Gloria Aranguren, Amparín Platero, María Luisa Solares, Lolina, Mª
Antonia, Sela, Maribel -mi propia madre-,
y un largo etcétera responde a aquellas comadronas –hoy se les conoce más como
matronas- que desde que tengo memoria asistían en Gijón al nacimiento de los
niños. Primero nacían en sus casas y por
fortuna, sanitariamente hablando, luego pasaron a los centros hospitalarios.
Todas ellas – concretamente las que cito- eran mujeres tituladas en las
facultades de medicina de Valladolid o de Salamanca, aclaro esto porque en
alguna parte he leído que eran “parteras” sin formación. Es un error, en mi
casa tengo el título de mi madre, y estoy hablando de la década de los
cincuenta, lo que significa que su formación viene ya de bastante atrás. Mujeres
avanzadas para su época que habían decidido formarse en una antigua profesión
que requería, por el bien de la madre y del naciturus, una preparación muy
específica. Aún conservo el recuerdo de mi madre levantándose a las tantas de
la madrugada para desplazarse allí donde un niño estuviese a punto de nacer y
también recuerdo cómo algunas veces permanecía más de un día al lado de la
parturienta esperando el alumbramiento. Como ella, las demás. Todo el mundo las
conocía en Gijón porque formaban parte de la vida familiar de las parejas
jóvenes. Mi progenitora aún conserva una gran caja llena de fotografías de
recién nacidos que ponen cosas como, “a
mi segunda madre”, “a quien me ayudó a nacer”… Pues bien, ahora aparecen en escena unas señoras que dicen llamarse
“doulas” - el significado del vocablo,
leo, es el de sirvienta de la mujer en griego-, que, según
ellas mismas afirman “dan cariño, aconsejan, tranquilizan a las mujeres y las
acompañan emocionalmente”. Como si eso no lo hubiesen hecho toda la vida las
comadronas. Pero lo más grave es que no tienen ningún tipo de formación: invitan
a dar a luz en casa - por supuesto, sin la participación del
marido-, e incluso algunas aconsejan que
se coman la placenta, ya que dicen tiene hormonas y facilita la lactancia. Kafkiano.
Pero lo más grave, a mi entender, no es que existan ese tipo de personas, nadie
está libre de cruzarse con un iluminado, en este caso iluminadas, lo que me
parece gravísimo es que haya mujeres que se pongan en sus manos en pleno siglo
XXI, y precisamente ahora que hemos conseguido formarnos, demostrar que no
somos menores de edad. ¿O algunas aún lo siguen siendo?
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