viernes, 19 de abril de 2024

EL LITERATO, EL NOBEL Y EL MARQUÉS, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ publicado en LA VOZ DE ORTIGUEIRA, 31 DE MARZO 2024

              (6ª Parte)

            La muerte, como es sabido, acaba con todo y con todos, incluso con la creencia en la otra vida de tanta fantasía, pues los muertos ya en nada creen. El prestigio de los escritores, por la muerte jodida, se apaga, como se apagan por agotamiento todas las velas y los cirios, hasta el Pascual, que, por grande, parece de larga duración, alumbrando sombras y escondites de templos. Pero el prestigio de los artistas, de los literatos también, después de muchos años resucita, gran excepción, siendo ese resucitar lo que llaman “la inmortalidad del artista”, también del literato.  


            Por negarme a ver apagado el arte del mejor escritor del siglo XX en lengua española, Camilo J. Cela, reclamo desde aquí, a voces desde La Voz de Ortigueira, que, no obstante la barrabasada de lo del Nobel y lo del Marquesado, Camilo resucite ya, ya, pues murió en 2002, dejando de llorarle, de una puñetera vez, tantos hombres y tantas mujeres. En anterior artículo ya me referí a La derrota del fuerte, escrita por Camilo en la sección periódica del ABC, titulada El juego de los tres madroños. 

            Camilo no sólo escribió buenos viajes, también sólidas novelas. No sólo le dio a lo carpetovetónicodestacando la fauna de tantos, “los tontos, barberos, toreros, golfos, conductores de autobuses, poetas, cómicos, cazadores furtivos, fotógrafos ambulantes, criminales y hasta los verdugos”. También pretendió lo nuevo, en el arte de la escritura, y hasta el futuro, que es el colmo de la novedad. De él un sabihondo, que calificó a Madera de boj (1999) de obra maestra, escribió: “La colmena es la novela que, en 1951, abre nuevas perspectivas a la tradición realista española y a la renovación formal”. 



El sábado 23 de marzo de 2024, Luis María Ansón en el artículo Los mejores libros (ABC Cultural), incluyó Madera de boj y escribió: Es la mejor novela, y con diferencia, del autor de La Colmena“. Su técnica se adelanta  en muchos años a lo que va a venir”.  

            Gracias a Penguin Random House Grupo Editorial, en edición de Bolsillo, se publicaron los dos viajes a la Alcarria del gallego Cela, el primero en junio de 1946 y el segundo, casi cuarenta años después, en junio de 1985, esta vez en un Rolls y con Oteliña (Viviana Gordon) al volante, “choferesa que semejan una cometa volando”. Ambos viajes son ejemplo excelente de literatura de viajes, cuya lectura me impresionó y cada vez más en repetidas lecturas, tomando nota de los muchos burros y mulas, entre tanta fauna, que destacó el viajero Cela en ambos viajes. Al principio del primero, ya vio, camino de Atocha, a los tranvías madrileños “lentos, distantes, desvencijados, como viejos burros abultados, amarillos y muertos”.  



            Se ve y se huele lo ocurrido más tarde, por ejemplo, a la entrada de la localidad de Budia, en el primer viaje, con la descripción que hace el viajero Camilo: “Entran en la plaza ocho o diez mulas trotando, sin aparejo alguno, conducidas por un mozo de blusa negra y larga tralla; beben, durante largo rato, en el pilón después se revuelven sobre el polvo, con las cuatro partas al aire. Un hombre viejo está sentado al sol, bajo los soportales”. 

En el viaje de 1985, muy diferente, el viajero-escritor se lamenta y casi llora: “Ya no soy joven sino viejo, estoy gastado de mis setenta años…Engordé cuarenta kilos largos y estoy fondón y más torpe de movimientos de lo que quisiera y fuera menester”. Y hasta recuerda, a su pesar, a la muerte misma, con respeto: “Esto de andar recontando muertes es algo que le gusta poco al viajero, bueno, quiere decir que no le gusta absolutamente nada, que no le gusta ni pizca; la muerte anda de un lado para el otro sin respetar a nadie, ya se sabe, pero tampoco hay que llamarle demasiado la atención, es mejor que pase distraída”. 



Ediciones 98, en 2023, edito el libro Balada del vagabundo sin suerte y otros apuntes de viajeEl libro tiene un prólogo del hijo de Cela, Camilo José Cela Conde,redactado en mayo de 2023 y titulado La mirada de un lobo, escribiendo con mucha intención en la página 18, en referencia a su padre, casi con rabia, lo siguiente: “Dicen que terminó de marqués cuando él tenía a bien proclamar que lo que quería ser era arzobispo de Manila. Juran que se volvió piadoso y un sí no es remilgado. Aseguran que el ateo convencido terminó invocando el amparo de los obispos. Quién sabe”.

Y ante la foto del padre, recibiendo el Premio Nobel de manos del Rey de Suecia, el hijo escribe: “El alma se fue, la luz desapareció del iris del vagabundo años antes de que pudiera, por fin, cerrar los ojos”. 



No me interesan las peleas y cuentas entre un hijo y un padre; por mi experiencia profesional vi y padecí muchas, con ruidosos pleitos sucesorios. Me aburren y me dan ganas de vomitar. Casi escribiría que esos enconados pleitos, aunque se ganen, como los ganó el hijo de Cela, se acaban perdiendo. Me parecen insignificantes. Sólo me interesa destacar que Camilo José Cela, padre, fue un genio de las artes. Por eso mismo inmortal y desde ya.  Es inevitable comparar, y en la comparación, pierde el hijo. 

En la página 56 (Edición de Espasa-Calpe 1996), de Madera de boj, escribe don Camilo: “Para que una mujer enamore a un hombre, son necesarias otras maniobras, se coge un sapo macho lo más grande posible, se sujeta bien con la mano derecha, y se lo pasa unas cinco veces por la entrepierna  mientras se piensa, sapo, sapiño, así como yo te paso por debajo de mi vientre, así Josesiño (o quien sea) no tenga sosiego ni descanso, mientras no venga a mí de todo corazón y de cuerpo, alma y vida”



Y parlando de nenos, no de filloas (en asturiano frixuelos), C.J.C. escribe: “Miguel odiaba a su padre y Amadeo compadecía a su hijo, es más fácil despreciar a un hijo que admirar a un padre, no se puede uno reír en el entierro del padre pero si debe uno llorar aunque sea sin ganas en el entierro de un hijo desgraciado y muerto con la desgracia tan contagiosa como la viruela”.

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sábado, 13 de abril de 2024

O SEU NENO O SEU FILLO. Artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en la Voz de Ortigueira el 24 de marzo de 2024)

                                                          (5ª Parte)

            La madrastra Marina aguantó la taurina envestida de los jueces, perdiendo los pleitos, todos, ganándolos el hijastro Camilo C. Conde, en hazaña como de Cenicienta rosa o de negro Capitán Trueno. No tuvo más remedio la del principio, que volverse a casar, también por amor, esta vez a la tercera.



 Camilo, el hijo de Camilo, ni abogado ni pirata como aconsejaba Byron, fue locuaz en los días siguientes al fallecimiento de su padre (enero de 2002), pues primero dijo: “El deber de un hijo es enterrar a su padre, no juzgarlo. Con parecidas palabras lo dice Shakespeare en Julio Cesar”. Es verdad que Shakespeare, por boca de Antonio, uno del Triunvirato después del asesinato de Cesar, escribió algo parecido, muy parecido, pero diferente. También por aquellas fechas, en segundo lugar, el hijo Camilo (neno o fillo) y de Camilo, en el diario El País (página 31, de 18 de enero de 2002)escribió: “Quien se muere no es solo un escritor de culto, premio de todos los premios. Es tu padre y, ahí, naufragan los tópicos al uso”.  



            Hubo muchos más que, en aquellas mañanas invernales, de cirios y velones fúnebres, con cura tapado de morado, retorciendo las rectas líneas de la filiación, se declararon hijos, herederos de Cela. Uno de ellos fue Umbral, que tanto amó al Cela padre, pero que a medida que iba pasando el tiempo, más a parir lo ponía, no obstante haberse declarado “huérfano y ser su hijo literario”. Hay que tener en cuenta que Umbral, a diferencia de Cela, nunca llegó a ser académico de la Lengua, y Cela, sobre la Academia, exclamó:” Llegar a la Real Academia es como tirarse a la vecina.  Una vez que nos la hemos tirado, pues ya está”.  



Y de Umbral dicen, que apenas se comió una pequeña rosquilla, y que lo de las vecinas ni pío, y que disparó en 1997 con aquello de que “los godos eran ya la Derechona”. Y en el año 2001, el de Valladolid, en la sección Los placeres y los días del diario El Mundo, a Marina Castaño la llamó “animadora cultural”, --esa rara virtud-- escribió. Umbral, antes, en 2001, en la misma sección y diario indicados, bajo el título La madera de Cela, declaró en plan profesor de instituto o de Escuela Anormal de Magisterio: “Los jóvenes se nutren de desastrosas traducciones anglosajonas y se limitan a redactar mal, porque, aunque se dicen escritores, ignorarán siempre qué cosa es este verbo intransitivo: escribir”. 



Cela padre, en cuanto gallego, siempre cortejó a la muerte; por eso escribió tanto del cementerio en el que está enterrado, junto a un olivo, cerca de Rosalía, en Íria Flavia. A mí - lo declaro con toda solemnidad-, me gusta más el Cementerio de Santa Marta de Ortigueira, por sus vistas a la Ría desde el alto sitial de muertos, que el de Cela, el de Adina. Pensando en la Resurrección, me parece más gratificante ver de pronto, al despertar del largo sueño, una esplendorosa ría que un fúnebre olivo, estéril por falto de aceitunas. Y es que Santa Marta tiene tres cosas de fama mundial: la Ría, el Cementerio y la Tarta de Santa Marta. 



Sabido que Galicia es tierra de ricas empanadas frías y calientes, y de tartas genuinas. A Camilo (pai) la tarta que más le gustaba era la de Santiago, y a mí, la que más me gusta, es la de Santa Marta, con esas frutas escarchadas, rojas y verdes, encima del hojaldre y almendrado, tan brillante que parece de cera, y todo con esa excelencia pastelera que es lo empalagoso. 



Nunca entendí cómo las “personas empalagosas” resultan tan incómodas, incluso siendo novios, y los pasteles resultan más ricos y sabrosos cuanto más empalagosos sean. Y allí donde esté una rica tarta de Santa Marta, que se quiten las de O Rey das Tartas, el de Mondoñedo, sede del otro rey, el Obispo de la Diócesis.








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viernes, 5 de abril de 2024

CELA, EL DEL “GALLEGO Y SU CUADRILLA”, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en la Voz de Ortigueira el 15 de marzo de 2024)

4ª parte


            Camilo José escribió mucho de alcarreños, de leridanos, hasta de judíos, moros y cristianos. Camilo José Cela escribió poco de gallegos, siendo él tan gallego y tan gallo, casi como “los capones” de Villalba. Por eso su libro El gallego y su cuadrilla y otros apuntes carpetovetónicos, es tan interesante. A ese libro, una tal Marisa Sotelo Vázquez, tan sabia como sabias son las del Cantón de Santa Marta de Ortigueira, dedica un capítulo en el libro Camilo José Cela, el taller del escritor, de La Editorial Renacimiento, publicado en 2023.



Es interesante reproducir aquí lo que dice Marisa al final de su capítulo: “Aunque Cela ubica el origen geográfico de sus apuntes carpetovetónicos en la España árida, en la meseta castellana (Cebreros, la Alcarria), no se olvida de que la perspectiva desde la que contempla esa realidad es la perspectiva de un gallego, con propensión ensoñadora,  lírica e incluso sentimental…una visión humorística, caricaturesca  e irónica de la realidad, en la línea de otros escritores gallegos: Julio Camba, Fernández Flórez y por supuesto Valle Inclán”. 



En El gallego y su cuadrilla escribe Cela del torero conocido por “El Gallego”, curiosamente de nombre Camilo, que formó cartel taurino con el Chicha, llamado Adolfo Díaz, que fue algo bizco, grasiento y no muy largo, y con Cascorro, llamado Valentín Cebollada, que fue pequeño, duro y muy sabio en el oficio. Y también escribe Cela del puntillero, llamado Jesús Martín, que soporta cicatriz que le cruza la cara de lado a lado, siendo, además, un poco tartamudo, y flaco, de pocos amigos. 



Cuenta Cela que por la puerta abierta del chiquero salió un novillo-toro, nacido en los campos de Ciudad Real, “colorado, viejo, escurrido y corniveleto”, al que “El Gallego” dio tres o cuatro mantazos como pudo.  Después de varios percances de Tauromaquia, con cogida incluida, “El Gallego”, según Cela, tuvo que ingresar en la enfermería de la plaza toledana, muy malherido, correspondiendo a Cascorro la faena con la espada, y con tanta equivocación y reiteración, que media docena de guardias civiles tuvieron que bajar al redondel para evitar un desorden del respetable, dejando de ser tal para convertirse en furioso.



Esto último, no sólo está en el libro de Cela al principio indicado, también está en las llamadas Páginas Escogidas de la Colección Austral, por el crítico, también gallego, llamado Darío Villanueva, que tanto sabe, incluso de esa otra gallega, de ajustados corsés, apellidada Pardo y Bazán, que tan caliente la ponía su amante canario, llamado Benito (siempre los Benitos calentaron mucho). En el Estudio Preliminar de don Darío, se dice que el esposo de la señora Trulock, padre de Camilo José, fue funcionario de Aduanas, añadiendo yo, que ya, en aquellos tiempos, en Villagarcía de Arosa, había mucho peligro, aunque Santiago Apóstol no fue allí descabezado o descabellado, sino más lejos, en el Oriente.





Torerismo y tancredismo: Lo de lo carpetovetónico es interesante, pues el summum de ello es una corrida de toros, no siendo los gallegos, hay que reconocerlo, muy dados a ser toreros o dedicarse a lo de la torería. Conozco a muchos gallegos, no habiendo entre ellos un torero alguno. Lo que si hay, habiéndolo comprobado, es la abundancia, casi mogollón, de “tancredos”, que es también un torerismo, aunque de otra manera. Y para que no se me impute por partidismo de género, añadiré que también hay muchas “tancredas”, que es un parecido a eso tan sexual que suele decirse, subiendo faldas y enaguas: “Aquí me las den todas”. 




Continuará. 

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martes, 26 de marzo de 2024

RECORDANDO LOS VIVOS AL MUERTO, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en la Voz de Ortigueira el 23 de febrero de 2024)

                                             Sigue lo de don Camilo J. Cela

                                                           (3ª Parte)

            Como suele acontecer, los vivos hicieron con el muerto, Camilo José Cela, lo de siempre: hundido éste bajo tierra, con los ojos cerrados, y encerrado en pesadas maderas, no de boj. El hijo protestó por lo de la herencia, llevando a la jueza escrituras y testamentos, para que dijera que estaban mal hechos; con falsedades por ser fechoría de madrastra y muy “litri” el firmante. La madrastra, queriendo ser fina, como las Finitas de Santa Marta y alrededores (¡Cuánto me gustan las Finitas!), resultó lo contrario, como una de esas “animadoras culturales”, asistentas en residencias de la Tercera Edad, subvencionadas por la Xunta o por el “gobernín” del Principado de Asturias. La  madrastra del hijo dejó de ser tal, pues, olvidándose del muerto, se volvió a casar, pasando así a ser madrastra de otros. 




Los periodistas y demás hombres y mujeres de pluma, antes muy amigos, pusieron a parir al muerto nada más ser enterrado, diciendo que fue escritor con muchos negros, para mí increíble, y que uno de ellos se llamaba Marcial Suárez, el de Allariz, y padre de Santiago, el primer profesor de Griego del Instituto de Ortigueira, a finales de los setenta, del siglo XX. Sólo una mujer, Carmen Rigalt, entre lloros, muy compungida, en la última página de su periódico, a la izquierda, escribió el 20 de enero de 2002 lo siguiente, tan lírico: “Lloran despacio los castaños y el cielo entona un réquiem sobre piedras mojadas de Íria Flavia. El entierro del Nobel fue una acuarela en lágrimas”. 




Unos dijeron que fue de la Derecha dura, al igual que Martín Villa, habiendo sido muy amigo de Aznar, visto muy apenado por la desaparición del amigo, siendo chocante tanta intimidad y alianza, pues Cela siempre fue de aumentativos y Aznar, según Umbral, fue de diminutivos, con ese extraño labio tapado por el cortinaje hecho bigote, que es lo único grande. En el Cementerio cercano a Padrón estaban ministras y ministros destacados, como Pilarín (del Castillo), Lucas (el de Pucela), Trillo (el de lo de Perejil), y Rajoy (el de las tapaderas, esta vez con gabardina). La izquierda ya se pronunció en Alcalá de Henares en 1966 (entrega del premio “Cervantes”) por boca de la ministra de Cultura, Carmen Alborch, que en paz esté, y que con el típico optimismo antropológico de los de ese lado, de la izquierda, dijo: “Cela es una parte consustancial de nuestra naturaleza”. 




Me quedo con lo escrito en la página 82 del libro de 2023, titulado Camilo José Cela, el taller de escritor: “Su realidad es la perspectiva de un gallego, con propensión ensoñadora, lírica y sentimental”. Y se añade el recuerdo a otros escritores gallegos, Julio Camba, Fernández Flórez y por supuesto Valle-Inclán, verdaderos antecedentes del peculiar sentido del humor del autor de La familia de Pascual Duarte.




Como afortunadamente no soy crítico literario, pues soy mucho más, la pretensión de mis artículos anteriores, del presente y de los siguientes, está en dejar constancia, en este tiempo de luto y olvido, del recuerdo a uno de los mejores escritores españoles del siglo XX. Reclamo su resurrección inmediata, y que sea más parlante que la del mudo Lázaro, el del Evangelio, que nada contó habiendo estado en el más allá. Al menos eso dicen.




Y escribiendo del escritor de Padrón, he de manifestar mi deseo de emPADRONarme en Santa Marta, para así poder votar a los de Primeiro Ortigueiragustándome mucho lo leído en La Voz de Ortigueira, de Ana Franco Martínez, lo de “La Trágala”, y de Pablo Breijo Caruncho, lo de “El deshielo”. Y lo de Moriyón con “su” medio es de mucha tela y pela. Así me gusta: hay que reivindicar y reivindicar. Los del PP, en cambio, me parecen botarates, si bien me apresuro a indicar que “botarates” son todos, incluso, acaso, los de Primeiro Ortigueira y Moriyón,pues todos buscan el voto, aunque “botarate” se escriba con be y voto con uve.  




Habrá que hacer lo que los sastres: tomar medidas, muchas, con centímetros amarillos y alfileres, debiendo tener extremo cuidado con las mujeres armadas con tijeras. Éstas suelen empezar cortando los viriles cabellos, como Dalila a Sansón; siguen con del afán de cortar lenguas; y terminan, si se las deja, cortando lo demás abajo, de número par, lo masculino y entrepiernas. Todo es un peligro para todos, en especial para los que no quieren, no queremos, quedar capones.

O sea, que me gusta Ana Franco, pero sin tijeras.  

Continuará.   

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martes, 19 de marzo de 2024

ENTERRADO JUNTO AL OLIVO. Artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en La Voz de Ortigueira 2 de febrero 2024)

                                            (2ª Parte)


            Me escribe una dama de posibles, la cual dice vivir cerca del Cantón de la Villa Condal de Santa Marta, que es Villa acantonada y no acartonada. Me dice la dama que siempre tuvo confuso lo de Padrón y lo de Íria Flavia, como lugares del natalicio de Camilo J. Cela, el marqués. Y la digo que lo mejor es dejar a C.J.C que lo explique él mismo. 



En el libro ya indicado en el artículo anterior, A vueltas con España, editado por Seminarios y Ediciones en 1973, prologado por el soriano Dionisio Ridruejo, al final, bajo la forma de “Anteproyecto de preguntorio y sus respuestas, el acreditado procedimiento del Padre Astete”, a la pregunta ¿Dónde nació usted? responde: “En Iria Flavia. Un conocido pedagogo de derechas de toda la vida, sexagenario y célibe, se permite dudar de que mi pueblo exista sobre la geografía, y digo que Padrón ni es Íria Flavia ni está en la provincia de Pontevedra”. El prologuista castellano vio al entonces joven Cela así: “Flaco, huesudo, alto, y su curva frontal salía tanto que le hacía sombríos los ojos”.

 


En otro libro, éste mas reciente, Balada del vagabundo sin suerte y otros apuntes de viaje, de Ediciones 98 (2023), sobre Íria Flavia, escribe Cela: “Un poco más al Norte, Finis Terrae. No es cierto que haya nada más allá. Íria Flavia es el último nombre latino de Occidente”. Y más adelante continúa:



”Santa María la Mayor de Íria Flavia, enlosada de epitafios, espantada en sus hieráticos santos románicos y rodeada de un cementerio –el tierno cementerio de Adina- de Rosalía donde los muertos se cubren de dulce tierra, la madreselva olorosa y enamorada se cuelga por los muros, y el olivo es el árbol funerario, alza su arquitectura al borde mismo del camino real”.

 

         Rosalía cantó: ¡O simiterio d´Adina

                                 N´hai duda qu´é encantador

                                 C´os seus olivos escurpos

                                 Mais vellos c´os meus abós!  

 

Y Cela, del olivo, descansando para la eternidad al otro lado de Santa María la Mayor de Íria Flavia, al lado de un olivo desde enero de 2002, ya en 1945, escribió: “El olivo es el árbol mortuorio de los señores: ancestral, ventrudo y sin olivas”.

 


         Camilo J. Cela, el marqués, escribió en muchos periódicos, hasta en el ABC, y en ese periódico el 17 de abril de 1981, en su sección “El juego de los tres madroños”, bajo el título La derrota del fuerte, escribió: “Es difícil saber retirarse a tiempo, pero es aún más difícil atinar con el preciso instante de retirarse de la vida” (en la otra cara del papel periódico, hay un artículo de Baltasar Porcel, titulado El golpe, después del golpe)

 


         Y la muerte le llegó en enero de 2002, el jueves 17 de enero. De Madrid lo trasladaron al cementerio de antes, en caja de madera y en posición horizontal, no en vertical como los relojes de pared del cura de Ladrido. Allí, en tarde gris, con olores a muerto de inciensos y de flores coronadas, fue enterrado junto al inodoro olivo. El entierro del Nobel fue llamado “una acuarela en lágrimas”.

 


         Poetisas de ocasión recitaron estrofas y versos; las gaitas, como las de Ortigueira, sonaron a lamentos como las de Escocia,  sin que los gaiteros portasen tartanes ni enseñasen piernas. Un experto en herencias, ante lo que se avecinaba, acaso notario, gritó: “Al tiempo que mueren los muertos, reviven muchos vivos que hacen carrera de los muertos”.  

 

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domingo, 10 de marzo de 2024

CELA, EL DE IRIA-FLAVIA. Artículo de ÁNGEL AZNÁREZ publicado en LA VOZ DE ORTIGUEIRA, La Coruña el 12 de enero de 2024

           Camilo José nació en un lugar especial, que impone, en la aldea coruñesa de Iria-Flavia, que fue el inicio de la Historia Compostelana, pues en sus tierras predicó y fue sepultado Santiago El Mayor. En la importancia de Iria Flavia, sea verdad histórica o sea leyenda, para derrotar al poderoso imperio musulmán de Al-Ándalus, estuvieron de acuerdo Sánchez Albornoz y Américo Castro. 

 Confieso mi admiración por las plumas de los siguientes escritores gallegos, con los que tanto disfruté y aprendí. Primero fue Valle-Inclán, fallecido en 1936; luego fue Fernández Flórez, fallecido en 1964; más tarde fueron Álvaro Cunqueiro y Torrente Ballester, fallecidos, respectivamente, en 1981 y 1999; finalmente disfruté y aprendí con Camilo J. Cela, fallecido en 2002. 



Y revelo ahora, como ángel que soy, mi llegada al Condado de Ortigueira, en el lejano año de 1978, para saber si eran de verdad las maravillosas y fabulosas aventuras que contaron aquellos gallegos, naturales de Pontevedra, La Coruña, El Ferrol y Lugo. Doy fe que fueron verdad.  

            Con mucha pena cito a Antonio Jiménez Barca: “Hay una regla escrita que advierte de que todo escritor, por muy célebre que sea, sufre un eclipse pasado un tiempo desde su muerte”. Eso es una verdad lamentable, y por eso, contra eso, me gusta escribir de esos difuntos, como si patalease enfadado y arrojando al suelo las papillas desde la “trona”, la mía. 



            El pasado domingo, el 17 de este mismo mes y año, en el Rastro de Oviedo, adquirí, al precio de un euro, el libro de Camilo J. Cela, titulado El gallego y su cuadrillaeditado por Destino, 3ª edición, diciembre de 1967, con prólogo fundamental de don Camilo sobre lo carpetovetónico. El 21 siguiente, en mi librería ovetense, compré El taller del escritor (Camilo José Cela), en edición muy reciente a cargo de Cristina Carbonell y otras, interesándome el trabajo de Marisa Sotelo sobre el libro al principio indicado, el del gallego. 



            Los errores cometidos por Cela, sus arrogancias, desmesuras y “el monarquismo” de pelotillero, no me apartaron de su literatura magnífica: novelas, viajes y tipos carpetovetónicos. Recuerdo ahora su campanuda proclamación al recibir el premio “Príncipe de Asturias de las Letras”, en 1987: “Alteza, los españoles estamos orgullosos y celosos de vuestro padre, el Rey, pero tenemos la difusa pero también ciertísima convicción de que sin su providencial presencia entre nosotros no estaríamos celebrando aquí y ahora esta fiesta de concordia y de paz”. Y el Rey, padre o papá, estaba allí. 

            Tres sentencias me interesaron mucho: a): La sentencia dictada en primera instancia, de 11 de enero de 2010, por el Juzgado de 1ª Instancia de Madrid; b) La dictada en apelación por la Audiencia de Madrid, el 31 de mayo de 2012 y c) La sentencia del Tribunal Supremo de 2 de octubre de 2014. Las tres sobre el conflicto por la herencia de don Camilo, entre su segunda esposa, Marina, y su hijo único, Cela Conde, del primer matrimonio contraído con Rosario Conde. La victoria judicial del hijo fue de apabullar.



Esas sentencias las tuve que estudiar con detenimiento, pues afectaban a un tema básico de Derecho civil: la protección de la llamada “legítima” de los hijos, frente a lo demás y a los demás, cónyuge incluida. Y cada vez que veo y ojeo entrevistas a Cela, en papel o en vídeos, tan dominante y arrogante, pienso en lo encogido que estaría, al saber que su testamento y que muchas de las últimas escrituras por él otorgadas, fueron anuladas por fraude a los derechos legitimarios del hijo. 



No se pudo imaginar Cela que, ya muerto, iba a protagonizar un típico enredo novelístico como del romántico siglo XIX. ¡Qué mal quedó! Pensando en don Camilo, recordé con pena, lo que escribió uno de mis cretenses favoritos, Nikos Kazantzakis: “Era un pavo real y tenía abiertas permanentemente sus llamativas plumas, pero si se le desplumaba se encontraría una vulgar gallina”.  

Continuará.

                                Fotos del autor de Santa Marta de Ortigueira

sábado, 24 de febrero de 2024

SUPLICANDO CONFIANZA, QUE FALTA HACE. Artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en Religión Digital el 4 de febrero de 2024)

            El escritor duda: no sabe si es torero o tancredo, y esa duda le embarazan cuando, de rodillas y en lance con el capote, recibe al toro en el centro de la plaza, al toro salido del chiquero. Que eso es escribir de teologías y bendiciones con citas del Papa Francisco. Y siempre queda la tranquilidad de saber que la Santa Inquisición, tan celosa y de tanta duración, murió de manera definitiva en 1834, durante la Regencia de una “Borbona”. No obstante, se suplica clemencia, a quien sea y por lo que fuere, no soportando los calores de la hoguera inquisitorial y de los procesos por herejías, no pretendiendo orejas o rabo, tampoco golpes de almohadillas blandas, que impactan como ladrillos anónimos.

            Y empiezo diciendo lo que no soy: no soy teólogo, luego ante un asunto tan teológico como son las bendiciones, lo aconsejable sería callarse; pero no me da la gana, teniendo en cuenta, además, que las bendiciones, por sacramentales de menudillos, que no sacramentos, son también jurídicas, aunque menos (cánones 1166 y ss). Por cierto, que el número SIETE, el de los sacramentos, es el mismo número de los pecados capitales. No sería aceptable que los teólogos, más vanidosos incluso que los juristas, tuvieran la exclusiva en lo de las bendiciones y, en su contrario, las maldiciones. Y con humildad, para saber más, leo y estudio al teólogo dominicano, Antonio Osuna Fernández-Largo, O.P., conventual y fraile, que vive rodeado de las piedras centenarias, casi místicas, del Convento de San Esteban, en Salamanca.  



            Tampoco soy obispo, presbítero, ni siquiera diacono ocasional; soy casi nada, lo mínimo, un laico, no perteneciente a ningún relevante instituto secular, ni siquiera a la Adoración nocturna. Eso sí, estoy al día en los sacramentos que me afectan, excluidos, por ahora, el de la Unción de los enfermos y el del Orden, e incluido, también lo cumplo, el aburrido sacramento del matrimonio, por ser único y para siempre: in eternum, como dicen los sabihondos.  

            Tampoco soy de papolatrías, habiéndolo casi sido de Benedicto XVI sin duda alguna al leer sus dos excepcionales Encíclicas, Caritas in veritate Deus Caritas est, dejando de serlo cuando, sabiendo que en cosa de días iba a renunciar al Vicariato, nombró a su secretario particular, tan preferido, arzobispo, por una parte, y Prefecto de la Casa Pontificia, por otra. Visto lo cual, mi papolatría quedó en nada. Y del Papa Francisco me disgustó que nombrara a un arzobispo, escogido entre los tres que le presentó el marido de Leticia, Rey, lo cual fue pecado, para mí, contra el Concilio Vaticano II y la Constitución española de 1978. Tampoco me gustó que Francisco “trasladara” a los judíos del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso al Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, siendo los judíos radicalmente anticristianos, al rechazar que un judío, Cristo, fuera “Dios”. Y ello lo escribo no ignorando ni lo del Antiguo Testamento ni lo del lento proceso de separación del cristianismo respecto del judaísmo, con modelos tan parecidos, según Habermas en Una historia de la filosofía, Trotta, 2023, pág.410 y ss.) Y nunca lo dije, diciéndolo ahora: tengo dudas, jurídicas, sobre el Sínodo, en tramitación, de la Sinodalidad.

 


            He de advertir que las papolatrías, teniendo en cuenta lo dispuesto en el canon 331, son naturales, las comprendo, incluso en estos tiempos del cambio continuo. Se pasó de papas que no tenían cuerpo, ángeles sin duda, que morían sin ponerse enfermos, a unos tiempos en que el Papa moría delante de las cámaras de T.V. (San Juan Pablo II); ahora los papas, por tenerlos, enferman de los intestinos. Tiempos estos, no de Papa rico, vestido no con polainas blancas, sino de Papa pobre, con baratos pantalones negros y con pectoral de alpaca. ¿Quién habrá heredado la preciosa colección de pectorales de oro y brillantes del Papa Benedicto XVI?

            Aunque no lo debo decir muy alto, digo que me gusta el Francisco que trató de poner en orden, en parte, sólo en parte, a los lobbys y mafias vaticanas, por los asuntos de dineros y demás abusos, incluidos los sexuales. Me gusta la sencillez de Francisco y su predicación evangélica, haciendo su austeridad más llamativos los lujos de su antecesor, que tan sencillo era (Ratzinger) cuando se paseaba con boina de cura por la Vía della Conciliazione y denunciaba el carrierismo eclesiástico, quizá porque su entonces secretario particular fuese otro, no tan ambicioso como el último, que hasta quiso, idiota, ser más que Francisco. Y llegó Francisco e hizo lo que tenía que hacer. ¡Morrocotudo es Francisco, qué carácter! 



            Y vamos ya al meollo del cogollo: El Dicasterio para la Doctrina de la FE, siendo Prefecto Víctor Manuel Cardenal Fernández, hizo pública una llamada Declaración Fiducia supplicans, compuesta de una Presentación, que sólo la firmó el prefecto, una Introducción y cuatro apartados o partes, (APROVECHANDO PARA RECOMENDAR SU LECTURA), pues ya lo dijo Baroja: “Redios, aquí, no lee ni Dios”. La introducción y los cuatro apartados o partes están firmados por el indicado Prefecto y también por el Secretario para la Sección Doctrinal del Dicasterio, indicándose finalmente: “Ex Audientia Die 18 diciembre 2023. Francisco”. Ya en la Presentación, el Prefecto lo dice: La aprobó el Santo Padre con su firma.   



            En esa Presentación, firmada, pues, por el Cardenal Prefecto, varias ideas nucleares e importantes se destacan, siendo la posterior introducción y las demás partes de la Declaración, un desarrollo de lo anunciado en la Presentación:

            --Firmeza en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, no permitiendo ningún tipo de rito litúrgico o bendición similar a un rito litúrgico que pueda causar confusión. 

            --Contribución específica e innovadora al significado pastoral de las bendiciones, que permite ampliar y enriquecer la comprensión clásica de las bendiciones estrechamente vinculada a una perspectiva litúrgica. 

            --Consecuencia de la visión pastoral del Papa Francisco.

            --En ese contexto, se puede entender la posibilidad de bendecir (a) a las parejasen situaciones irregulares y (b) a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio. Eso mismo, idéntico, “parejas en situaciones irregulares” y “parejas del mismo sexo” lo repite el apartado III de la Declaración. Pudiera ser que haber escrito lo de bendecir parejas en situaciones irregulares o del mismo sexo asustase e hiciera pensar a muchos en un exceso, teniendo en cuenta las normas y exigencias “De los sacramentales”, regulados, reitero, en los cánones 1166 y siguientes, estando en ello el escándalo, y debiendo diferenciarse, como se hace en otras materias (número 5 y 41), entre una clase y otra de “parejas”. 



            En el apartado I (números 4, 5, 6) se declara que la Iglesia se mantiene firme en la doctrina tradicional, calificada de perenne sobre el matrimonio católico, o “unión exclusiva, estable e indisoluble entre varón y una mujer”, procurándose evitar confusiones sobre la realidad sacramental del matrimonio, el genuino y único matrimonio cristiano. En el apartado II (números 7 a 30), comienza señalando la naturaleza de las bendiciones, consideradas, correctamente, como sacramentales, mencionándose (número 8) los que pueden ser sus destinatarios, y distinguiéndose entre el sentido litúrgico de las bendiciones (bendiciones ritualizadas), que aquello que se bendice ha de ser conforme a la voluntad de Dios, del “enfoque mayormente pastoral”, bendiciones no ritualizadas, que son recurso pastoral, o actos de devoción que “encuentran su lugar propio fuera de la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos”, y se añade: “Hay que evitar añadir modos propios de la celebración litúrgica a los ejercicio de piedad, que deben conservar su estilo, su simplicidad y su lenguaje característico”.

            Interesa señalar que en el apartado III (números 31 a 41 inclusive), acerca de las bendiciones no ritualizadas, interesantes desde un punto de vista pastoral, se recomienda efectuarlas en visita a santuarios, el encuentro con un sacerdote, la oración recitada en un grupo o durante una peregrinación. Y es importante lo que dice a los ministros ordenados: tratándose parejas del mismo sexo, “no cabe esperar otras respuestas sobre cómo regular los detalles o los aspectos prácticos relativos a este tipo de bendiciones”. ¿Y respecto a las otras parejas, en situación irregular qué, cabe esperar? 



Finalmente, en el aparado IV se recuerda que la “Iglesia es el sacramento del amor infinito de Dios”, que conlleva las exigencias de bendecir. Se concluye con el recordatorio por el Dicasterio, antes el del Santo Oficio: “Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición y recibir la bendición

            El teólogo P. Osuna definió la bendición así: “La bendición es una fórmula religiosa por la que pedimos a Dios el don de la paz y la salvación para cualquier persona y lo hacemos como un deseo propio del sacerdocio cristiano de la Iglesia, implorando a Dios estos dones que siempre vienen de él, que es lo mejor que podemos desearnos unos a otros y que solo Dios puede concedernos. Es una obra de caridad espiritual para el prójimo y de fe en que todo don de Dios es un bien para los seres humanos y para el resto de las criaturas o cosas usadas por ellos”.  



            Siendo la “Bendición” lo que dice el Padre Osuna que es, no veo pecado en el lío que armaron Francisco y su Prefecto; más aún lo aplaudo, teniendo en cuenta la raíz de la predicación evangélica y que soy o estoy, como dije al principio, cercano a la nada, pues ni soy clérigo ni consumí mi vida con la pretensión de cumplir los llamados “consejos evangélicos”. Comprendo que los últimos piensen otra cosa y pataleen. Quizá haya que profundizar en las diferencias entre las parejas de sexos diferentes en situaciones irregulares y las parejas del mismo sexo, pues las diferencias entre unas y otras son totales. Nada que ver lo antinatural de un tipo de pareja, que acaso esté en la indisolubilidad misma, matrimonial y cristiana, con lo antinatural de las parejas del mismo sexo, que hasta pueden causar desgarros musculares.  

            Dejar cuestiones de tanta sutileza, caso de diferenciar bendiciones rituales de las no rituales, en manos de clérigos, que tantas crisis arrastran, es un serio problema, y siempre ¡cómo no! está la sombra de Lutero, en estos tiempos tan contrarios al Concilio de Trento. Eso ya lo explicó Manuel Fraijó en Semblanzas  de grandes pensadores, Trotta 2020, págs. 49 y siguientes.

            Y con todas las reservas por lo de peronista, si es que lo fuera: Estoy con Francisco; yo también estoy con la confianza (fiducia). Y una cosa es supplicans y otra supplicium.

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