jueves, 29 de diciembre de 2011
POESÍA PORTUGUESA DE AHORA, por JOSÉ LUIS CAMPAL
(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad, gentileza del filólogo JOSÉ LUIS CAMPAL)
A pesar de la proximidad territorial, la literatura que se produce en Portugal sigue siendo, para la mayoría de los españoles, una nebulosa impenetrable, lo cual no deja de constituir en sí una paradoja dada la vecindad tanto física como emocional de los dos países, por no mencionar las familiares semejanzas que confluyen entre ambas lenguas, y máxime para un hablante asturiano.
El conocimiento de la poesía lusa suele concentrarse en una limitada tirada de nombres propios: Luís de Camões, Antero de Quental, Fernando Pessoa, Mário de Sá-Carneiro, Miguel Torga (seudónimo de Adolfo Correia da Rocha), Eugénio de Andrade (seudónimo de José Fontinhas), José Saramago, Ernesto Manuel de Melo e Castro, Sophia de Mello Breyner Andresen, José Viale Moutinho y alguno más, muy pocos. Para ser justos, esa básica nómina acerca de la lírica facturada en los últimos dos siglos en la nación hermana habría que ampliarla con otra tanda de personalidades poéticas, que bien pudiera asemejarse a esta que trazo seguidamente: Almeida Garrett, Alexandre Herculano, Guerra Junqueiro, Teixeira de Pascoais, Cesário Verde, Manuel da Fonseca, Florbela Espanca, António Gedeão (seudónimo de Rómulo de Carvalho), António Nobre, Camilo Pessanha, Carlos de Oliveira, Saúl Dias (seudónimo de Júlio Maria dos Reis Pereira), Adolfo Casais Monteiro, Mário Dionísio, Fernando Namora, Sebastião da Gama, Mário Saa, Jorge de Sena, Alberto de Lacerda, Fernando Assis Pacheco, Alberto de Serpa, Irene Lisboa, Ana Hatherly, Alexandre O’Neill, David Mourão-Ferreira, António Ramos Rosa, Alberto Pimenta, Nuno Júdice, Al Berto, Casimiro de Brito, Luís Veiga Leitão, etc.
¿Y ahora mismo? El número de poetas en activo en Portugal seguramente es tan abundante, me imagino, como en nuestro país (y algún día habrá que elaborar un repertorio bibliográfico al uso). Dado que la mejor carta de presentación de los escritores es su propia palabra, aportaré, por mi parte, y sin ánimo de jerarquizar su relevancia en el panorama general de las letras lusitanas, una traducción castellana (excusándome por la inevitable cojera que toda traslación idiomática comporta) de dos concisos poemas pertenecientes a dos creadores contemporáneos de cuya obra tengo excelente opinión: Jorge Castro y João L. Barbosa.
JORGE CASTRO, nacido en Porto en 1952, ha publicado los siguientes poemarios: Sopa de pedras (2003), Odes no Brejo & Alguns pecados (2005), Contra a corrente (Poemas que eu digo) (2005), Coisadas... assim ao correr do poema (2006), Havia trigo (2006), Auto das danações (2007), Poemas de menagem (2008), Ti miséria (2009), Apenas alguns poemas de cordel (2010) y Vinte poemas por amor e uma canção inesperada (2011). Del libro Poemas de menagem (Lisboa, Apenas Livros) vierto a continuación, respetando escrupulosamente la ortografía del original, la pieza «Casi nada en fin de casi todo» (página 33), una reflexión existencial sobre el plan de vida en cuyo espejo más de uno verá quizá reflejados sus íntimos afanes y congojas:
Casi nada en fin de casi todo
se alcanza de cuanto en la vida pretendemos
casi nada más delicado y estrecho
que lo que la línea de un abrazo nos hermana
casi nada o casi todo
y desengaños
serán lazos más unidos que creamos
en la urgencia vital
nos queda el modo
de vivir así mejor
cuando nos entregamos.
JOÃO L. BARBOSA, nacido en 1970, ha publicado los siguientes poemarios: Ninfa (2004), Tejo (2005), Eros (2005), O movimento do pêndulo (2007), Memória da terra (2008), Visíveis a olho nu (2008), O sol quando nasce (2009) y Debaixo de chuva (2011). Del cuaderno Memória da terra (Lisboa, Apenas Livros) vierto a continuación, respetando escrupulosamente la ortografía del original, la pieza «Piel de la tierra» (página 14), en la cual la voz poética ansía fundirse con el elemento telúrico de donde en su día emergiera, borrando las distancias que separan a ambos, hombre y medio:
la tierra labrada.
llego descalzo
de todo, desnudo.
poros con poros
heme aquí cuerpo maduro, fruto
de semilla lanzada en otra tierra
heme aquí erguido,
tronco desnudo de tierra
heme aquí tierra con piel
sobre la piel de otra tierra.
El escrutinio le corresponde ahora al lector. ¿Acaso no sería más que deseable que conociéramos en profundidad la realidad poética portuguesa?
BELÉN ENCINAS NOS FELICITA EL AÑO CON UN CUADRO DE SU PADRE
sábado, 24 de diciembre de 2011
ARTÍCULO DEL NOTARIO ÁNGEL AZNÁREZ publicado en LA NUEVA ESPAÑA
Del Libro del Apocalipsis (¡Jopé o jolín, qué saltamontes!)
Se pueden reducir a tres los tipos o clases de escritores políticos, sabiendo que clasificar es simplificar y que encasillar suele ser el preferente recurso de los panolis. En primer lugar, tenemos los escritores políticos que podemos denominar normativos o del deber ser; son sermoneadores y sermoneros, que escriben y predican diciéndole a todo dios o quisque, sean políticos o ciudadanos, autoridades o subordinados, lo que deben hacer. Este tipo de escritor, que se pretende serio, grave y de autoridad, me hace mucha gracia y desata las riendas de mi imaginación, de por si propensa a la risión y a la risa. Es leer tanto sentido común y ¡zas! proyectarse en la mente la payasada en la que un charlatán o badulaque, subido a una banqueta, en medio del corrillo y en mañana de feria o rastro, vende peines. Lo siento, así resulta, que le vamos a hacer.
Un segundo tipo de escritor político es el que llamaremos apocalíptico, que anuncia o revela el final de los tiempos (“la parusía”). Suelen los de este tipo estar aturdidos por tanto oír ruidos de trompetas anunciadoras del Juicio final, convencidos de que esta vez va en serio y sin poder esperarse más (espera de veintiún siglos). Lo que causa las iras de los apocalípticos es el convencimiento de que en la vida social y política no hay “valores”, o que los “valores” de los demás son diferentes a los suyos - cosa insoportable, teniendo en cuenta que éstos, los apocalípticos, son autoritarios-Dicen sus contradictores que estos escritores tienen el mismo problema que el autor del libro Apocalipsis, sea el que fuese, Juan Santo o alguno de la “comunidad juanina” (o juanita): en vez de disfrutar de la bahía y de las playas de la Isla de Patmos, estupendas para el baño, se dedicó (el autor) a darse golpes contra la pared de la cueva, allá arriba, en lo más alto de la Isla del Egeo, con el resultado conocido y tremendo.
La tercera clase de escritor político es el denominado realista, que tienen como maestro a Maquivalo, el cual, harto de las mentiras que contaban los teóricos del poder de su época, sermoneadores y sermoneros, sobre el origen divino y la caridad o fraternidad debidas, miró lo que ocurría y vio que, por el dichoso Poder, aquéllos, que tanto predicaban, se mataban como conejos. Los realistas suelen ser más anglosajones que latinos, pues sus escritos siempre empiezan igual: “el hecho es” (The fact is), aunque los italianos, que tienen nombres para todo, llaman a eso “realtà effetuale”. Suelen ser los realistas incómodos, pues hacen preguntas incómodas y describen lo que ven, denominados “maquiavélicos” –Maquiavelo sigue purgando su atrevimiento-. Los demócratas de “chollo” y de olla segura los llaman golpistas, y eso sólo por señalar los “chollos” y apuntar a las ollas.
Este escritor, de la doble A (A y A), que es prudente y sin atrevimiento para declarar su pertenencia a uno de los tres tipos descritos, pues de todos tiene algo por haber sido educado en el sincretismo, declara su simpatía hacia los realistas. Sobre todo en este tiempo de crisis enormes, plurales como los demonios mismos, que, teniendo muchos inconvenientes, tienen algunas cosas buenas. Así, por ejemplo, se desmontan los tingladillos del teatrillo político, quedando las marionetas despelotadas, sin telones ni bambalinas, comprobándose que el llamado “rey” o “poder”, además de estar desnudo, es tartamudo (como en la película del Rey). Otra cosa buena es que, donde antes se gozaba y se disfrutaba con lo de la erótica del poder o el “eros” político, ahora hay más tristeza y menos cosquillas que en un tanatorio. Estas crisis, acumuladas lo están trastornando todo, todo, incluso la Teología bíblica en su misma Génesis, pues lo que fue maldición por el pecado de Adán y Eva en el Paraíso, el :”ganarás el pan con el sudor de tu frente”, hoy es cosa divina o bendición. ¡Qué mayor dicha que poder ganar el pan trabajando! Ni Dios pudo pensar en las patologías del capitalismo financiero o bancario, que hace sobrar a tantos.
Y otra consecuencia de las crisis es lo escrito por un italiano de izquierdas en octubre de 2009, de apellido tan poco italiano como Flores d´Arcais: “Y es que la crisis provoca incertidumbre ante el futuro y el miedo empuja a las masas hacia la derecha”. Ese parece ser el caso de las masas asturianas, primero con Cascos, y españolas después, con Rajoy. En principio me parece estupendo, pero puede ser fatal para el encumbrado en el Poder, aquí o allí, ya que las masas no perdonan y son muy exigentes, requiriendo a los que adora y encumbra, de la derecha, con culto o con liturgia, una omnipotencia propia de divinos. La epopeya puede acabar en drama si al “encumbrado”, aquí o allí, se le termina arrojando a los suelos, cual fetiche o santón de trapo, al tiempo que los enemigos políticos y los otros (enemigos) hacen sonar sus cornetas con el “tararí, tararí”.
Los escritores sermoneadores dirán que la Constitución y los Estatutos de Autonomía son los que fijan las reglas del juego político -lo que digan los apocalípticos es, a estos efectos, intrascendente-. Los realistas, siempre a la contra, dirán que no; que eso de las leyes son monsergas o disquisiciones de nocturnos y poéticos peritos en lunas. E insisten, con incordio, preguntando: ¿Quién verdaderamente manda aquí? ¿Quiénes son esos, los de la clase dirigente? Ellos mismos, realistas, responden que los de la clase dirigente son, por un lado, los de la clase política -con muy mala intención también llamada casta de hindúes que no indios- y, por otro lado, las llamadas élites. Clase política y élites, unas veces juntas, muy juntas (por ejemplo, en lo de sus financiaciones), y otras veces más separadas, nunca distantes.
Esas preguntas son pertinentes, no sólo por la crisis, sino también porque, en estos mismos momentos, se está produciendo un cambio o sustitución, en el Gobierno de España, resultado del 20 de noviembre pasado, en la que una clase gobernante sustituye a la anterior (antes, en mayo, pasó en Asturias). Lo de la “sustitución” ha de ponerse entre comillas, pues en España las sustituciones suelen ser suaves y de mucha prudencia, ya que al poder y a los poderes no le gustan las mudanzas: si de Franco al Rey ¡menudo cambio! sólo hubo transición, cómo de Zapatero a Rajoy va a haber ruptura o revolución.
Los realistas primero se preguntan por la élite de la clase política. Recordemos que el concepto de “clase”, en lucha o en paz, es marxista, y que de eso o de Marx ya ni se habla –a la socialdemocracia no le gustan las palabrotas gruesas-. Pero es en referencia a la política, donde aún perduran los conceptos de clase y lucha: lucha entre los del mismo partido político, entre los de arriba, que son los que mandan cobrando varios sueldos y los de abajo, que están en el paro, que son los que ponen los carteles y el entusiasmo. ¡Eso sí que es una lucha de clases! lucha en que “algunos son como los gatos, pues los tires donde los tires, siempre caen de pié”, añadiendo “y siempre cayendo del lado de los renovadores, no obstante estar ya en la Tercera Edad”. Algunos, que van sobrados de ideología política, son tan profesionales de la política, que impiden a los demás, del partido o ciudadanos, serlo a su vez.
Lo de las élites estrictas es más complicado, empezando ya por el nombre. La palabra “élite” es de buen ver y leer; no hay mayor aspiración que ser de una élite, de lo que sea. A veces es barato, como ponerse una pajarita, y a veces más caro, como comprar un libro. Lo que buscan las élites en el fondo, en el fondo, es la excelencia, que es aristocrática, teniendo en cuenta que eso, la aristocracia, es la verdadera pasión de los burgueses o de la burguesía. Y eso es así en unos tiempos, en los que los otrora excelentes, dejaron de serlo. Por ejemplo, si besas el anillo de un obispo y le llamas conforme a su título canónico “excelentísimo y reverendísimo”, te dirá: “no te propases, hijito”. Y si a un rector cualquiera de cualquiera universidad le llamas “Magnífico”, te mirará con cara de escamón y receloso. Y los pocos “aristócratas” que quedan, de verdad o mentira, se esconden para hacer aquelarres o brujerías, con capa y espada, en una oscura capillita de una catedral de provincias, buscando antepasados en árboles necrológicos (no confundir con los genealógicos).
Los de la élite quieren que se les siga llamando así, y no lo que en realidad son: individualidades, grupitos o grupos de presión política o lobbies económicos. No les gusta lo de “presión” por su tono explosivo y de violenta resonancia. Que ellos son muy finos y sensibles, aunque, en realidad, lo que persiguen es esa ordinariez de forrarse con “perres”. Los italianos Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto, acaso por ser conocedores de la Mafia genuina, la italiana, fueron los que mejor estudiaron los grupos de presión, pero ninguno de esos sabios pudo imaginar lo que podían llegar a hacer unas élites, las financieras, los grupos de presión económicos y algún despistado por libre, que la actual crisis ha desnudado despelotando (como las marionetas del principio). La locura de lo de los saltamontes apocalípticos no resulta exageración al comparar con lo hecho y deshecho por las élites saltimbanquis y locas. Eso, lo que hicieron, lo contaremos otro día, próximamente
viernes, 23 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de diciembre de 2011
BELÉN EN LA ALDEA, artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA
Después que el belén llegara a España traído de Nápoles por la reina María Amalia de Sajonia, esposa de Carlos III (esposa que, por cierto, llegó a Madrid con dos monos y un papagayo para indicar que odiaba a las corridas de toros), después de esto, el llamado belén franciscano fue adoptado como principal adorno navideño en las casas e iglesias españolas, imponiéndose (cuando todo aquello de las luchas de religión) al árbol luterano. Aquí, al lado mismo de nuestra ciudad, coronado el Alto del Infanzón, bajando hacia el llano extendido al pie de Peñas Blancas, encontramos la hermosa aldea de San Miguel. Allí, en el corazón del pueblo, después de pasar las casa de Margarita, y al lado de la de Vicente, está, en una camperita siempre verde y arreglada, la franciscana iglesia de San Miguel de Arroes, con su pórtico y espadaña, con su campana y su cruz, con su San Miguel picando al diablo encadenado, que yace a sus pies, y, por estas fechas, con su belén tal vez el más hermoso de Asturias, que el belenista José A. Braga Noval y sus amigos José Manuel Menéndez, Fernando R. Abad y José M. Guadamuro, todos ellos jubilados, amigos y compañeros de aquella entrañable Uninsa, que tanto hizo florecer a Gijón y a Asturias, van confeccionando con primor, maestría, paciencia artesana y generosidad sin límites.
Acercarse a San Miguel (que es algo así como una hijuela de Gijón) es ir a contemplar algo que seduce. Allí están ahora sus hermosos caminos de invierno, las antiguas casas de labradores y ganaderos, las corradas con montones de leña apilada para los fuegos de estufa, paneras centenarias con pegollos de bellísima piedra de grano, algún riachuelo atravesando prados y pomaradas. Y un caldo bien caliente en Casa Inés, viendo por el junquillo de las ventanas, mientras lo tomas, el sol o el granizo o el planear de los milanos sobre los gallineros cercanos. Todo eso después de visitar el belén lleno de instantes de luz, de colores, de estrellas, de caminos que van a desembocar al alma. Cada año, los vecinos de esta aldea de San Miguel lo ofrece cuantos quieran visitarlo. Y quién sabe si después de verlo vuelvas a recordar la gloría de otras cosas perdidas, el perfume de tu niñez, y retornes a la ciudad lleno de serenidad, de paz y acaso de más vida. (Publicado en EL COMERCIO, 21/12/2011)
martes, 20 de diciembre de 2011
OLVIDAR A LOS ESCRITORES DEL PASADO NO TIENE PERDÓN
La colección de cuadernillos literarios en tirada limitada y edición no venal «Letras de ayer» ha alcanzado su cuarta entrega, dedicada, como las anteriores, al rescate y divulgación de obra olvidada de escritores asturianos, o relacionados con la región, de tiempos pasados. «Letras de ayer» se fundó en 2008, posee periodicidad anual (se publica todos los diciembres) y está al cuidado de los filólogos Aurora Sánchez y José L. Campal.
Hasta la fecha, la colección ha editado los siguientes números:
2) Nueve poemas de 1908, de Andrés González Blanco (2009).
4) Dintel astur, de Alfredo Alonso (2011).
En el primer número de la colección «Letras de ayer», consagrado a la escritora riosellana Enriqueta González Rubín, se reprodujo, entre otros, el poema titulado «Plegaria»:
¡Señor, Señor! de tu encumbrado asiento
sobre mí caer deja tu mirada,
te dirige mi amante pensamiento.
¡Dios de mi corazón! tu faz airada
no vuelvas, al mirar tu criatura;
aunque barro, Señor, somos tu hechura;
por eso yo te llamo confiada.
Excelso Jehová, presta paciencia
y calma al corazón que triste gime:
esa virtud, que santa nos redime,
dame, pues, esa, de los santos ciencia.
Y al imitar la senda que en el mundo
con tus divinos pasos nos trazaste,
hollando espinas, cual, mi Dios, hollaste,
domine el mal, salido del profundo.
Pues si al fin del camino de mi vida
mi espíritu hasta vos radiante sube,
y envuelta en alba rutilante nube,
pura llega mi alma bendecida;
al mundo entonces desde aquella altura
echaré una mirada de desprecio,
compadeciendo al pobre mortal necio
que se afana por leve desventura.
En el número 2, que protagoniza Andrés González Blanco, miembro de una fecunda estirpe de creadores, se incluyeron textos como «Horas de ausencia», escrito en Madrid el 15 de diciembre de 1907 y que vio la luz en el diario ovetense El Carbayón. Dice así:
I
Yo entré en la vida lleno de singular denuedo,
pero la vida pronto calmó mi intemperancia...
Por más que lo suscite ahora ya no puedo
evocar el encanto de esa añeja fragancia...
Pero sé que, al salir de mi primera infancia,
sentía hacia las cosas cierto solemne miedo,
y andaba por el mundo con paso suave y quedo
como si en todo hubiera santidad y prestancia...
Sentía hacia los seres venerando respeto
y miraba con ojos de candor a las cosas
y ahogaba mis ímpetus cual se ahoga un secreto.
Ahora, mancillados todos mis ideales
aún recuerdo nostálgico esos tiempos pascuales
en que me imaginaba caminar sobre rosas.
II
Las teclas amarillas de un piano,
sonando en el silencio vespertino,
han mostrado a mi mente que en lo humano
hay siempre unos vislumbres de divino.
Sufro por estar solo y tan lejano
de alguien que separó de mí el destino,
¿dónde hallar el espíritu, mi hermano,
que anulará mi tedio libertino?
Y así, oyendo aquel lírico instrumento,
dormido al arrullar del compás lento,
sentía en mi interior cosas sin nombre...
Y mi alma decía: este piano
sonando en una tarde de verano,
casi me reconcilia con el hombre...
Para la tercera entrega, centrada en la figura de Margarita Blanca, una desconocida poetisa afincada en Soto del Barco cuya producción acogieron los periódicos asturianos de principios del siglo XX, se recopiló una serie de composiciones; he aquí la titulada «Las últimas flores»:
Mustia del valle está la verde alfombra;
y, escueto de su vívido follaje,
el árbol no proyecta fresca sombra,
ni canta el ruiseñor entre el ramaje.
Ni cual cinta de plata tersa borda
blando tapiz la cristalina fuente;
que de su cauce salta y se desborda
en turbia catarata, su corriente.
Ya las flores que daban su perfume
a los favonios del templado estío,
aleve troncha y sin piedad consume
del crudo otoño el aquilón bravío.
Gala y ornato del ameno prado
su capullo era ayer, lindo y pomposo,
y hoy por el suelo, seco y agostado
rueda a merced del viento revoltoso.
Así, del alma la ilusión primera
en delicioso ensueño concebida,
un momento subsiste y... pasajera,
queda como la flor, desvanecida.
El número más reciente de la colección le ha correspondido al aclamado poeta gijonés de principios del siglo XX Alfredo Alonso, esmerado cultivador tanto de la literatura en lengua vernácula como en idioma castellano. De entre las piezas exhumadas para la ocasión, seleccionamos el soneto «Religión universal», aparecido en el rotativo gijonés El Avance:
La noche es del amor templo grandioso
con sus músicas, himnos y rumores,
sus lámparas de tenues resplandores
y su imperio de sombras majestuoso.
A su influjo sagrado y misterioso
aduerme la materia sus rigores
y el espíritu reza sus amores
con la fe del creyente venturoso.
Salve noche estival, templo bendito
que al alma de los tuyos prestas vuelos
para hendir la región del infinito;
los que el lema de amor de sus anhelos
con letras de diamantes, ven escrito
en la página inmensa de los cielos.
lunes, 19 de diciembre de 2011
ALABANZA Y AZAR DE LAS LIBRERÍAS, artículo del escritor JOSÉ ANTONIO MASES publicado en EL COMERCIO
domingo, 18 de diciembre de 2011
MANOLO ENCINAS, JOSÉ AVELINO MORO, PATRICIO ADÚRIZ Y LUIS ARGÜELLES
sábado, 17 de diciembre de 2011
POR LA POESÍA A LA CARNICERÍA, por VIRGILIO MOMINES
Hasta que en la oficina me pusieron un ordenador, mi dedicación era ser un chupatintas; ahora, con el ordenador, sigo siendo un chupatintas, aunque sin qué chupar. Soy en nómina un administrativo o burócrata, que tramito partes de accidentes de tráfico. Nada más os debo indicar por temor a represalias. O sea, que lo mismo puedo ser de la policía municipal que de la nacional, que de eso que llaman una correduría, que es el colmo de la lentitud, que es en lo único que me pudiera parecer al poeta Kafka.
Estoy de buen ver, aunque tengo el mismo problema de tantos y de alguna tanta: estoy seco por arriba, ya con la copa pelada, como algunos árboles pelados. Como soy de genio, ese es mi carácter o destino, no estoy dispuesto, de ninguna manera, a colocarme un cascote, un postizo o una mata de pelos engomados de sabe Dios quién ni ir a una tienda de ortopedia capilar. No, no quiero que me insulten, llamándome, además de calvo, pájaro disecado, o icono bizantino al revés.
Hace días, como todos los años por estas fechas, lejos de aquí, celebramos unos poetas malditos –los divinos suelen ir al Cielo-, más con florituras y jeribeques que con palabras, la caída de la hoja, que, al ser marrones las hojas caídas, son muy propicias para escribir de oros y de platas, palabras muy poéticas, que tanto gustan. En la primavera, lo que celebramos, también poéticamente, son los capullos, unos con ganas de abrirse y enseñar la flor, y otros herméticos, muy herméticos, como herméticas son a veces ellas.
Pero esta vez, hace días, ocurrió algo excepcional. Cerca de nuestro lugar de celebración o “junta poética”, tuvo lugar lo que anuncia el cartel que se puede ver. Os preguntareis dónde ocurrió tal evento o animalada, pero no os lo puedo decir, esta vez, por mi propia seguridad e integridad, o mejor, por lo que queda de esta última. Si escribo que en un lugar de Vasconia, muchos vascos, los menos brutos de los vascos, o sea, algunos, algunos, podrían protestar. Si escribo que no fue en Extremadura, los extremeños pudieran pensar que doy por hecho que son igual de brutos que los otros, los vascos. Y si os fijáis bien en el cerdito o “cerdazo” con detenimiento, caeréis en la cuenta que no es gallego, pues los cerdos gallegos tienen las orejas más grandes y los morros, la “cachucha”, más rechoncha y respingona, pues para los antiguos celtas, gallegos, la oreja y el morro son lo más importante del cerdo, aunque hagan de ellas caldo o polvos.
La semana que viene os seguiré contando, que ahora voy a ver belenes navideños, si alguno quedare.
viernes, 16 de diciembre de 2011
LOS HIJOS NO DEBERÍAN MORIR NUNCA
jueves, 15 de diciembre de 2011
miércoles, 14 de diciembre de 2011
"LA DOLORES" artículo de Virginia Álvarez Buylla publicado en EL COMERCIO
lunes, 12 de diciembre de 2011
CRÓNICA DE EXCENTRICIDADES, por el notario ÁNGEL AZNÁREZ
En principio fue la calle Campomanes de Oviedo (XXVI)
NERVIOSAS Y MENTALES
(Crónica de excentricidades)
Foto: La cara del Angelito
No sé el porqué los periódicos, incluso los extranjeros, gustan tanto llamarse lo que no son. Éste, que ahora el lector tiene en sus manos (o entre sus piernas), se llama “
Por culpa de lo del mes, este cronista tuvo que interrumpir su Crónica de la calle Campomanes e intercalar la crónica de actualidad “El otro debate que yo vi”, sobre el debate-camelo entre Rajoy y Rubalcaba; crónica que del papel subió a los cielos, donde no la dejan en paz, al ser juzgada peligrosa, más propia de estancia en Purgatorio que en Paraíso. Y al regresar, ahora, a la calle Campomanes de Oviedo, este cronista duda, como desentrenado, sin saber qué coger: la carrerilla o la carretilla. La carrerilla, pues tiene prisa por mucho que contar en poco tiempo, o la carretilla, pues lo a contar es tan ancho que ni los brazos lo abrazan. Será el juicio final, el de los lectores, el que diga qué se ha utilizado: carrerilla o carretilla, pies o la cabeza; y siempre con la esperanza de que esta crónica, como las anteriores, “salga” a la buena de Dios.
Terminábamos
Del que más aprendí sobre el Marqués, fue de un catedrático de Lengua y Literatura en
El palacio, en la mano de los impares, entre reclutas (los de
La paz de aquel lugar, que era como la de los cementerios, se alteraba cuando pasaba el tranvía, que al girar a Martínez Marina casi en ángulo recto, sus ruedas chirriaban como cerdos en matanza, no descarrilando por milagro del Divino. La paz de lugar también se alteraba cuando una pobre loca, enferma de los nervios, gritaba y gritaba desde la ventana de su casa, que era la primera a la izquierda de Martínez Marina, esquina a Campomanes, no dejando a la pobre tranquila trayéndola y llevándola a
La cola de la loca tuvo una importante repercusión biográfica; para explicarla, tengo que dejar la calle Campomanes, aunque sea de manera momentánea. Fue en uno de los primeros “veraneos”, en Gijón, más al Norte; no recuerdo si fue al salir del establecimiento de cretonas y pijamas “Almacenes Murais”, a la izquierda entrando en el gijonés Mercado de San Agustín, con registradora que se abría hasta los topes dándole a la palanca, o si fue caminando tras el helado mantecado “Los Valencianos “ en la calle Cabrales, cuando, de repente, junto a un portal, vi una placa en negro con letras de plata que anunciaba: “Nerviosas y Mentales”. Después de explicarme que era especialidad de un médico o psiquiatra (el “o” es más disyuntivo que copulativo), me acordé de la pobre nerviosa de la calle Campomanes-Martínez Marina. Aquella placa y lo que anunciaba me hizo mucho cavilar.
“Nerviosas y Mentales”: primero pensé que eso era una enfermedad propia de mujeres, como propio de las mujeres son aparatos que tienen y que de vez en cuando se estropean (los aparatos de los hombres, casi a la misma altura, son más táctiles y a propulsión). La loca aquella, desde luego, lo era; locos, locos parecía que había menos -locura como enfermedad de género, en un tiempo en el que también se decía:” El hombre es fuego y la mujer estopa” ¡Qué equivocación o autoengaño! Más tarde pensé que la “cosa” podría ser bisexual: ellas las nerviosas y ellos los mentales; pero al pedir explicaciones sobre la diferencia entre lo de ellos y lo de ellas, cada explicación resultaba de mayor confusión. Años después, en una clase de Gramática, al explicar el marista Hermano Antonino las “figuras literarias”, habló de la elipsis u omisión de palabras (en “Nerviosas y mentales” –pensé- se omitió la palabra “enfermedades”). Ante ese descubrimiento, grité en clase: ¡“Nerviosas y Mentales”! y el Antonino hermano, al darse por aludido –creyó que le estaba llamando “loca”- me dio en pleno rostro una hostia de Muy Señor Mío (fue la primera, pues la segunda la recibí del Hermano Pedro, el “fantasmón”, que calzaba de manos un número muy alto.
Y antes de regresar rápidamente a la calle Campomanes, siguiendo en Gijón, diré que si en “Los Italianos”, en
Y me explico sin dengues o merengues: lo que más puede querer un padre son, ciertamente, sus hijos; en el caso de este cronista, sus hijos son de padre ovetense y de madre gijonesa, o sea, que son mixtos o mulatos. Después de este humilde reconocimiento, declaro con solemnidad, cual Don Quijote armándose caballero, mi amor bifocal o tuerto de los dos ojos, a Oviedo y a Gijón. ¡Qué le voy hacer, mi sino y destino siempre fue así! Los de aquí (Oviedo) dicen que soy de allí (Gijón) y los de allí dicen que soy de aquí; los de derechas dicen que soy de izquierdas y los de izquierdas dicen que soy de derechas; los clérigos cerbatanas o con trabuco dicen que soy volteriano y los volterianos dicen que soy papista de Benedicto y que rezo a Sor María de Agreda (lo cual es verdad, pues esa Sor María es la única monja incorrupta en su mayor parte –
El otro palacio de la calle Campomanes era el del Marqués de Aledo, más arriba, en la acera de los pares. La finca del Marqués, consorte e hijo de Policarpo, era inmensa, pues bordeaba media plazuela de San Miguel, ocupaba parte de la calle Santa Susana y bajaba por la de Quintana hasta las cocheras municipales. A la calle Campomanes sólo daba una puerta de hierro del jardín, siempre cerrada y de dos metros de ancho; poco, pero suficiente a este cronista. La ama de llaves del palacio se llamaba Margarita; tuvo una hija que vendía perfumes en Martínez Marina, casada con un funcionario de Hidroeléctrica del Cantábrico, y digo bien, funcionario, pues los empleados de
(En la siguiente Crónica visitaremos una estancia retirada e importante del palacio del Marqués de Aledo, en la primera planta, con vistas a
(Publicado en LA HORA DE ASTURIAS, 12/12/2011)
Nota de la bloguera: Pues que así sea. Vaya par de... setas que da la naturaleza, por supuesto.