“Es preciso exaltar el lazo profundo que unió al
hombre y a la mujer, hasta tal punto de no tener, en la
práctica, más que un solo nombre: ish (“hombre”) en
masculino y isshah (“mujer”) en femenino, tal como se
explica en el Génesis (2,23).
Cardenal Gianfranco Ravasi
En anterior artículo que titulamos Dos alemanes, Ratzinger y Sloterdijk anunciamos ya el presente, que lo comenzamos recordando al filósofo Reyes Mate, director que fue del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, y que en El País el 6 de febrero de 1992, escribió: “En asuntos de religión es difícil saber dónde se está”. Ser y estar –añado- son dos realidades, que, por corresponder a lo religioso, a veces de tantas inseguridades y de miedos, incitan a hogueras e inquisiciones, destapándose algunos y jaleando sus vergüenzas. Leí con interés el libro Desde lo más hondo de nuestros corazones con el prejuicio de que, dado el mucho ruido sobre la autoría del mismo, habría de corresponder, necesariamente, a un sabroso contenido de nueces; y “prejuicio” no elevado, después de su lectura, con lástima, a juicio definitivo. Gran ruido y con pocas
nueces teniendo en cuenta las circunstancias que concurren en sus dos “autores”. Por una parte, un cardenal, Roberto Sarah, con notoriedad en sus planteamientos teológicos y pastorales, en manifiesta oposición al actual pontífice; y por otra parte, un Papa innovador, que es el primer Papa Emérito de la Historia. Este Papa, mi bendito Benedicto XVI, en la mañana de 11 de febrero de 2013, por la edad avanzada (“Ya no tengo fuerzas”), renunció al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, prometiendo llevar una vida “dedicada a la oración” y dijo: Ma nel servizio della preghiera resto, per così dire, nel recinto di san Pietro. El cristiano cretense, Nikos Kazantzakis había escrito en La Carta al Greco: “La voz de Dios es el silencio”.
No es discutible la condición de “papa teólogo” de Benedicto XVI, pero de lo cual no se han extraído todas las conclusiones. Hace ya años, aquí, en Religión Digital, comparamos el papa teólogo (Benedicto XVI) con los dos últimos papas juristas (Pío XII y San Pablo VI). Escribimos que un papa jurista jamás, jamás, hubiese renunciado a ser Vicario de Cristo como hizo el papa teólogo. Son muchas las diferencias entre los papas juristas y los papas teólogos -a ello volveremos líneas después, por juzgarlo esencial-.
La renuncia, tanto en el Derecho civil (por ejemplo, la renuncia de una herencia) como Canónico es un acto jurídico complicado, pues excepciona la normalidad jurídica de que unos derechos o de una posición jurídica (status) se extingan no naturalmente o por fallecimiento. De ahí que la manera de producirse, muy formal por seguridad jurídica, y el modo de mantener esa renuncia son esenciales para que aquella complicación no vaya a más. Esto lo han sabido muy bien los papas juristas y parece que no tanto el papa teólogo, Benedicto XVI, cuya cabeza no está “formateada” por el rigor prudencial de lo jurídico y sí por la libertad, libertad intelectual de la Teología. Procede, volviendo al libro del papa y del cardenal, distinguir el fondo de la forma, teniendo en cuenta que la división de lo que es intrínsecamente uno (caso del fondo y la forma), es a los únicos efectos de un mejor entendimiento, un recurso para mejor entender lo complejo. Esto los canonistas lo saben muy bien, y acaso los teólogos no. Distingamos en el libro:
CAMPANAS DE IGLESIA DE PUEBLO |
TOBILLOS HINCHADOS DE BENEDICTO EN VIAJE A VENECIA |
Otra cuestión: Si en la renuncia anunciada el 11 de febrero de 2013 por Benedicto XVI dijo: “He llegado a la certeza de que, por la edad avanzada…” ¿Qué se puede pensar de esa edad ya en 2020? Ciertamente que no se cuestionó –tampoco ahora- la capacidad mental del Papa emérito, pero es raro el pensar que “sus estados, el físico y psíquico” están en plena forma. Y las consecuencias de ello son muy importantes, facilitando todo tipo de manipulaciones e intrigas. En esta cuestión es muy importante la labor de ayuda y de colaboración, de una cierta vigilancia por el Secretario particular del Pontífice emérito, que es, además, Prefecto de el Casa Pontificia del Papa Francisco: un Arzobispo, amante de los oropeles y del barroquismo germánico, en manifiesta oposición a la radical sencillez de S.J. del Papa Francisco. La consecuencia de la no adecuada mediación no se ha hecho esperar y un nuevo nombramiento de Prefecto de la Casa Pontificia no debería esperar. Aunque sea volver atrás en exceso, a la renuncia del Sucesor de San Pedro, el Benedicto XVI, y para tratar de comprender la misma, habría que acudir ¡oh asombro! a las Memorias de Hans Kung, en concreto, al episodio intenso de la renuncia de Ratzinger a seguir enseñando en Tübinga, revelándose antes (1969) y después (2013) un Ratzinger constitutivamente contrario a estar en medio de disputas y barullos. Podría, como formuló un periodista español, preguntarse: ¿Por qué quiso ser Papa? Joseph Ratzinger, sin duda, un ser para exquisiteces apolíneas, al que, acaso, va mejor a su dedo el anillo de la contemplación estética (Balthasar) que los restos escamosos de los pescados.
En siguientes colaboraciones deberíamos analizar lo que un jesuita importante, en 2006, escribiera: “El sexo es una piscina en la que la Iglesia católica no hace pie”.
O también dar respuesta a la pregunta de importantes revistas: ¿Por qué causan tanto temor las mujeres en las religiones? Y qué escribir de la edición semanal de L´Osservatore romano de 13 de marzo de 2015, que tituló: “Sin mujeres un mundo estéril”.
Dos ideas centrales tratan de vertebrar, cual esqueleto central el pensamiento de quien escribe: Por un lado, que la novedad de un papa emérito no destruya sus importantes aportaciones teológicas y, por otra parte, que el creciente y acuciante problema de falta de clérigos, tratándose de una religión de naturaleza clerical, pueda afectar a la pervivencia religiosa misma.
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