidad».
21) Con El Decamerón(1971), epicúrea adaptación de nueve historias del monumento
literario de Bocaccio,abre
PPPasolini su Trilogía de la vida. Transcurre, y de ahí quién sabe si una (im)posible analogía con
la actual crisis del coronavirus, durante la epidemia de peste bubónica que
arrasó Florencia en la mitad del siglo XIV.
En su versión, apunta Mario Salazar,
«Pasolini da rienda suelta, o confabula con el original, en el pensamiento de irreverencia
y mofa hacia la religión, mostrando a curas, monjas y a la propia iglesia
como un espacio de erotismo y de libertinaje, junto a ladrones,
mujeriegos, damas infieles, pecadores, pícaros y tipos audaces».
Estamos ante una obra, escribe Juan
Sardá en El Cultural, que «huye por completo de la idea de
alta cultura en la que los personajes se comportan de manera grosera
y bufa en una celebración de la espontaneidad escatológica de las clases
populares frente a la exquisitez hipócrita y puritana de los ricos».
22) El combativo documental 12 de diciembre(1972) lo dirigió PPPasolini conjuntamente con Giovanni Bonfanti.
Retratando los convulsos avatares del movimiento obrero de su país y su
imparable ascenso entre las masas proletarias, se ocupa del atentado con
bomba ocurrido tal día de 1969 en la Piazza Fontana de Milán,
con resultado de 16 muertos y 84 heridos, y del que se acusó a los
anarquistas (uno de los detenidos falleció al ser arrojado
por la ventana de la comisaría de policía), cuando detrás de la masacre
se agazapaban grupos neofascistas en connivencia con los servicios
secretos italianos.
Financiado por el propio Pasolini, el
filme lo rodó codo a codo con el colectivo militante izquierdista Lotta
Continua, de cuyos miembros opina que «son extremistas quizás fanáticos
y arrogantemente toscos desde el punto de vista cultural, pero tiran
de la cuerda y me parece que, solo por esto, merecen ser apoyados».
23) La segunda entrega de la Trilogía
de la vida atiende al título de Los cuentos de Canterbury(1972), conjunto de ocho relatos del siglo XIV debidos al escritor
inglés Geoffrey Chaucer (rol que en la cinta se reserva el propio
Pasolini), en los que el cineasta, nos dice Paula López Montero, nos
traslada «un idílico Medievo, donde religión y paganismo, analfabetización,
humor escatológico, avaricia, cierto movimiento picaresco
y el choque entre las clases sociales son lo más significativo».
En esta reconstrucción, «Pasolini nos
enseña los fondos más bajos, el tabú de toda cultura y su
representación como puede ser la escatología y lo anal», afirma López
Montero; y Emiliano Fernández subraya que «pone en primer plano
la dimensión sexual de la vida con toda su acritud, fogosidad y
trampas recurrentes en oposición a la mascarada burguesa/cristiana
de la respetabilidad y una represión bien falaz y ridícula,
lo que genera las primeras secuencias abiertamente homosexuales del cine
de Pasolini».
24) En Las mil y una noches(1974), cierre de la Trilogía de la vida, PPPasolini vuelve su
mirada al famoso libro amatorio oriental, extrayendo del mismo una serie de
relatos que «van imbricándose como un puzle. Algunos surgen de otros,
como cajas dentro de otras cajas. Otros, como partes de un fractal,
se van uniendo en un sinfín de enlaces y conexiones», afirma Daniela
Espejo.
El filme es, para esta crítica, «una celebración
constante de los cuerpos naturales, de la belleza carnal, de los
placeres. Pasolini mira los cuerpos con actitud sagrada. Su mirada es la
de un fiel ante su santo. La de un niño. La de un humano que ama
a su prójimo. Lo sacro es aquello que surge virgen, de la naturaleza, sin
mediación. Aquello que simplemente es antes de ser pensado». El
comentarista cinematográfico de El País Fernando Morales la
definió como «una maravillosa y poética mezcla de comedia febril y drama
desgarrador».
25) La última película de PPPasolini fue la muy polémica Salò o los 120 días de
Sodoma (1975), que adaptaba
el texto del Marqués de Sade transponiéndolo ferozmente a la
época del fascismo mussoliniano. Una obra que iba a inaugurar la Trilogía
de la muerte, y que resultó tan excesiva como radical.
La crítica Mireia Mullor condensa
la trama del filme así: «Los representantes del poder (un aristócrata,
un magistrado, un obispo y un banquero) crean una micro-sociedad para dar
rienda suelta a sus deseos más perversos y configurar un orden social
donde los cuerpos son partes vivientes de un supermercado de placer
ilimitado». Para el crítico Javier G. Trigales, Pasolini consuma
«los retratos humanos más repulsivos jamás vistos en una
pantalla. El mal en estado puro».
Pasolini no llegaría a verla estrenada. A los pocos días de ser
brutalmente asesinado, fue secuestrada por «obscenidad alucinante». Esta
pieza fúnebre e involuntariamente testamentaria respondía a su desengaño
y pesimismo: «No creo que volvamos a tener nunca una sociedad -declaró
en su día- donde los hombres sean libres. No deberíamos poner esperanzas
en ello. No deberíamos poner esperanzas en nada. La esperanza es un
invento de los políticos para mantener al electorado feliz».
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