"PERFILES DE PLENITUD"
(MUSEO ROMANO DE
ASTORGA, 4-XII-2012)
CARTEL DEL RECITAL EN ASTORGA |
José Luis y Juan Campal, durante el recital PERFILES DE PLENITUD |
“PALABRAS CONTRA EL OLVIDO”
(LIBRERÍA ARTEMIS, LEÓN,
5-XII-2012)CARTEL DEL RECITAL EN LEÓN |
Muchas gracias
especialmente a las personas que hacen de esta Librería, Artemis, un lugar tan
acogedor donde encontrar los terrenales alimentos que en forma de libro nos
recetamos y leemos para mejor transitar por la vida y el mundo.
Gratitud por
acogernos a José Luis Campal y quien les habla, y a ustedes que con su ingente
generosidad han acudido hoy a escucharnos, a compartir este tiempo de palabra,
de poesía.
Bien venidos y
bien hallados sean pues.
Bien. Como
ignoro si lo saben, aclaro que a José Luis y a mí, nos une, amén del común,
campestre, asturiano y, contra toda habitualidad, pacífico apellido de Campal, nos
une sólo digo, como bien me enseñó el poeta Antonio Merayo, una nueva amistad de toda la vida.
La primera vez
que yo oí o leí de José Luis Campal, fue en un ataque de desamparo u orfandad
de esos que modernamente le llevan a uno a preguntarle al tío Google cuántas
personas más tendrán con uno algo en común, algo sencillo, tampoco mucho pedir,
por ejemplo, un apellido, o el más raro de los que uno lleve consigo singularizando
así el común nombre propio.
Recordaba haber
visto, leído y no entendido –tenía 14 años- un artículo de don Gerardo Diego,
en el ABC, titulado Julio Campal, -vanguardista poeta visual, hijo de emigrantes asturianos, nació en Uruguay en 1933, vivió
gran parte de su vida en Argentina y sus últimos 6 años en España-, y en
el que el maestro daba cuenta de su muerte y obra. Y así, tecleé, como para
quitarme egocentrismo, o para evitar la nada que hubiese podido ser poner sólo mi
nombre, tecleé digo, Julio Campal, y así apareció allí, como el que no quiere
la cosa otro Campal, éste, José Luis, con su Noticia de Julio Campal en el trigésimo aniversario de su muerte. Desde
entonces, año dos mil y poco pico, confieso que busco de vez en cuando nuevas
de José Luis por la red.
En persona, no
nos conocimos hasta el año (2008 o 2009) en las Jornadas Literarias Mar adentro
que se celebran en Candás (Asturias) donde coincidimos alguna vez más hasta
este año en que acordamos intentar celebrar aquí en los leones, el provincial y
el capitalino, alguno de los homenajes con que José Luis continúa amando a
Aurora Sánchez, su amiga, su compañera, su cómplice en tantas creativas
aventuras, su esposa, lamentablemente desaparecida a injusta edad, y que es hoy
aquí y siempre para él, para José Luis, presente ausencia corporal.
Y amando he
dicho a conciencia, pues para mí cada verso de este recital, será un beso, una
gratitud, una carantoña, un arrumaco, una caricia, un mucho más que José Luis
le prodigue, como que en intimidad estuviesen, a su amada Aurora.
Y no es de
extrañar que así sea, pues tanto de la memoria que guardo del puntual
conocimiento que de ella tuve, el día que conocí también a José Luis, como de
cuanto escuché y leí sobre ella, puedo concluir que Aurora fue alguien que se
hizo querer. Querer porque a su vez quería, que se hacía apreciar. Apreciar,
porque a su vez sabía apreciar. Que fue una de esas personas que con su simple
presencia siembra vida a su alrededor. Y digo esto, porque junto a José Luis y
el Sporting de Xixón, persona y cosa que fueron dos de sus grandes pasiones, fue
también regalando vida en forma de creación artística e intelectual como bien
dejan atestiguado sus publicaciones.
El pasado 12
de noviembre, cuando ya sabía que este recital tendría lugar, leí en Facebook
un poema titulado Los poetas de amor
deberían ser fusilados antes del amanecer.
Comenzaba así:
La poesía de amor
MATA. La poesía de amor
MIENTE y ASESINA. El amor no existe,
Y su última estrofa lo
hacía de la siguiente manera:
deberían fusilarlos a todos antes del gallo,
en un jardín de rosas con los brazos en jarras,
Automáticamente salté
por encima de toda la poesía amorosa leída y se fue mi mente y mi corazón hacia
José Luis, hacia este otro Campal. Al punto busqué baluarte. Y no sólo para él,
bien cierto es, sino para todos aquellos que de alguna manera creemos en él, el
amor, no ya como motor del mundo, porque habría que ponerle entonces,
dependiendo del caso, vario apellido y porque de hecho, entonces dudaría, o
incluso renegaría aún más del amor y del mundo, sino en el Amor, así escrito
con mayúscula, como ese íntimo acicate cotidiano, minúsculo a veces, como ese queséyo que nos lleva al otro, a esa
otra persona que, como también leí hace poco, con un simple “hola” puede alegrarnos el día por completo.
Mas, creyente como soy
de la mano de Ortega y Gasset en su “El hombre y la gente” que el amor no es
más que “el intento de canjear dos soledades”, no me fui a buscar armas y
bagajes junto a grandes generales de las letras y el saber, opté por hacerlo en
los dichos populares de toda gente y lugar, y así me alié con turcos para
sentir que “el amor es esa rosa por la
que el jardinero es servidor de mil espinas“, con italianos para sentir que
“todo gran amor no es posible sin pena”
y con los africanos que dicen “el amor es
como la llovizna que cae quedamente, silenciosamente, pero desborda el río”.
De ese amor humano
tratará este recital de José Luis, de ese todo y esa nada inexplicable que
habita al ser humano, a veces, sin voluntad alguna. Que lo exalta y lo
derrumba, que lo endiosa y lo humaniza hasta límites insospechados, a ese amor
que, cuando lo sentimos, tan humanos nos hace y tanto nos endiosa porque por él
habitados nos sentimos invulnerables.
No hablo de la pasión,
sísmica pero como tal pasajera, como pasajeras son sus bienvenidas y
bienhalladas réplicas, hablo de ese sentimiento que junto a la otra persona,
por la otra persona, nos hace llegar razonada y razonablemente a la conclusión
de que, ¡por fin!, hemos encontrado nuestro lugar en el mundo, acaso nuestra
más primitiva patria.
Por eso vinieron a mi
cabeza, sin búsqueda alguna los viejos versos de Quevedo leídos forzadamente en
lejanos tiempos de formación:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra…
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Y así también recordé
de Efraín Huerta su
Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.
Amada inmensa
como un violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.
Gota de anís en el crepúsculo
te amo con aquella esperanza del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.
Te miro así
como mirarían las violetas una mañana
ahogada en un rocío de recuerdos.
Es la primera vez que un absoluto amor de oro
hace rumbo en mis venas.
Así lo creo te amo
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
Por eso estoy hoy aquí con ustedes,
por eso te acompaño aquí hoy José Luis, porque bien siento que puedo compartir contigo
mis renglones cortos titulados De ahí que me niegue el silencio,
donde en manos del hado amor, enamorado, digo, le digo a la ausente amada:
¿Existes
o te invento?
¿Eres
real o un ensueño?
¿Qué
haces aquí si no has venido?
¿Si
no hemos quedado, por qué te espero?
¿Por
qué de continuo te pienso,
si,
confieso, de seguido me lo veto?
¡Ay,
mujer!, ¿qué es esto?,
¿qué
hago a mi historia garabateándote versos?
Dímelo
tú si lo sabes,
si
algo en mí lo delata,
si
tu intuición te lo avisa.
Mira
que si no acabaré creyendo
que
debo estar reviviendo;
porque
lo que sí sé cierto
es
que si callo, me muero.
De
ahí que me niegue el silencio.
Hasta aquí mi
presentación, amigos, hasta aquí mis torpes palabras, José Luis. Sea ahora tuyo
el tiempo del amor hecho verso, hecho palabra.
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