El reciente viaje apostólico del papa Francisco a Irak, sin duda alguna, fue un éxito, lo cual es merecedor de felicitaciones. El resultado de ese viaje es una prueba que acredita cómo la valentía y lo arriesgado, con frecuencia, son preferibles a una parálisis, a unos temores paralizantes o a una táctica del simple no hacer, incluso en la Iglesia católica, que es una institución que tiene mucho que conservar. ¿No fue acaso su fundador, Jesucristo, más valiente que miedoso? ¡Ojala que en otros y anteriores momentos, concretamente en los años finales de la II Guerra Mundial, tiempos del Papado de Pío XII, hubiese habido más valentía y arrojo en la institución eclesial que tactismo diplomático y silencios, que terminaron siendo coautores o cómplices de catástrofes humanitarias! ¡Qué responsabilidad moral la de la Iglesia!
El viaje a Irak llevó a otros tiempos, al ya lejano año 2003, y a recordar a otro Papa, a San Juan Pablo II, que estando ya muy enfermo, trató, sin éxito, que el majadero presidente USA, George W. Bush, seguido por los zascandiles que están en la fotografía de las Azores -el español incluido- (trató) no invadiera Irak, denunciando la falsedad de los pretextos bélicos, que fue la existencia, en el país mesopotámico, de armas de destrucción masiva. Se comprobó que la Santa Sede ya sabía que el resultado catastrófico que iba a ser consecuencia de una invasión militar, de tropas USA en Irak, tanto para la desestabilización completa de la zona, como para situar a las minorías cristianas en dificilísima situación, y provocar así su salida espantosa. De “derrota para la humanidad” calificó Juan Pablo II la segunda guerra del Golfo, que así fue. Ese terrible acontecimiento bélico, cada vez que es recordado, clama contra la impunidad penal de los autores y cómplices.
La diplomacia vaticana, con mucha lógica, fue muy activa contra la pretendida guerra preventiva, no escatimando iniciativas diplomáticas durante los meses de febrero y marzo del año 2003. El Papa encomendó al cardenal Pío Laghi, viejo amigo de Bush padre, entrevistarse con Bush hijo, entonces presidente, para frenar el conflicto. El mismo Juan Pablo II recibió en el Vaticano, con protestas de USA, a Tarek Aziz, cristiano caldeo y Viceprimer Ministro de Irak, de trágico destino. El Papa envió en misión a Irak, a entrevistarse con el Presidente Saddam Hussein, en calidad de delegado personal, al cardenal Roger Etchegaray, un vasco, natural del país vasco francés, un ezpeletarra, de los más próximos colaboradores del papa polonés en misiones secretas, y Vicedecano del Colegio Cardenalicio desde 2005. Por aquel tiempo también fue personaje muy importante Monseñor Fernando Filoni, nuncio papal en Jordania e Irak, el único diplomático que, con mucha valentía, permaneció en Bagdad durante todo el conflicto bélico, y que, ahora, cardenal y Gran Maestro de la Orden ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, acompañó al Papa Francisco en su viaje, junto con los también cardenales curiales Parolin, Sandri y Ayuso.
Todo lo anterior lo recordé ahora, recordando igualmente haber leído, en su día, el libro del cardenal Roger Etchegaray J´ai senti battre le coeur du monde. Conversations avec Bernard Lecomte, editado por Fayard en 2007. Es en el Capítulo 15 (páginas 266 a 271) en el que explica su estancia de entonces en Bagdad, volviendo a leerlo en la actualidad. Cuenta el cardenal Etchegaray su entrevista con Saddam, que tuvo lugar en un palacio presidencial el 15 de febrero de 2003, durante la cual le hizo entrega de una carta del Papa de “solidaridad con los sufrimientos y privaciones por los embargos del pueblo iraquí y del deseo de hacer todo para evitar la guerra”. También recuerdo haber visto, en la prensa de entonces, una fotografía, que me causó extrañeza, viéndose reír al cardenal y a su político anfitrión. No parecían tiempos para la risa. Esa risa la explicó al mismo cardenal en su libro: “Felicitándome sobre mi buen estado de salud, me dijo Saddam: Si no fueseis sacerdote, os hubiese sugerido casaros. Y yo os hubiese encontrado una bella iraquí”. A continuación, en el libro, se copia el texto de una emotiva carta escrita por Etchegaray a Juan Pablo II el miércoles de Ceniza.
Teherán
En Alfa y Omega, número 1.203, del 25 de febrero al 3 de marzo de 2021, se publicó una interesante entrevista, celebrando la visita del Pontífice, al fundador de Mosul eye, Omar Mohammed, que se ganó la confianza de los yihadistas y narró luego sus atrocidades (la explosiva y sorprendente entrevista a la feminista Lidia Falcón, se publicó en el siguiente número de Alfa y Omega). Recuerda Omar Mohammed la invasión de Mosul por el ISIS o el Estado islámico en 2014 y la liberación en 2017; se refiere a la acción bélica de las milicias chiítas proiraníes haciendo sufrir a los cristianos, y señala: “El radicalismo no ha nacido solo, sino por algo. Por la mala gestión gubernamental, la corrupción, los conflictos sectarios…” Y volvió a denunciar la corrupción política, diciendo exactamente: “Espero que el Papa hable claro sobre la corrupción”.
Lamentablemente el Papa habló muy poco sobre la corrupción política, tal vez fuesen imposibles más claras denuncias papales. En la misma mañana de su llegada a Bagdad, en el discurso en el Palacio Presidencial, el Papa dijo: “Es necesario combatir la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad”. En el discurso papal y oración por las víctimas, en Mosul, el domingo día 7 de marzo, en la Plaza de las Cuatro Iglesias, cristianas y derruidas, símbolo de la violencia, el Papa no denunció la corrupción, limitándose a rezar, y si lo hizo el arzobispo caldeo Monseñor Najeeb Michaeel, que dijo escuetamente: “No a la corrupción”.
Es indudable la esencialidad de la llamada “Visita de cortesía al Gran Ayatolá Al-Sistani”, por razones teológicas, políticas, o teológico-políticas (tanto Irak como Irán son el corazón del Oriente Medio), teniendo en cuenta, por una parte, las amenazas de grupos chiítas contra cristianos en Irak, tal como recordó Omar Mohammed, y, por otra, los intentos vaticanos para extender al Islam chiíta lo conseguido ya con el Islam sunnita (Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019 por el Papa Francisco y el Gran Imán Al-Tayyeb, citado en el número 29 de Fratelli Tutti). Son muy interesantes -suele haber indiscreciones- las declaraciones papales en los vuelos de regreso después de un viaje apostólico, que el Vaticano denomina: “Conferencia de prensa del santo Padre en el vuelo de regreso”; esta vez el Papa se extendió en los intríngulis y complicaciones del Islam chiíta.
Y aquí es necesario señalar que el catolicismo y el chiísmo islamista o Islam Shiite son religiones clericales, no existiendo clérigos, por el contrario y en sentido propio, ni en el judaísmo (los rabinos no son clérigos, por lo que se admite que mujeres ejerzan el rabinato como es el caso de Delphine Horvilleur), ni en el Islam sunnita (los imanes no son clérigos). Acaso por eso las religiones “clericales”, muy de hombres y muy aparentes, son religiones de poder, de mucho ansiado poder. No debería olvidarse que en 1979, en febrero, la Revolución islámica triunfó en Irán, constituyéndose una República islámica impuesta por el Ayatolá Jomeiní, precisamente expulsado de Irak en 1978, lo cual da idea de la importancia de Irak para los iraníes. Y eso complica mucho los diálogos interreligiosos que forzosamente exigen frenar los radicalismos islámicos (charia) y la instauración de los Estados islámicos, tan del gusto de los poderosos mollahs y ayatollahs iraníes y un poco menos de los iraquíes como Al-Sistani. A los problemas inmensos derivados del conflicto de religiones, tal vez se añadan los de poder entre clérigos respectivos, católicos y chiítas.
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