ÁNGEL AZNÁREZ, mañana publicará un texto de muchos pliegues y puntillas: el Adviento es ocasión propicia, incluso sin ser adventista de ningún día –séptimo incluido-. Decir esto hoy no busca premio, sino el contrario: el castigo. Ahora que en la ROMA Petrina, con esa facilidad que les caracteriza, y para endulzar con chistes teológicos, pasan de la más rabiosa Inquisición a ser santificadores de Lutero.
Lo de mañana empieza con dos palabras, en singular: “CASTA ELLA”. Aseguro que no es la casta a la que se refiere Pablo, de Iglesias tantas. El único Pablo que “sale” es San Pablo de Tarso, que no por eso fue Tarsicio como sigue siendo Bertone, el del ático, y para recordarnos que él, muy casto (San Pablo), nunca hizo alardes de ser virgen (los alardes de lo que sea, de lo más grande a lo más pequeño, es asunto muy de vascongados).
Y continúan dos palabras, en singular, precedidas, nada menos, que de una conjunción, que, para redundancia, se llama copulativa: “Y CASTO ÉL”, lo que podría dar a entender eso tan difícil de saber si hay tantos castos como castas. Algunas creen que con ponerse la mantilla el Jueves Santo son lo que de ninguna manera son; algunos creen que con juntar las manos a la altura de la bragueta, antes de hacerse la foto en el recinto ferial en el mes de agosto, son lo que de ninguna manera son.
Fdo. Ángel Aznárez.
Sábado, 17 de diciembre de 2016.
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