viernes, 13 de agosto de 2010

COSAS QUE NO ENTIENDO


Si escribiera todas las cosas que no entiendo no podría hacer otra cosa en los años de vida que me queden. Por no entender, no me entiendo ni a mí misma. Pero no es de mi desconcertante persona de lo que quiero escribir: carece de interés, y lo sé. Mi intención es la de comentar una normativa de nuestro ayuntamiento con finalidad –supongo- recaudatoria. Todos sabemos que las arcas municipales están vacías y que nuestros “responsables” políticos han de llenarlas como sea. Y claro, cómo hacerlo: fácil, muy sencillo, exprimiendo al contribuyente. Pero no a cualquier contribuyente, que los que más tienen cuentan con muchos asesores y es harto difícil y complicado sacarles un duro –que se diría hace algunos años-. No, mejor sacarle los cuartos –suponiendo que les quede alguno- a los de abajo. A ser posible a los que menos tienen y a los que más trabajo les cueste ganarlo. Y supongo –mi ignorancia de cómo se salen arriba ese tipo de gestiones es supina- que en una de esas disertaciones sesudas y profundas que –también supongo- mantienen nuestros ediles, el más hábil habrá tenido la ocurrencia brillante: que paguen más los del Rastro. Y una, que tiene mucha afición a ese mercadillo de poco pelo y mucha entraña, no ha logrado entender tal medida. Se pretende, que expidan factura de cuanto venden. Es decir: usted compra unas bragas de un euro, y el vendedor tendrá la obligación de darle una factura que justifique la compra, y así –siempre según nuestros concejales- usted, o yo, como compradores, podremos –si ello fuera preciso- hacer la reclamación correspondiente, en el caso de que la prenda en cuestión le saliese defectuosa. O sea: todo es para salvaguardar los derechos del comprador. No sé si la medida es para reír o para llorar. Lo que está claro es que nuestros gobernantes desconocen lo que es un rastro, y más concretamente el de Gijón. O, tal vez, quieran convertirlo en un Corte Inglés. Me consta que los vendedores ambulantes, que es lo que son las personas a las que afectan esas medidas, están asustados. Primero, porque desconocen –así lo han manifestado ya en la prensa- cómo se hacen ese tipo de facturas y de contabilidad. La mayoría, saca del bolsillo de unos raídos pantalones el dinero que ha de devolver al comprador; y si el billete pasa de diez euros, es frecuente que de un puesto a otro se grite: ¿Tienes cambio, fulano? Me consta también, que pagan su canon por ocupar el espacio en el que instalan sus tenderetes. Tenderetes que montan a primera hora de la mañana y desmontan a primera de la tarde. No es trabajo fácil, no es dinero ganado alegremente. Y me temo que es bastante escaso, porque la crisis también llegó al rastro. Y como digo al principio, no entiendo nada. Siempre fui consciente de que nuestros gobernantes terminarían, tarde o temprano, por asfixiarnos con impuestos, recortes salariales o cualquier otra medida recaudatoria. Aplicada, eso sí, a los ciudadanos de a pie. Pero nunca pensé que comenzarían por ahogar al más humilde, al casi último eslabón de la cadena. No hace mucho, he tenido que hacer una revisión ocular –en una prestigiosa clínica- y cuando fui a abonar la abultada minuta, me preguntaron: ¿Quiere factura? Ni que decir tiene lo que la preguntita significa. ¿O no hay que emitir siempre factura? Pues ahora sé, que cuando vaya a comprar al rastro unes alpargates pal prau, me van a hacer posiblemente la misma pregunta. O tal vez el humilde vendedor me la dé sin preguntar…

Y a continuación la noticia publicada. Que, como apreciará quien lea, se ha dado a conocer en el marco de la Feria Internacional de Muestras. Creo que la magnitud del dislate no podía merecer un marco de menos importancia. De las "falditas" uniformadas que se les quiere poner a los puestos, ya lo dejo a consideración del lector. Yo ya no doy para más.

LOS PUESTOS DEL RASTRO ESTARÁN OBLIGADOS A EMITIR FACTURA (Publicado en EL COMERCIO)

La nueva ordenanza municipal que regulará la venta ambulante sustituyendo a la de 1999 contempla la obligatoriedad de emitir factura. Ésta es una de las novedades anunciadas ayer en la Fidma por la concejala de Participación Ciudadana, Pilar Pintos. Además, los vendedores tendrán que contar con hojas de reclamación a disposición de los clientes.
La ordenanza contempla también la unificación de la estética de los toldos y faldones de los puestos. Se trata de una de las premisas que la concejalía viene barajando desde el pasado año, cuando Pintos anunció, también en la Fidma, que los participantes estarían obligados a lucir los toldos, faldas y mesas de color blanco. «Podrán ser del color que quieran, pero iguales», afirmó ayer.
Se incluye también la posibilidad de cambiar la titularidad del puesto al cónyuge o pareja de hecho, ya que hasta ahora sólo se podía a hermanos o hijos. El tiempo de renovación de esta titularidad se amplía de 1 a 5 años y se establece la figura de suplente de ésta.
Atendiendo a las sugerencias de los propios vendedores, Pintos explicó que se ampliará el horario de entrada y el de salida. El margen para montar los puestos será de 8 a 9 horas, y por la tarde podrán abrir hasta las 16 horas. La ordenanza está en fase de borrador y tiene que esperar a que el Principado apruebe la suya.

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