viernes, 19 de abril de 2024

EL LITERATO, EL NOBEL Y EL MARQUÉS, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ publicado en LA VOZ DE ORTIGUEIRA, 31 DE MARZO 2024

              (6ª Parte)

            La muerte, como es sabido, acaba con todo y con todos, incluso con la creencia en la otra vida de tanta fantasía, pues los muertos ya en nada creen. El prestigio de los escritores, por la muerte jodida, se apaga, como se apagan por agotamiento todas las velas y los cirios, hasta el Pascual, que, por grande, parece de larga duración, alumbrando sombras y escondites de templos. Pero el prestigio de los artistas, de los literatos también, después de muchos años resucita, gran excepción, siendo ese resucitar lo que llaman “la inmortalidad del artista”, también del literato.  


            Por negarme a ver apagado el arte del mejor escritor del siglo XX en lengua española, Camilo J. Cela, reclamo desde aquí, a voces desde La Voz de Ortigueira, que, no obstante la barrabasada de lo del Nobel y lo del Marquesado, Camilo resucite ya, ya, pues murió en 2002, dejando de llorarle, de una puñetera vez, tantos hombres y tantas mujeres. En anterior artículo ya me referí a La derrota del fuerte, escrita por Camilo en la sección periódica del ABC, titulada El juego de los tres madroños. 

            Camilo no sólo escribió buenos viajes, también sólidas novelas. No sólo le dio a lo carpetovetónicodestacando la fauna de tantos, “los tontos, barberos, toreros, golfos, conductores de autobuses, poetas, cómicos, cazadores furtivos, fotógrafos ambulantes, criminales y hasta los verdugos”. También pretendió lo nuevo, en el arte de la escritura, y hasta el futuro, que es el colmo de la novedad. De él un sabihondo, que calificó a Madera de boj (1999) de obra maestra, escribió: “La colmena es la novela que, en 1951, abre nuevas perspectivas a la tradición realista española y a la renovación formal”. 



El sábado 23 de marzo de 2024, Luis María Ansón en el artículo Los mejores libros (ABC Cultural), incluyó Madera de boj y escribió: Es la mejor novela, y con diferencia, del autor de La Colmena“. Su técnica se adelanta  en muchos años a lo que va a venir”.  

            Gracias a Penguin Random House Grupo Editorial, en edición de Bolsillo, se publicaron los dos viajes a la Alcarria del gallego Cela, el primero en junio de 1946 y el segundo, casi cuarenta años después, en junio de 1985, esta vez en un Rolls y con Oteliña (Viviana Gordon) al volante, “choferesa que semejan una cometa volando”. Ambos viajes son ejemplo excelente de literatura de viajes, cuya lectura me impresionó y cada vez más en repetidas lecturas, tomando nota de los muchos burros y mulas, entre tanta fauna, que destacó el viajero Cela en ambos viajes. Al principio del primero, ya vio, camino de Atocha, a los tranvías madrileños “lentos, distantes, desvencijados, como viejos burros abultados, amarillos y muertos”.  



            Se ve y se huele lo ocurrido más tarde, por ejemplo, a la entrada de la localidad de Budia, en el primer viaje, con la descripción que hace el viajero Camilo: “Entran en la plaza ocho o diez mulas trotando, sin aparejo alguno, conducidas por un mozo de blusa negra y larga tralla; beben, durante largo rato, en el pilón después se revuelven sobre el polvo, con las cuatro partas al aire. Un hombre viejo está sentado al sol, bajo los soportales”. 

En el viaje de 1985, muy diferente, el viajero-escritor se lamenta y casi llora: “Ya no soy joven sino viejo, estoy gastado de mis setenta años…Engordé cuarenta kilos largos y estoy fondón y más torpe de movimientos de lo que quisiera y fuera menester”. Y hasta recuerda, a su pesar, a la muerte misma, con respeto: “Esto de andar recontando muertes es algo que le gusta poco al viajero, bueno, quiere decir que no le gusta absolutamente nada, que no le gusta ni pizca; la muerte anda de un lado para el otro sin respetar a nadie, ya se sabe, pero tampoco hay que llamarle demasiado la atención, es mejor que pase distraída”. 



Ediciones 98, en 2023, edito el libro Balada del vagabundo sin suerte y otros apuntes de viajeEl libro tiene un prólogo del hijo de Cela, Camilo José Cela Conde,redactado en mayo de 2023 y titulado La mirada de un lobo, escribiendo con mucha intención en la página 18, en referencia a su padre, casi con rabia, lo siguiente: “Dicen que terminó de marqués cuando él tenía a bien proclamar que lo que quería ser era arzobispo de Manila. Juran que se volvió piadoso y un sí no es remilgado. Aseguran que el ateo convencido terminó invocando el amparo de los obispos. Quién sabe”.

Y ante la foto del padre, recibiendo el Premio Nobel de manos del Rey de Suecia, el hijo escribe: “El alma se fue, la luz desapareció del iris del vagabundo años antes de que pudiera, por fin, cerrar los ojos”. 



No me interesan las peleas y cuentas entre un hijo y un padre; por mi experiencia profesional vi y padecí muchas, con ruidosos pleitos sucesorios. Me aburren y me dan ganas de vomitar. Casi escribiría que esos enconados pleitos, aunque se ganen, como los ganó el hijo de Cela, se acaban perdiendo. Me parecen insignificantes. Sólo me interesa destacar que Camilo José Cela, padre, fue un genio de las artes. Por eso mismo inmortal y desde ya.  Es inevitable comparar, y en la comparación, pierde el hijo. 

En la página 56 (Edición de Espasa-Calpe 1996), de Madera de boj, escribe don Camilo: “Para que una mujer enamore a un hombre, son necesarias otras maniobras, se coge un sapo macho lo más grande posible, se sujeta bien con la mano derecha, y se lo pasa unas cinco veces por la entrepierna  mientras se piensa, sapo, sapiño, así como yo te paso por debajo de mi vientre, así Josesiño (o quien sea) no tenga sosiego ni descanso, mientras no venga a mí de todo corazón y de cuerpo, alma y vida”



Y parlando de nenos, no de filloas (en asturiano frixuelos), C.J.C. escribe: “Miguel odiaba a su padre y Amadeo compadecía a su hijo, es más fácil despreciar a un hijo que admirar a un padre, no se puede uno reír en el entierro del padre pero si debe uno llorar aunque sea sin ganas en el entierro de un hijo desgraciado y muerto con la desgracia tan contagiosa como la viruela”.

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