Al menos eso decía mi abuela, tratando de prepararme para la vida haciendo uso del sabio refranero. Y he de decir, que muchas han sido las veces que he iniciado un nuevo camino, aunque no siempre con la misma fortuna. Más bien, sin ella. Y el pasado domingo he vuelto a las andadas. En contra de mi entorno, y hasta medio a escondidas, he dado mi voto a Rosa Díez. Por supuesto, no lo comenté con nadie; pues, cada vez que manifesté tal intención, me llovieron una serie de argumentos, puede que hasta lógicos, para evitar que yo “desperdiciara” mi voto.
Adelantando que mi interés por la política es escasísimo, y que se circunscribe casi exclusivamente a temas puntuales, que afecten fundamentalmente a los derechos que todo ser humano tiene de ser educado, de vivir en paz, de cubrir necesidades, de mantener a salvo su dignidad… ¡Ya! ¿Que suena a socialismo? No te equivoques, amigo, simplemente estoy hablando de justicia social. También me gusta hablar de libertad. Por eso cito en primer lugar el derecho a la educación, porque es el único camino hacia ella. Y como no me gusta que piensen por mí –cosa que intentan hacer los políticos-, ni tampoco me agrada ser ninguneada por el entorno, decidí cambiar mi voto hacia aquella opción que me pareció más acertada, aún a riesgo de –como me decían- desperdiciarlo. También decía mi abuela, que para coger peces, hay que mojarse el culo. Y eso hice. Me gustó desde el principio la valentía de Rosa Díez, el ímpetu con el que se enfrentó al todopoderoso PSOE, la fuerza de sus convicciones, el coraje para oponerse a decisiones del partido que no compartía, aún a riesgo de perecer en el intento. De alguna manera, salvando una gran distancia ciertamente, me he visto reflejada en sus actitudes, en su rebeldía ante lo que no podía dar por bueno por simple obediencia. Y pensé: esa es de las mías, con tristeza auguré que la aniquilarían pronto. Pero no sucedió: ahí está al frente de un partido con varios éxitos electorales; incluso pese a sus escasísimos recursos económicos. He leído que en la campaña en Asturias se gastó 1.600 euros, sí la cifra no es un error. Desconozco –prefiero no saberlo- los millones que se han gastado los otros partidos.
Así, convencida por mí misma, a hurtadillas de quienes me acompañaban, introduje mi voto en la urna: no fue un voto perdido. Curiosamente, no sé si a la vista del resultado obtenido han perdido el miedo, varios amigos/as me han confesado que han hecho lo mismo que yo: hemos iniciado un nuevo camino. El tiempo dirá a dónde nos lleva.
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