Andaba ya con la languidez que tiene la ropa de quien va a
morir. Y la noticia de su muerte conmovió a muchos en forma de acto de
contricción por la manifiesta injusticia que este escritor sufrió en su propia
tierra, en la que nunca fue del todo comprendido. Es cruel que ciertas figuras
de las artes y de las letras necesiten de la muerte para ser consagrados por
una sociedad poco generosa, que solo elogia aquello que ya no es, que no puede
oir su elogio ni alentarse en su panegírico, como si solo la muerte hiciera
merecedor al hombre de todo lo que en vida le ha sido escatimado y discutido.
Víctor Alperi se acostó para morir en su refugio de la calle Asturias de Gijón
y Así, de esta manera, en medio del frío de la indiferencia, concluyó su éxodo.
En los últimos meses, Víctor nos decía a Carmen Gómez Ojea y a mí que la vida
era ya para él un espectáculo demasiado largo, donde las escenas teatrales se
repetían con las mismas frases. Empezaba a caminar con dificultad este escritor
nacido en Mieres, estudiante de Medicina en la facultad de San Carlos, luego
abogado y doctor en Derecho. Empezaba a ver mal Víctor, este narrador de
historias con varios tomos de novelas, de cuentos y libros de viajes, de poesía
y crítica, de cocina y ensayo, que también llegó a reunir una importantísima
biblioteca que él ofreció por poco dinero y nadie quisao, algunas tardes, con
paso breve y vacilante, se encaminaba desde el rincón de su vejez hasta el Dindurra
o el Arrieta, para tomar un cafelito, con velador de mármol, con Carmen Gómez
Ojea, la gran escritora asturiana, nacida en Carreño, que nunca lo abandonó, y
conmigo. Allí hablaba de su vida, de su alegre vida madrileña llena de
literatura, de los maestros que él conoció y con los que alternó: Ruano,
Azorín, Cela, Ángel González, Dolores Medio, del Café Gijón, y también de su
dolor literario. Acompañé su ataúd hasta Mieres. Allí quedó, al lado de sus
padres, bajo un pequeño altar, en una capillita toda blanca y sin flores, como
si fuera un niño que hubiera llegado hasta allí a recibir su primera comunión.
(Publicado en "El Comercio", 4/11/13)
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