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"Dejando que el tiempo pase" |
Cualquier sitio es el paraíso con sólo parar
el reloj. Cualquier habitación es eterna
con sólo desalojar de ella el tiempo.
La alcoba de la Isabel era la eternida
porque yo me quitaba allí la vestidura del tiempo
al quitarme mi pantalón y mi camisa.
F. Umbral, Los males sagrados.
Fueron una vez bachilleres de los Maristas, de la calle
Santa Susana de Oviedo, a los que en clase de la llamada “Filosofía real”, se
les explicaba la Cosmología, y sus dos realidades que integran el mundo
material: el Espacio y el Tiempo (o Cronología). El Hermano profesor, bien
llamado “el
Pichaías” por su delicadeza en modos y
movimientos, explicaba un libro, que era un manual de Filosofía, escrito por un
tal Joaquín Carreras
Artau, catedrático de los de
antes, escasos y que sabían. Tal libro estaba aprobado por el Ministerio de
Educación Nacional y tenía, por supuesto, las licencias del Obispo de
Madrid-Alcalá y también del Arzobispo de Sión y Vicario General Castrense, que
éste tenía de apellido una hipérbole de
lo bruto:
Muñoyerro, que es muñón de hierro. ¡Qué
bárbaro debió ser aquél, por castrense y por clérigo!
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"Un mirón" |
El caso es que en el libro de Carreras se define el tiempo
de una manera incomprensible para aquellos años primeros:
“el tiempo es la
medida del movimiento en razón de la anterioridad y de la posterioridad”. Por cierto que un arquitecto acaba de
escribir un librito que tituló
Un breve
curso de escritura crítica; eso me parece raro, muy raro, dado lo mal que
escriben los arquitectos españoles; más caigo en la cuenta que tal arquitecto,
experto en Preceptiva literaria, no es español, sino italiano y se llama
sonoramente Luigi
Prestinenza Puglisi.
En la página 26, el arquitecto
Prestinenza P. recomienda
al escritor no utilizar latinajos “pues fastidian al lector y son un alarde de
inútil erudición”. Siento lo cual, y asumo que el lector piense que soy un
escritor-pijo (nunca, confío, un pijo escritor, que es muy diferente). Aquello que
aprendí sobre el Tiempo, lo escribo ahora:
TEMPUS
est numerus motus secundum prius et posterius”.
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"De complementos" |
Volviendo al “
Pichaías”, éste
nada aclaraba, pues nada entendía. Tuve que hacer algo que siempre me dio
buenos resultados: lo que no entiendo lo aprendo de memoria, hasta que
finalmente, y por la memoria, lo termino entendiendo. Por la Memoria, diosa
mimosa o
mymusine de los griegos y amor
de Nietzsche, hice oposiciones jurídicas y ahora, por fin, entiendo ya lo que
es el Tiempo, que fue misterio insondable: que es lo más escaso y valioso que
se puede tener. A partir de ciertos años empieza a faltar –cada vez menos
Tiempo se tiene, a diferencia de los dineros que pueden abundar o ir a más,
bien robando, bien trabajando-. Al hombre, ser efímero, lo empezó cantando, por
efímero,
Píndaro y luego siguió
Lipovetsky.
Además el tiempo es elegante y dandi, pues que no se deja
comprar por dineros o “cuartos”. Los que son ricos y los que somos pobres
tienen y tenemos las mismas oportunidades; no hay en relación al Tiempo ni
papás ni hijos de papás, ni herencias ventajosas ni bodas aprovechadas. Verdad
es que Benjamín Franklin escribió que “el tiempo es dinero”, pero con eso sólo
quiso decir que es también valor de cambio –valor de uso (del Tiempo)- y verdad
es que en Radio Asturias, E.A.J 19 de Oviedo, se anunciaba en los años sesenta
que “El tiempo es oro y Sigma, máquina de coser, es un tesoro y que, para
máquinas de coser, las Sigmas de la calle Campomanes”.
Más aún, el Tiempo es escurridizo como una lamprea gallega,
y es de género, masculino aunque tiene maneras de hembra, como los “bellocratas” y los diseñadores de complementos (¡Cuánto me
gustan los complementos, ufff!
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De la biblioteca francesa del autor |
Mucho me ayudó la Literatura para entenderlo, y destaco
tres autores que trataron el Tiempo de forma magistral: un español, Umbral,
autor de “El Giocondo”, y dos franceses Jean
d´Ormesson,
católico-agnóstico (lo católico permite el todo y lo contrario del todo), y
Jacques
Attali, judío y con alma judía, y sabio de
Sinagoga (lo judío sólo permite lo que es judío, que es continua exégesis, del
Talmud, del
Midrash y de la
Kabbala).
Una vez que se publique la tesis doctoral que se está
haciendo sobre “Umbral y el calendario”, escribiré sobre él, sobre Paco el gran
majadero, majadero por haber reprochado a Alejandro Soljenitsyne
no haber sido partidario del seminarista y tirano llamado Stalin y, también,
por haber dicho de doña Letizia, esposa de Felipe, que fue “una modesta
estrella de T.V”. Lo de “modesta” nada me gusta, pues
me suena a modista y me recuerda los ojales. Umbral, uno de tantos burgueses,
minués de la monarquía --se podría subtitular así, desde aquí, Oviedo, en cuyo
mes de octubre tanto se ve y a tantos minués-.
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"El lápiz de los verdes encantos". Macron lo coloca sobre el féretro de Ormesson |
El francés Presidente de la República,
Macrón,
que es
macrón por cabezón, despidió en el patio de la
segunda Catedral de París,
Les Invalides,
al cadáver de Jean
D´Ormessón, gran escritor del
Tiempo y siendo el Tiempo el eje de su obra literaria, inmensa, ilimitada,
desértica, como la de Pedro Silva, el de aquí y éste casi beato. Si
Ormesson
escribió en 2003 --“Todo lo que amamos morirá. Yo también. La vida es bella”--,
horas antes de morir a causa de un cáncer que le dejó en los huesos, escribió
con letra temblorosa lo que su hija
Héloïse encontró
en el buró: “Una belleza para siempre. Todo pasa, todo termina, todo
desaparecerá. Y yo que me imaginaba deber vivir para siempre ¿en qué me
convierto yo? No es imposible”. Acaso no pensó hasta ese momento final que él
también desaparecería, no obstante lo cual escribió una última mentira: la
muerte nada puede contra mí”, y mentira porque la muerte lo puede todo, siendo
de victoria total.
El Presidente Macron colocó sobre
el féretro d´Ormesson, no collares, no insignias, no
espadas, no grandes cruces, brillantes como luceros y como
estrellas, sino un lápiz, un crayon, el lápiz
de los “encantos”. Terminó el discurso fúnebre y los músicos militares de Les Invalides interpretaron la más
triste sonata para piano de Mozart. Y su Tiempo se terminó con la incineración,
que es alternativa rápida, siendo más lenta la de pudrirse en un cementerio.
También él, calificado de ecrivain du bonheur pudo elegir: que le quemen o pudrirse.
Jean d´Ormesson llegó a escribir
un libro que tituló El olor del Tiempo,
crónicas de un tiempo que pasa. En la crónica de 4 de noviembre de 1994 (Le Figaro Littéraire) dedicada al escritor Philippe Sollers, habla de una mujer papa, cuya elección, después
del Cónclave, se anunciaría a la Plaza romana con un solemne Habemus Mammam, y yo
añadiría: “”pronunciado por una eminentísima y reverendísima “cardenala camarlenga””.
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Un libro |
No se puede recordar a Jean
d´Ormesson
sin hacer referencia a su epopeya: apoyar y considerar haber llegado el Tiempo
para que Marguerite
Youcenar fuese “inmortal” o de la
Academia francesa (
La Coupole).
La cosa no fue fácil a pesar de lo de Adriano, pues tres muros debieron
derribarse: ser la primera mujer de la Academia, no ser de nacionalidad
francesa sino belga, y ser de disfrute peculiar, de sáficos ardores con su
amada Grace
Frick.
Maria Antonietta Macchiocchi siempre
vió en la lésbica Margarita “la vida nómada de un genio”. Y
una
Youcenar, cuya última obra se titula,
curiosamente
, ¿Qué? La eternidad.
A los judíos siempre preocupó mucho lo del Tiempo, pues su
obsesión por la idea de la “transmisión” lo implica. En esto lo judío recuerda
a lo católico: en el año 2008, en el programa de T.V. (Public
Senat), denominado Conversations d´avenir dijo Attali que la razón del
Estado de la Ciudad del Vaticano es sólo una: que dure y no desaparezca el
catolicismo. Attali asimismo escribió La vie éternelle y lo último que publico fue Ser uno mismo (“Devenir soi”). Entre uno
y otro apareció el Diccionario amoroso
del judaismo, que empieza con la letra A de Aaron y termina con la letra Z
de Zohar.
Como escribe el arquitecto Prestinenza
P. que no se debe cansar a los lectores, aquí me detengo después de frenar con mucha
resistencia, seducido por eso que puede ser tan complicado, de llegar “ser uno
mismo” y que tan pocos lo consiguen: de ahí la necesidad de tomar tantas
pastillas, a las que tan aficionados son los psiquiatras.
Prometo que en pocas semanas continuaré con lo de Attali, con lo de la duración y el dolor por la melancolía
de locos. Eso será, en cualquier caso, antes de salir de Valderas (León) en
dirección a Benavente (Zamora) siguiendo el cauce del Río Cea.
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