lunes, 28 de febrero de 2011

LA COLECTA


Leo con asombro que los amigos de Riopedre han abierto una cuenta para hacer una colecta y reunir los 100.000 euros de la fianza que lo pondrán en la calle. Aunque, la verdad, no debería a estas alturas sorprenderme, dado lo acostumbrada que ya debería de estar a mi edad a considerar como normal este tipo de incongruencias. Pero está claro que yo no soy “normal” a la manera que la sociedad actual entiende. Estoy bastante familiarizada con las colectas. En mi infancia, hucha en mano, las hacíamos para el Domund, para los negritos que decían las hermanas. Algunos años después lo hice para UNICEF, ya sin hucha ciertamente, y tampoco para dar de comer a los negritos, sino para que en algún lugar apartado se creara una escuela, se dotara de agua potable, llegase una vacuna y un largo etcétera. Luego están el día de la Cruz Roja, del Cáncer, la colecta de la parroquia…, y ahora tengo serias dudas si hacerlo para sacar a Riopedre de la cárcel. Sí, esto último es broma. Ya he manifestado en otro lugar que el Consejero me da más lástima que otra cosa, casi todos los que pisan la cárcel me producen un sentimiento de tristeza, creo que la Justicia debe de impartirse más para rehabilitar al delincuente que para castigarlo. Son, en el fondo, pobres diablos que dejan lo mejor de la vida en sus delitos. Estoy casi segura, digo casi, de que algo de esto le estará pasandole por la cabeza a nuestro reo. Pero de ahí a hacer una colecta para sacar a un delincuente a la calle va un abismo. Que ya sé, que no es lo mismo robar 1.000 euros –eso son chorizos de poca monta- que un montón de millones, delito mejor considerado socialmente. No es que menosprecie el concepto “supuesto”, sino sencillamente que pienso que si un –en este caso una- juez lo retiene en prisión razones de peso ha de tener; máxime cuando una de las principales quejas que esgrimen quienes deben de velar por el orden –entiéndase policía- es que cogen a un delincuente con las manos en la masa y al día siguiente queda en libertad sin más , y vuelta a empezar. Luego quiero pensar que en el caso del que hablo, más de un mes en prisión tendrá algún significado. Entiendo que su familia, entiendo que sus amigos, quieran sacarlo de prisión cuanto antes, cualquiera en su lugar lo desearía. Pero han de hacerlo –opino- con sus propios medios, nunca con una colecta y menos dejando que trascienda a los medios de comunicación. ¿Desde cuando puede considerarse lícito abrir una cuenta en un banco para sacar a un delincuente de la cárcel? Disculpen: “presunto” delincuente, pero en la cárcel. Todo el mundo sabe que Riopedre tenía –tiene- muy buenos amigos, entre ellos el señor Areces y algunos componentes más del Partido Socialista, ¿ninguno tiene ese dinero para que sea excarcelado? Una de dos, o no pueden enseñar la oreja, o no son tan amigos como se pensaba. No me cuadra, algunas piezas no me encajan.
Es, por otra parte, curioso que la cuenta del Consejero tenga un saldo de poco más de mil euros. Como yo, vamos, como cualquier ciudadano mileurista. Tengo cierta curiosidad por saber qué cantidad ingresa al mes este pobre hombrecillo. ¿Y su señora?, he leído que también ocupa un cargo importante en la administración ¿no le pagarán últimamente? Todo huele a podrido, a trampa, a engaño, a políticos de pacotilla, a estafadores –“presuntos”-, y precisamente ellos que vienen del Partido Comunista, ese que nos iguala a todos -¿o no es esa su ideología?, lo siento debo de estar perdida-. Sólo queda esperar que los administradores de Justicia puedan componer ese enmarañado puzzle al que todos tratan de quitar alguna pieza para despistar. Yo sé de algunas sueltas, pero habrá que dejar que la ley actúe. Lo de la colecta me parece una auténtica inmoralidad.

viernes, 25 de febrero de 2011

"TOMA UN CAFÉ CONTIGO MISMO/A"

Hace algún tiempo mi psicóloga particular, Elena, me regaló un libro titulado Toma un café contigo mismo del doctor Walker Dresel. No creo que tuviera una intención oculta, habida cuenta de que soy su suegra y…todo podía ser, aclaro que nos llevamos muy bien, así que descartada la posibilidad de mensaje encubierto. Más bien creo que sabedora de mi afición a hurgar en las profundidades, principalmente en las mías, quiso ofrecerme una lectura orientada hacia el conocimiento de uno mismo, hacia ese diálogo interno que somos tan poco dados a establecer. Podría decirse que es un libro de los que ahora están tan de moda: de autoayuda. Y que, por otra parte, muchas personas rechazan. Pienso que la razón para hacerlo es porque los consideran impropios de gente de cierto nivel cultural. Pero he te aquí que las consultas de psicólogos y psiquiatras cada vez están más frecuentadas por ejecutivos estresados, profesores agobiados, padres con hijos adolescentes incontrolables, los propios hijos, y un largo etcétera. Vamos, que no hay quien no padezca en un momento de su vida una depresión, una caída de la autoestima, o sencillamente se vea superado por determinadas circunstancias. Es curioso, cómo desde la más tierna infancia se nos prepara para el éxito profesional y social y, sin embargo, no se nos proporcionan los medios adecuados –en mi opinión, por supuesto.- para enfrentarnos a los fracasos- que suelen ser más numerosos que los éxitos-, para afrontar las dificultades que continuamente se nos plantean. A eso no se nos enseña. Pocos padres se detienen en la formación –más bien orientación- de la personalidad de sus hijos. O lo que es casi lo mismo, enseñarles a conocerse. Sabemos mucho de casi todo, pero casi nada de nosotros. Nuestros hijos reaccionan algunas veces con violencia y todo lo que se nos ocurre es pensar que son rebeldes, no llegamos más lejos. Pero nada sucede por casualidad en nuestro interior, el cerebro está previsto de unos mecanismos de actuación que es preciso, primero conocer, y luego poner en funcionamiento. Buscamos casi todo fuera de nosotros y lo principal lo llevamos dentro. A descubrirlo nos enseñan los denostados libros de autoayuda. He de reconocer que nunca suelo ir más allá de hojearlos, porque con frecuencia lo que me sugieren hace tiempo que he aprendido a ponerlo en práctica. Tuve que superar en la vida situaciones muy difíciles que me han llevado a grandes abismos, de los que únicamente conseguí salir mirando hacia mi interior, sacando la fuerza de ese potencial que todos llevamos dentro y que hay que descubrir. No es fácil, lo sé, pero ahí está, es necesario hurgar y buscar. No es cuestión de nivel cultural, creerme, yo he visto personas muy formadas desmoronarse –igual que le sucede al ciudadano más inculto- y, curiosamente, la manera de salir arriba es la misma; muchas lágrimas derramadas por hombres y mujeres con una gran formación que se veían perdidos, sin ni tan siquiera saber por qué. Hombres y mujeres de éxito que nada sabían de ellos mismos. Hace algún tiempo conocí a una persona que sin profundizar demasiado algo me dijo que tenía problemas de autoestima y por aquél entonces cayeron en mis manos unos cuantos folios que me parecieron interesantes porque se encaminaban a eso precisamente, a conocernos mejor, a potenciar la autoestima y esa serie de cosas que nos hacen ser un poco más felices. Me equivoqué en la primera parte, en entregárselo, creo que lo guardó en un cajón, si es que no lo tiró en la primera papelera; pero no en la segunda: esa persona necesitaba ayuda. Desaprovechó la ocasión porque pensó –eso creo- que esas cosas no eran para gente culta como él. Y luego, con el pasar del tiempo, comprobé que estaba en pañales, que sus éxitos sociales le habían alejado de lo que se cocía en su interior, mucho más importante que todo lo demás, porque con quien uno desayuna, come y duerme es consigo mismo. Todos conocemos personas con un atractivo especial, que se hacen viejos/as y ni tan siquiera les vemos la edad, tienen la palabra adecuada, la botella siempre está medio llena, son como una luz que todo el mundo quiere tener cerca. No es fruto de la casualidad, estoy convencida que –no sé si a sabiendas o no- ponen en práctica a diario esos principios que uno adquiere precisamente así: Tomando café consigo mismo.

DE IZQUIERDAS Y DERECHAS


He asistido a una conferencia que respondía con fiabilidad a lo que se entiende por postulados de “la derechona”. Adelantando que no me interesan los temas políticos, aunque sé que nada de lo que sucede lo hace al margen de los mismos, lo que se dijo me dio pié a plantearme algunas reflexiones. El tema fundamental era la democracia que nos trajo la Constitución del 78. No es que el conferenciante cuestionase la conveniencia de la misma –al menos no lo manifestó-, pero se trataba de uno de esos perros viejos, curtidos de los de yo me opongo a los cambios, porque cualquier tiempo pasado fue mejor (había antes -dijo- moral, religión, principios, familia, autoridad…). Tuvo el hablante la gran suerte de ver sus argumentos avalados por la situación de crisis que padecemos, por las corrupciones que surgen por doquier, por los millones de parados que hay en este nuestro país, por…, por lo que todos sabemos y, más que nada, tocamos – y nos toca- sin ningún esfuerzo. Lógicamente todas nuestras desgracias –según el ponente- emanan directamente de la incompetencia de nuestros gobernantes que no son hombres de Estado, sino malos políticos; aquí añado –no sin que se me revuelvan un poco las entrañas- que le asistía toda la razón: la razón de la evidencia. Seguro que llegado a este punto de lectura –si es que alguna persona sigue ahí- hay quien pensará ésta es una comunista. Es la salida más recurrente, también me han llamado “rojilla” –aunque creo que eso con cariño-, Pasionaria y feminista, eso ya con un cierto grado de mala leche. No me siento ninguna de las cuatro cosas. Ni de derechas, ni de izquierdas, pese a que en los años de la transición yo corría –por decirlo de alguna manera- de los grises, y no porque fuese de izquierdas –era joven y no tenía muy claro de qué iba la cosa, ahora creo que sigo sin tenerlo-, pero era universitaria y como tal había que ser progre. Sí le agradecí a la Constitución que igualara los derechos del hombre y la mujer, que no se persiguiese a nadie por su ideología, siempre pensé que no son éstas, las ideologías, las que fallan, que los que fallamos somos nosotros al ponerlas en práctica. En los años que llevamos de democracia he votado a la izquierda, a la derecha, vuelta a un lado, regreso al otro…y no por convencimiento político, sino por lo mal que lo iban haciendo los sucesivos gobiernos. Y mucho me temo que, salvo los acérrimos defensores de “su” partido, la mayor parte de los ciudadanos hemos hecho lo mismo. Mi voto ha sido siempre el del “desencanto”. Los españoles hemos dado en estos años sobrada cancha a derecha e izquierda, son los elegidos los que nos han ido fallando. Probablemente el mundo, mientras esté gobernado por hombres –no excluyo las mujeres, es un modo de decir- no tendrá remedio. ¡Solemne tontería la que acabo de escribir!, pero seguro que se me entiende, juro que no pensaba en ningún "animal" en especial. No sigo, no sigo por ese absurdo camino, un lapsus lo tiene cualquiera. Decía nuestro conferenciante que era necesario incorporar gente joven, culta, personas formadas para gobernar. No sé yo muy bien dónde habrá que ir a buscarlas, porque nunca en España ha habido gobernantes/as tan jóvenes, tan radiantes de juventud. Un amigo me ha dicho que sí, cierto, pero que son personas sin formación. Total, la pescadilla que se muerde la cola, la formación se adquiere con los años, la experiencia es –probablemente- la mayor preparación de una persona, y eso en cualquier ámbito, un médico será mejor cuantas más operaciones haya practicado o enfermos haya visto, si te tiene que defender un abogado procura que sea perro viejo curtido, y así sucesivamente. Se me ocurre, en una de esas ocurrencias que mi padre me decía eran de bombero torero, que tal vez estuviese bien establecer una carrera universitaria para la formación de políticos. Y después unas prácticas, algo así como el MIR de los médicos, incluidas guardias escasamente pagadas. Y tampoco estaría mal que no se les pagase demasiado, y menos permitirles meter la mano en las arcas del Estado. ¿Qué es difícil? Eso ya lo sé, no estoy dando más que remedios caseros, remedios de una ciudadana de barrio, que no va más lejos de su asociación de vecinos, y esos no contamos para nada. Bueno algo sí, somos los que los elegimos, los que hacemos posible que cobren buenos sueldos, que vivan de nosotros -no para nosotros-, que se desplacen en coche oficial, ¿sigo? No, el resto ya lo ponen ustedes de su cosecha, que hay mucho campo para sembrar. Pero esto no es lo más terrible, lo peor es que somos sus víctimas. Y qué casualidad llegado este punto casi –digo, casi, que no se me malinterprete- coincido con el conferenciante en aquello de que antes estábamos mejor. Creo que en el 77 había trabajo para todos, mis padres ya habían comprado un piso (con trabajo y esfuerzo, pero sin asfixiantes hipotecas), yo era universitaria, empezábamos a ir –en un 600, claro- de vacaciones a Benidorm. La verdad, ni yo misma me entiendo. ¿A ver si el punto este tenía algo de razón? Ando muy despistada, no encuentro palo en el que me ahorcar.
En realidad, me podía haber ahorrado el farragoso y extenso texto, porque la imagen que encontré para ilustrarlo no necesita complemento.

jueves, 24 de febrero de 2011

LOS HIJOS REPRODUCEN NUESTROS COMPORTAMIENTOS

Probablemente si nos preguntasen qué es lo más preciado de nuestras vidas, todos responderíamos sin dudarlo que nuestros hijos. Creo, y me equivocaré muy poco, que las prioridades dan un giro de 90 grados con la llegada de un vástago. Las madres conocemos muy bien la zozobra de esos primeros meses en los que nos asomamos una y mil veces a su cuna por algo tan simple como comprobar que respira. Y aunque parezca poco veraz, la educación comienza ya en ese momento. Tiene suma importancia la manera en que nos dirijamos a ese hermoso bebé que pensamos no entiende aún. Y sí entiende, ya lo creo que sí. El tono de nuestra voz, la tranquilidad y serenidad que le trasmitamos irá configurando su carácter. De una madre que grita lo más probable es que su hijo la imite en cuanto sea capaz de pronunciar las primeras palabras. Tenía yo una amiga –lo fuimos mientras nuestros hijos fueron pequeños- que cuando su hijo lloraba se ponía muy nerviosa y lo zarandeaba a la vez que le hablaba en un tono demasiado alto –el peque, ciertamente, estaba bien del oído-. Creció el infante convencido de que la mejor manera de obtener sus caprichos era poniendo nerviosa a su madre, y para ello gritaba. Ella, presa de desesperación, recuerdo que para que callara, primero le endulzaba el chupo con azúcar, un poco mayor le compraba un chupachús, luego cualquier juguete, y al final se pasaba la vida pegada a un kiosco. El niño terminó visitando al psicólogo, y su madre al psiquiatra. Nuestros hijos se criaron a la vez y mi amiga era una buena madre –probablemente parecía mejor que yo porque siempre complacía a su niño- , yo puede que no tanto: un grito era razón suficiente para una rotunda negativa a cualquier capricho. Mi hijo hizo muy pronto suyas las frases si te parece bien podría ir un poco a los columpios, no sabes mamá cómo me gusta ese juguete…, lo que parece una cursilería dicho por un niño no era más que el reflejo de mi manera de decirle y presentarle las cosas, y también mi resistencia a no ceder nunca, y digo nunca –no es fácil- al chantaje: ni el emocional, ni el de la fuerza del desgaste, ni el grito…, ninguno. Mi hijo no fue nunca al psicólogo. Hay quien opinará que es fruto de la casualidad: puede. Pero estoy convencida que los niños se limitan a reproducir patrones aprendidos desde la más tierna infancia. Lo difícil es que como padres podamos mantenernos firmes y actuar siempre con los mismos criterios. Ahora, que ya soy mayor y veo las cosas con otra perspectiva, me doy cuenta que yo le apliqué a mi hijo el mismo modelo educativo que recibí de mis padres –y de mi inteligentísima abuela-, así que no ha de ser fruto de la casualidad. Espero que cuando él tenga un hijo –aún sin ser consciente de ello, yo no lo era- lo eduque con criterios semejantes, con la particularidad de que los tiempos han roto muchas cadenas en también muchas direcciones, tal que la educación ya no se imparte en función de los sexos, que la religión no es una imposición, sino una opción personal que uno adopta cuando tiene capacidad para ello. En ese sentido puedo decir que de niña asistí a un colegio de monjas en el que debíamos de ir a misa todos los días, comulgar, etcétera, etcétera; y como no fui educada en un ambiente puramente religioso –pese a que frecuentábamos la parroquia día sí, día también, mi familia tenía verdaderos vínculos de amistad con algunos párrocos, fundamentalmente por su colaboración con Caritas-, pues siempre me quejaba de esa obligación de misa diaria que yo no veía en mi casa. Y con muy buen criterio, no recuerdo si mi padre o mi madre, un día me explicaron que si acudía a un colegio de religiosas tenía que cumplir sus normas me gustaran o no y que cuando fuera mayor yo podría elegir libremente si ir o no a misa. Fue una gran lección de tolerancia, convivencia, y la sensación de que había una libertad de la que un día podría hacer uso si me preparaba para ella. Años después yo le dije a mi hijo lo mismo. Y resultó, ya lo creo que resultó. Ni él ni yo tuvimos nunca ese resentimiento que manifiestan algunas personas contra la religión, contra la educación religiosa de nuestro país. Hoy puedo decir que dos veces a la semana colaboro en mi parroquia -no soy catequista, eso no podría hacerlo- y que nada me consuela más cuando fallece un ser querido que darle el último adiós en la casa de Dios. Que nadie me pregunte si soy creyente, no sabría responder. Puedo responder, en todo caso, que no al estilo tradicional. Creo en aquellos misterios que desconozco, creo en la maravilla que es la vida, en la naturaleza, en las personas buenas, en la Ciencia, en… ¿Hay alguien detrás? Pues en ese alguien también creo.

miércoles, 23 de febrero de 2011


Cuando esto escribo soy consciente de estar metiéndome en un bardal que, amén de no llevarme a ninguna parte –de eso estoy segura- lo más probable es que su interés sea escaso o nulo. Pese a ello, voy a intentar expresar –más que lo que siento, que no es más que zozobra- el mar de dudas que acechan constantemente mi pensamiento. Han caído en mis manos algunos textos del polifacético Eduardo Punset: escritor, economista, jurista y fundamentalmente –al menos para mí- divulgador científico. Mi cerebro –no muy pródigo en esas neuronas por las que discurre el conocimiento científico- se ha quedado con una de sus frases: ¿Cómo hemos podido vivir millones de años sin cambiar de opinión? Ahí es nada. Quienes me conocen saben que mis conocimientos –de casi todo- son escasos, pero también que poseo una avidez fuera de lo común por llegar siempre un poco más lejos, aunque las limitaciones son las que son. Con ellas a cuestas trato de entender el mundo que me rodea, más que nada para que mi cerebro sobreviva y aparte de sí el nada merece la pena, que en el fondo –tranquilos, muy en el fondo- es lo que pienso. Por este medio que ahora utilizo obtengo tal cúmulo de información de todas direcciones que me sume con frecuencia en un estado de confusión del que no me resulta fácil desenmarañarme. La sensación más inquietante es la de sentir que los hombres –perdón, y las mujeres también- vivimos sobre un polvorín que siempre está a punto de estallar; de hecho, cada día lo hace en alguna parte. Dicen los entendidos –y para esa afirmación no hacen falta muchos conocimientos- que los avances de la ciencia y la tecnología ya no guardan proporción con el sistema económico, social o religioso actual. Obvio, desde luego. Hace falta un cambio profundo, el cómodo inmovilismo resulta ya insostenible. Pero son muchas las fuerzas que se imponen para que todo quede igual; la información se nos brinda sesgada, de esa forma admitimos sin problemas que las cosas tienen que ser como hasta ahora en aras a una estabilidad: tiene que haber pobres y ricos –riquísimos-, debemos temer a Dios, mantener el vínculo familiar –aunque en el hogar se ahoguen muchas vidas-, mantener el clan –muy bien lo hace el pueblo gitano, el rumano, el fundamentalista…-. Y todo eso en un mundo que se dice globalizado, en el que las fronteras tienen cada vez menos sentido y los movimientos migratorios se suceden en todas direcciones –dentro o fuera de la legalidad, pero sólo es cuestión de tiempo-. ¿Qué debemos entonces cambiar? Y vuelvo al principio, a la frase de Punset: ¿Cómo hemos podido vivir millones de años sin cambiar de opinión? Pues lo hemos hecho, pero habida cuenta que el mundo es ahora muy diferente, probablemente –con certeza- ha llegado el momento de deshacernos de esa carga del pasado que nos limita e impide que cambie lo más importante: nuestra forma de pensar, primer paso para que los avances científicos y tecnológicos vayan parejos. Tal vez, si nuestra mente se acopla a la Ciencia, a la tecnología, a la globalización, en algún momento logremos superar la tan mentada crisis mundial. Yo diría que el cambio ha de producirse desde dentro, desde lo más profundo de nuestro ser. Y también es posible que para ello debamos deshacernos de comportamientos y mentalidades arcaicas que llevamos gravadas a fuego en nuestras neuronas. Vidas llenas de miedos y remordimientos no hacen sino paralizar nuestra capacidad de actuar. Y no quiero recordar cuántas pasan en el más absoluto de los inmovilismos precisamente por eso, por el miedo inculcado a fuego en nuestras infancias y hasta prendido con raíz en los genes, negándonos cualquier posibilidad de felicidad. Pero pienso que una vida es demasiado corta para que se produzcan los cambios profundos en nuestra mente que el mundo necesita para alcanzar el tan anhelado equilibrio. Desde luego nosotros no lo veremos, pero sí podemos comenzar a colocar algunos cimientos, aunque no sea más que en la educación de nuestros hijos: sin miedos, sin remordimientos, sin ideas inamovibles, mirando a un futuro que nada tiene que ver con el pasado, aunque la Historia se cimiente en él puede que ya no sirva de referencia, la ciencia y la tecnología nos han enseñado muchas cosas hasta ahora no conocidas. Si en el pasado eran ignoradas, no podemos actuar como si las desconociésemos.

Artículo de VIRGINIA ÁLVAREZ-BUYLLA


LAS MIL Y UNA NOCHES
Cuando yo era pequeñita no sabía nada de los árabes, sólo me sonaban unos moros que habían cruzado el estrecho de Gibraltar para instalarse en nuestro país a los que nos había costado un poco echarlos -vamos sólo unos cuantos siglos-, pero lo habíamos conseguido. Cuando llegó la época de leer novelas románticas, descubrí unos jeques árabes maravillosos. Las historias iban de un guapísimo jeque árabe de inmensos ojos negros que, montado en un brioso corcel, rescataba a la joven inglesa que había sido secuestrada por unos rufianes. Lo que me ofendía era que la jovencita en desgracia siempre era inglesa y yo enfadadísima de que nunca fuese una joven española, con lo cual mis oportunidades eran muy escasas.
Con el tiempo descubrí que en aquella época y mucho antes, las familias inglesas de postín alquilaban sus regias mansiones a millonarios americanos y se iban a pasar una larga temporada al Cairo. Como hizo Clara, la madre de Agatha Christie, en un momento de dificultades económicas. Vivían estupendamente en los mejores hoteles, cenas fastuosas, bailes de gala y la mayoría de las jóvenes encontraba pretendiente, aunque siempre había una que se perdía y podía ser rescatada por el jeque. Lo que pasaba después de que el jeque la estrechara entre sus brazos y se la llevara lejos no se decía. Así que yo me imaginaba el palacio de las mil y una noches, lleno de patios, fuentes cantarinas, sedas y joyas y, claro está, el jeque adorándote.
Resulta que ahora aquellos jeques se convirtieron en unos señores barrigudos llenos de oro, producto de su petróleo y rodeados de mujeres por todos lados; ninguna gracia. Los países árabes se han convertido en dictaduras con tiranos o con fanáticos religiosos en donde nadie vive bien. Por eso ha habido una revuelta contra el poder en Túnez que ha tenido un efecto mariposa y se ha extendido y se extiende a otros países árabes. ¿Podremos volver a visitarlos?


(Publicado en el diario El Comercio, 23/2/2011)

martes, 22 de febrero de 2011

EL FUTURO ES HOY


Queda lejos aquel tiempo en el que todo lo proyectaba pensando en el futuro. Estudiaba para labrarme un futuro que decían mis padres, después trabajaba para alcanzar –también en el futuro- una posición acomodada; a renglón seguido –aunque ese “seguido” hayan sido unos cuantos años- todo se organizaba para que los hijos tuviesen una vida mejor –como si no los hubiésemos criado entre algodones, pero siempre se aspiraba a más…para el futuro, claro. Yo diría que hoy ya estoy en el futuro. O más bien que ahora prefiero que no llegue el futuro. No me apetece nada pensar en lo que debo –en el mejor de los casos- preparar para…ya saben para qué, por no repetir diré que para el día de mañana. ¿Tal vez una silla de ruedas, o… una buena residencia de ancianos? La verdad, no se me ocurren demasiadas cosas programables para ese tiempo que ha de venir –eso con suerte-, así que prefiero que mi futuro sea hoy.

domingo, 20 de febrero de 2011

LA CORRUPCIÓN Y LOS TOMATES

Hace ya cerca de un mes que el señor Riopedre purga en la cárcel sus aún supuestos pecados. Cabe pensar que los pecadillos no son precisamente veniales, a la vista de que no le conceden la libertad, ni condicional, ni bajo fianza, ni bajo ningún otro procedimiento. Hoy leo en prensa que su salud empeora y que posiblemente esa sí pudiera ser una razón que justificase legalmente ponerle en libertad. La verdad es que a mí el viejo me da cierta pena, no sé muy bien si por su condición de viejo y enfermo o porque lo que hizo -supuestamente, claro- lo convierte en un hombre vil digno de lástima. Curiosamente cada vez conozco a más personas, voy a llamarles chorizos porque me parecen de muy baja estirpe, que ocupando o habiendo ocupado puestos muy relevantes en la política o en empresas estatales, se ven involucrados en asuntos turbios, siempre con dinero por medio. Unos están pendientes de ser juzgados -creo que se dice que están encartados en tal o cuál asunto-, otros ya han sido juzgados y han sido absueltos, personalmente pienso que más por falta de pruebas -perfectamente ocultadas-que por inocencia. El caso es que cada vez resulta más difícil saber si lo que uno tiene delante es o no un hombre honrado. Y pongo ejemplo concreto. Riopedre tenía cierta -y digo cierta- amistad con mi madre, nacida de una afición común por determinados libros de esos raros, curiosos o de ediciones agotadas de tema asturiano; por lo que de cuando en cuando se veían para hacer sus intercambios. Así cuando se iba a retirar de la política mi madre lo supo antes que se diera a conocer la noticia, y hasta era frecuente que se contaran sus enfermedades. Todo normal entre dos personas de edad, incluso el pasado verano el amigo Riopedre le trajo algunos tomates y manzanas de su finca de LLanes. Cuestión que tiene a mi madre un poco sobre ascuas, no hay que olvidar que estamos ante una mujer de cerca de 80 años que no entiende mucho lo que pasa. Lo que no le gustaba de Riopedre, decía, era que siempre venía en coche oficial y hasta los tomates habían venido en dicho transporte. Nunca entendió ella por qué para ir a pasar un fin de semana a LLanes -máxime siendo comunista- fuese necesario utilizar el coche oficial, al menos eso comentaba con frecuencia. Y como el Consejero tenía por costumbre quejarse siempre de falta de dinero, pues - con su mejor voluntad- le recomendaba empezar ahorrando por ahí. Que ya es pecar de inocente. Total, que detienen a Ripoedre, le acusan de estafa millonaria y mi progenitora se pregunta si por aquello de los tomates y las manzanas que le trajeron de LLanes la llamarán a declarar del juzgado. Por supuesto yo le aseguro que sí, principalmente porque se los comió y no repartió conmigo. Yo sostengo que ella ha de estar encartada en el asunto Riopedre, porque se aprovechó del beneficio de esa finca llanisca que... ¡cualquiera sabe donde habrán salido los cuartos para esas plantaciones! Ahora si alguien le pregunta por Ripoedre, asegura no conocerlo de nada, porque ella no se trata con sinvergüenzas...

miércoles, 16 de febrero de 2011

MONEDAS Y SELLOS, artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA


DOMINGOS POR EL RASTRO
En la mañana poblada del Rastro andamos en zigzag por este redondel de calles. Nada hay más pobre en él que estas monedas antiguas con caras de emperadores narigudos, con reyes felones, águilas imperiales, dictadores y reinonas, llenos todos de la 'Gloria mundi transit'. Nada más pobre, digo, que toda esta perronería borrosa, rayada y miserable de níqueles y cobres diciendo: .«Por la gracia de Dios». Y también nada que se parezca más al aburrimiento que estos sellos clonados, impolutos y como inmortales (sin matasello), tan distintos a sus hermanos, muertos por llevar amores, pascuas, noticias, pesares. en cartas de fina caligrafía descifrada lentamente en un rincón de la cocina, o al viento, bajo la anatomía de un árbol frondoso, de un verano ya ido.
Ya son todo viejas historias estas del Rastro. El mundo huye y, al final, sólo nos deja esas treinta monedas con las que muchas veces nos compraron el oro puro de nuestros sueños de juventud. Imperdonable plata Iscariote que siempre compra los más bellos horizontes de nuestra corta existencia, que nos quita el catalejo que alarga la mirada o nos desvía de los campos y los bosques en los que ya nunca estaremos, que nos impide vivir sobre las nubes o coger los veleros que van a las islas. A veces, y casi siempre al final (cuando ya estamos en las traseras de la tarde y el fracaso), arrepentidos, arrojamos a los pies de los sacerdotes del dios Mammom esas monedas que ya nadie quiere. y que terminan en el Rastro.
Por eso, siempre me han parecido tristes, sórdidas y oscuras las manos de todos estos hombres que repasan las efigies de las monedas; que miran y remiran por ver si descubren su falsedad, como si el dinero no fuese siempre falso, y ensombrecidos esos ojos del coleccionista de sellos contemplando, ensimismado, la arqueología de caras y figuras del pasado. Monedas y sellos para hombres solitarios de plaza Mayor, que los irán guardando (para verlos ello solos), en cajas que, seguramente, nadie abrirá hasta su muerte.

LOS QUE TRABAJAN EN SILENCIO, artículo de LUIS DÍEZ TEJÓN


Nunca da la sensación de andar agobiada, pero a mi amiga le gustaría que las horas tuvieran noventa minutos, y aun así no sé si le parecería tiempo bastante para hacer todo lo que quisiera hacer. Tiene su trabajo y sus obligaciones, esas que la vida impone como tributo a la supervivencia, pero, cuando termina, dedica su tiempo libre a trabajar como voluntaria en la atención de ancianos. Porque a mi amiga le parece que el tiempo y la vida no tienen gran valor si no se comparten con los que tienen vacía la vida y apenas saben para qué quieren el tiempo. Por eso tiene esa mirada mansa, que sólo esconde ante la prepotencia y la soberbia, y por eso nadie le arranca una sonrisa más luminosa que alguien que apenas es capaz de sonreír.
Mi amiga no es amante de ningún chorizo famoso, ni anda a la colección de exmaridos cotizables, ni tiene periodistas a la puerta cada vez que saca a pasear al perro. Nadie jamás le pedirá una exclusiva, porque lo que hace ella no se cotiza en el gran mercado de la farsa. No aparecerá nunca en ninguna pasarela, ni falta que le hace, porque sus bellísimas arrugas no son valores de la bolsa de la frivolidad. La conocen sólo los que la quieren, que no hay fama más verdadera. Mi amiga no vende imagen, sino que regala presencia, y entre una imagen y una presencia sólo los tontos se equivocan.
Como no es actriz ni cantante ni miss nada, no necesita a los pobres para que alimenten su imagen; no vive de ellos. Ella sale cada tarde de su casa con su anónimo ser a cuestas y se llega hasta la residencia para acompañar a los ancianos que lo necesitan, que son muchos, y monta excursiones cada semana para que el horizonte del mundo se les haga un poco más grande y puedan dormir esa noche prendidos a algún recuerdo no muy lejano, y hasta alienta alguna mirada furtiva, porque sabe que el amor es el gran sanador de soledades. Ayuda a los viejos a ser viejos, que a veces no debe de ser cosa muy fácil. Lo de ser viejo, quiero decir.
Uno, mientras escribe esto, piensa que cuántas personas habrá como mi amiga por esos barrizales de la vida. Cuántos seres de generosidad desbordante haciendo una labor callada e irreconocida, sin más premio diario que el de saber que han mejorado un poquito este mundo. Ante ellos, uno, que no es nada proclive a la admiración fácil, se calla y siente un profundo respeto. Si una imbécil del colorín estornuda, será portada en todos los medios del ramo; si un canalla nos estafa a todos unos cuantos millones, será famoso en un día. Pero si cientos de personas trabajan en silencio por mejorar a los demás, nadie lo destacará como noticia, aunque sólo fuera para alimentar un poco nuestra esperanza. Y quién sabe, casi mejor así. La hermosa florecilla que crece en la penumbra se marchita y pierde su aroma en cuanto le da el sol. Alguien, seguramente un espíritu vencido, ha dicho que el hombre sólo es capaz de sufrir, que no puede obrar. Si pudiera conocerle me gustaría presentarle a mi amiga.


(Artículo publicado en el diario El Comercio, 16/02/2011)

martes, 15 de febrero de 2011

TIEMPO DE MIMOSAS


Han vuelto a florecer como todos años las mimosas. Para mí son probablemente el mejor regalo que me hace la naturaleza en invierno. Tengo por ellas una especial predilección, nacida en la infancia de la mano de esa abuela nunca olvidada a la que acompañaba mañana sí, mañana también, a cortar un hermoso ramo que luego colocábamos con sumo cuidado en un humilde jarrón -el único de la casa- sobre una mesa de madera rústica orlada con un tapetito blanco primorosamente almidonado, que junto a la ventana de un cuartito que servía para la lectura, la costura o cualquiera de esos menesteres en los que ocupábamos el ocio durante esos escasos años que dura la infancia feliz, situaba estratégicamente la abuela. Cuando cierro los ojos aún soy capaz de recordar la deliciosa estancia. Luego estaba el olor, ese que sigo y persigo cuando paso por una floristeria, hasta que descubro no sin asombro que junto a esas llamativas flores exóticas -y casi siempre en una esquina en un caldero- se ofrecen unos cuantos ramos del -para mí- preciado tesoro. Hace algunos años -puede que bastantes más de los que me parece- usaba yo un perfume llamado "Diorísimo" que olía a eso, a mimosa. La cada vez mayor dificultad que tengo de acercarme al campo, ha hecho que volviera a buscar el perfume, necesité sentir de nuevo ese olor dulzón que tantos recuerdos me trae, pero...ya no se fabrica. Así que habrá que conformarse con la foto y esperar el milagro de que alguien, -¿tal vez un poeta amigo?-, en algún lugar a mi alcance recuerde que han vuelto las mimosas, y con palabras acertadas exprese lo que siento,y así pueda volver a sentir de nuevo.

lunes, 14 de febrero de 2011


Por extraño que parezca, esta mañana he recibido varias felicitaciones. Y qué curioso algunas de personas que hace mucho no frecuento, otras no tanto. Lo más sorprendente es que, pese a no ser yo nada dada a esas fechas marcadas fundamentalmente por intereses comerciales, me ha parecido estupendo. Me estoy haciendo mayor a gran velocidad, mi parte sentimental aflora como la de esa viejecita que tanto agradece una muestra de cariño. Gracias, a quienes tuvisteis la gentileza de acordaros de mi persona hoy, precisamente hoy, día de de San Valentín: día de los enamorados. Quiero pensar que como no fui muy afortunada en el amor, al menos en ese de “hasta que la muerte nos separe” que es el que yo hubiese deseado –aunque aclaro, que no de cualquier manera, porque mantenerse unidos es fácil, y sobretodo cómodo, lo de feliz es otro asunto-, pues ahora me apunto a ese amor a lo que yo llamo “mi gente” que no es otra que mis amigo/as -véalos o no mucho-, a otros que me necesitan más y me permiten hacer voluntariado, lo más gratificante que a uno le puede suceder; a mis chicos, que de cuando en cuando se olvidan de su madre para hacer su vida –que es lo que más me gusta: que hagan su vida, quiero decir-; y a tantas y tantas personas como pasan en algún momento por mi vida y la enriquecen. Aprovecho para enviarles este corazoncito que he encontrado en la Red y que, aunque no es mío, dice todo lo que yo hubiese querido decir. FELICIDADES, AMIGOS/AS. Así, bien alto, para que se entere todo el mundo.

jueves, 10 de febrero de 2011

LUCHAR POR LA JUSTICIA, artículo de VIRGINIA ÁLVAREZ BUYLLA

Yo, cuando era joven, quería cambiar el mundo. Cada vez que me encontraba con una injusticia, y era bastante a menudo, me enfrentaba como una leona. ¡Infeliz de mí! Creía que podía hacer algo y la mayor parte de las veces me estrellaba contra un muro infranqueable. Siempre he sido abogada de causas perdidas y lo peor es que no he cambiado, sigo exactamente igual. He envejecido, las arrugas se ven en mi cara, los michelines me adornan y debo reconocer que me los he ganado a pulso, disfrutando estupendas viandas con amigos y familiares. Las canas pueblan mis cabellos; bueno, en realidad, no se ven porque, como todas las mujeres mayores, soy rubia de frasco. Pero en mi interior sigo siendo la misma sufridora y luchadora contra las injusticias. Por eso me siento tan frustrada, porque pocas veces consigo mi objetivo y siempre acabo oyendo lo mismo, «Es que te metes en lo que no te llaman». «Deja que la gente solucione sus problemas». «Vale más no tomar partido». Parece que lo mejor en la vida es pasar de todo y vivir una vida con orejeras. Pues lo siento, pero no pienso hacerlo y seguiré diciendo lo que siento, pese a quien pese. Seguiré insistiendo en mi apoyo a Cascos, lo mejor que nos ha pasado a los asturianos en mucho tiempo. No podemos dejar pasar esta oportunidad y si lo hacemos vale más emigrar a una isla desierta. Creo que todavía queda alguna en el Pacífico.
Creo que lo que está pasando en Túnez, en Egipto o en Yemen puede ser una catástrofe, porque una cosa es que se pase a un régimen de libertades, deseable y necesario, y otra que los fanáticos islamistas lleguen al poder. Y me temo que eso es lo que está detrás.
Cada vez que sale a la luz una presunta estafa como lo de Riopedre y compañía se me ponen los pelos de punta, porque cosas así cada vez nos parecen más normales. Me parece que voy a retirarme a mis cuarteles de invierno e intentar luchar sólo en uno o dos frentes.
(Publicado en el diario EL COMERCIO)

lunes, 7 de febrero de 2011

¿CRISIS...? QUÉ CRISIS



Si no viviese a pie de calle me costaría cierto trabajo admitir que estamos en crisis. Es decir, si no fuese porque –como recojo en otro texto- veo cada tarde-noche gentes recogiendo comida en la basura, más pedigüeños en las esquinas, informes de las instituciones benéficas quejándose de que pronto no tendrán para socorrer a tantas personas como les demandan comida u otros auxilios indispensables para vivir –ni tan siquiera con dignidad, porque cuando uno se ve en la necesidad de mendigar es lo primero que se pierde-, pues diría que lo de la crisis es un cuento de lo políticos. ¿En qué fundamento la apreciación? En bastantes cosas. Hoy concretamente en una conversación que he tenido esta mañana con Pablo. Hijo que me ha salido muy futbolero, mi padre –que también lo era- estaría orgullosísimo del vástago. Aprovecho para colar aquí, como el que no quiere la cosa, que el primer libro que se escribió sobre la Historia del Sporting, es obra de mi progenitor. Luego se publicaron muchos más, algunos tomando datos del suyo, y unos lo mencionaron y otros no. Pero conociéndole sé que eso no le hubiese importado. Y a mí tampoco, tranquillos, no es más que un comentario. Pues decía que en la conversación futbolera –ni entiendo ni me gusta el balompié- me comentaba Pablo que el sábado nuestro equipo local juega con el Barcelona, acontecimiento que parece de gran relevancia. Yo diría que viendo que el domingo –el pasado- perdió tres a cero contra el Bilbao, me parece que la afición es un poco masoquista. Porque, ahí va algo difícil de admitir: ya no hay entradas. Pero la perla mayor no es esa, sino el precio de la susodicha entrada: 140 euros por barba. Bien leído, no he dado la cifra equivocada. A renglón seguido, y repuesta del susto, le pregunté qué capacidad tenía es estadio. ¡Otro susto mayor! Veinticinco mil espectadores. Como soy de letras no me molesto en hacer el cálculo, me llevaría demasiado tiempo. En mi antiguo barrio dirían: ¡ay fía tú tas mal de la tellera! Estar, no estoy, pero creo que me pondré. Una de dos, o todos los ricos van al fútbol, y dudo que haya veinticinco mil en Gijón, o vienen de Oviedo, que esos son un poco más potentados – o lo parecen- pero no son del Sporting, o no entiendo nada. Me quedo con esto último. Para mi tranquilidad y viendo mi azoramiento, Pablo añadió: pero no todos pagan. ¡Encima eso! Van de gorra. Que no mamá, que es que son socios. ¿Y eso no cuesta hijo? Sí, pero una vez al año. ¡Vaya! Menos mal que no hay que pagarlo todo de golpe. No quise saber cuánto costaba hacerse socio, mejor no saberlo. Si el domingo pierde de nuevo es como para matarlos.

HOMENAJE A JOAQUÍN FUERTES ÁLVAREZ, en el 15 aniversario de BRAVO ASTURIANÍSIMO

Voy con un poco de retraso, lo sé: el homenaje ha sido ayer domingo en EL JOVELLANOS en el acto organizado por BRAVO ASTURIANÍSIMO que, a la vez, conmemoraba su 15 aniversario. Mis felicitaciones para el homenajeado y para el artífice de todo: GONZALO MIERES. No, Gonzalo, no me olvido, que ya sé que te ayuda un excelente equipo, también va para ellos. He tratado de "colgar" la información" el mismo domingo, pero los duendes de la informática se colaron en mi ordenador y no pudo ser. No obstante, no quería pasar pasar por alto ninguna de las dos celebraciones. Los 15 años de BRAVO ASTURIANÍSIMO, porque me parece encomiable que, pese a las contínuas zancadillas, tengas la fuerza para seguir adelante -en el fondo sé que no es por ti, sino por todas esas personas que acuden cada domingo a sentirse eso, "personas" que importan al alguien-; y por el homenaje a un hombre grande -en el más amplio sentido de la palabra: de corazón-,a un hombre que se hizo a sí mismo, que luchó por salir adelante en esa España dificil, tan humilde como entrañable que ya nos va quedando atrás, para nuestra desgracia. Joaquín representa -en mi modesta opinión- a la gente buena, honrada, preocupada por todos. Y como no sé qué más decir, pongo a continuación el artículo de GONZALO MIERES, que es quien refleja con todoa justicia quién es JOAQUÍN FUERTES.

ARTÍCULO DE GONZALO MIERES
Joaquín Fuertes Álvarez es un gijonés nacido en Lantigo(Shantigo), pueblo del concejo de Allande, limitando con Cangas del Narcea.Nació en plena guerra civil, con el padre fuera de casa y como crío enfermizo recuerda cuando su abuelo le llevo en brazos hasta la Pola a la desesperada.
Una infancia entre la escuela y ayudar en casa cuidando el ganado, leyendo algún libro, como los poetas andaluces que tanto quiere y admira.
Destacó en la escuela, quizás porque en casa había media docena de libros que eran de su tía, maestra, que se embarcó en Vigo camino de Buenos Aires.Cuando tenía 14 años, una maestra que tenía un tío dominico en Oviedo, les propuso a la familia que le mandaran al colegio de Santo Domingo interno y así fue; flaco, desgarbado y mal vestido entre un rebaño en el que predominan los burgueses, hizo amigos que todavía hoy conserva; Manuel de la Cera, Felipe Prieto, Chus Quirós, Juan Cueto...
Tuvo que volver al pueblo ya que la abuela enfermó y todas las ayudas eran pocas, hasta que la familia decide venir a vivir a Gijón y trabajan en un bar familiar en El Coto y lo traspasaron para vivir a Castiello de Bernueces.
Un anuncio en El Comercio pidiendo gente para formar un grupo de teatro en el Ateneo en el año 1957 le hizo coincidir con Ramón Vega, Lalo, Pili, Eloína, Modesto Clemente, Raimundo, que venían del Hogar del Productor de hacer ya teatro y comenzó como cuerpo extraño. El fundador de La Máscara fue Paco Ignacio Taibo, redactor jefe de El Comercio y secretario del Ateneo. Una intensa actividad como actor en La Máscara y Gesto, el viaje a la vendimia francesa en autostop con Juan Carlos Otero Arango. Participó en el teatro Arango en agosto de 1961 en la celebración del CL Aniversario de la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos. La Máscara puso en escena con trajes de época "El delincuente honrado", dirigido por Laureano Mántaras y Fuertes intervino haciendo el papel de Jovellanos, dando lectura a un artículo de Azorin.
Recién llegado del servicio militar consigue el premio de autores teatrales convocado por las emisoras del Movimiento y segundo en declamación con "El mono velludo". Un accésit en el concurso de cuentos de La Felguera. En el año 1962 su obra premiada "Hasta mañana" no pudo montarla. La Máscara por la censura, pero si representó el TEU en noviembre de 1966 la obra "El alegre verano" dirigida por Gonzalo Onaíndia. Comienza a trabajar como peón en Fábrica de Moreda en el año 1962 y se jubila como jefe de seguridad industrial, responsable del parque de bomberos ,conductores y oficiales mecánicos y después de obtener experto superior en seguridad de fábricas y minas en 1969 y ganar en 1971 el premio nacional de artículos sobre seguridad en el trabajo convocado por el INI, año en el que comienza a estudiar Derecho en Oviedo teniendo que dejarlo por enfermedad en segundo curso.
En 1968 puso en marcha La Máscara juvenil. La obra, "Aceite de O Nelly" consiguió el premio juvenil de la época y la actriz Carmen Sánchez, el premio de interpretación y entre otros; Eladio de Pablo, Boni Ortiz, Manolo Arenas, Miguel Ángel Bonhome. En los 70 dirigió en el club juvenil de Pumarin la obra, Llama un inspector, y estrenaron su obra "La estudiante". En el año 1975 fundó un grupo de teatro en Ensidesa, que luego se llamó Telón de fondo. Y allí estaban; Rosabel Berrocal, Nel del Solo, Xual Col, Xulio Vigil...
Con el amigo y recordado abogado Javier Medina, que estudió dirección en Madrid, consolidaron "Los cineastas del domingo", rodando los fines de semana en una nave de La Calzada multitud de largometrajes: "La mujer loba" con Casimiro Álvarez y Ana Maria Friera entre otros. "Vida mía", mediometraje para la Semana Negra y para TLG una serie de programas con el título "No hay derecho". Su colaboración con el salón del Comic de Tino Arbesú y la emotiva dedicatoria de despedida a la inolvidable Eulalia, Pochola, siempre feliz apoyando las actividades de su marido Arbesú y a sus hijas Sofía e Isabel.
Su querencia por el desaparecido pintor Urbano Cortina y a su querida esposa Carmen.
Del año 1965 a 1998 es colaborador de El Comercio comentando conferencias, cine, teatro, circo, haciendo entrevistas; Ángel Cristo, Paco Martínez Soria, a pintores, escritores, actores y recordamos una dedicatoria a su trabajo de Ana Maria Matute. A mediados de los 80 comienzan las colaboraciones semanales y así sigue.
Joaquín Fuertes siempre ha sido un referente para los muchos que siendo muy jóvenes soñábamos con un mundo distinto, siempre le hemos querido a él y a su mujer Maria José, que nos dejó hace 19 años, amiga y compañera de mi querida esposa Pili. La vida nos hace ser fuertes ante las duras adversidades y nuestro galardonado y pesar de la lluvia de piedras, sigue recio, menos desgarbado, pero con el alma en la mano.
El domingo recibirá ( recibió) La Santina de Bravo Asturianísimo, creación de Alberto Estrada y el trofeo de El Comercio y en el escenario acompañándole estarán (estuvieron)sus hijas a las que adora Rosa y Patricia, las nietas que se embelesa cuando nos habla de ellas, lo buenas que son; Candela, Jimena, Valeria y Emma, todas con sus estudios de canto, música y como deporte el baloncesto. Y una voz desde el cielo; querido esposo te lo mereces, que guapos estáis y cuanto os quiero.. No faltarán ( no faltaron)los yernos Pedro y Efraín, su madre Celia y su hermano José Fuertes.
Las canciones de Miguel Kocina abrirán (abrieron) esta emotiva gala y en donde no faltarán (faltaron)los besos y los abrazos del colectivo Alarde, con Mariposas en el corazón, coreografía de Elena Reales. Las canciones de Agustín Vázquez.Noches de barranquilla y Yo quiero ser feliz.. Maria Celeste, la siempre amiga cantante de La Calzada; Tina Valenty y Moisés López, dúo de canción romántica en la víspera de los Enamorados. La Compañía Asturiana de Comedias con el sainete. Los figos de San Miguel. de Arsenio González, un acuario que ha cumplido 80 años y que subirá en globo para festejarlo con su esposa Josefina García. Se presenta DanzAsturias, de Langreo con actividad desde hace tres años pero populares en el mundo de la danza y el baile; Isabel Dabén y Maria Larroza, bailarinas, dirección artística y pedagógica, gerente Isabel González Mata. Este colectivo bailaran (bailaron) Dos Gardenias y el vals Ilusión, La Coral Asturiana dirigida por Enrique Montes y los testimonios de Jesús Cracio, director teatral, que fuera actor de La Máscara y Gesto. En su Gijón después de las experiencias vividas en Madrid, no deja de ser un baluarte del teatro desaprovechado por las instituciones culturales asturianas. Glosará (glosó) sobre el homenajeado el candasín, escritor y poeta José Marcelino García, colaborador de El Comercio, magnífico orador, que hablará (habló)de lo que significa en la cultura su amigo del alma.
Una intensa jornada enmarcando una trayectoria de más de 50 años.
Personas que dejan huella, que nunca tendrán una calle, ni un parque
con su nombre, ni recibirán una medalla, pero eso ya es otra historia para ser contada.
Gonzalo Mieres

SOBREVIVIR REBUSCANDO EN LOS CONTENEDORES DE LA BASURA


El texto que sigue lo había escrito ya el viernes, problemas técnicos en mi ordenador me impidieron colgarlo. Hoy, ya lunes, veo que El Comercio ofrece un amplio reportaje sobre el mismo tema, recomiendo leerlo. Se titula, Buscarse el pan en los contenedores de Gijón.

Hoy al regresar a casa se me ha colado por el camino la tristeza. Todo empezó por un semáforo en rojo, seguro que si no me hubiese tenido que parar no estaría tan apenada. Me situé impaciente en el bordillo de la acera y miré hacia la derecha por si no venía ningún coche atravesar la calle – como siempre- en un plis plas. Los cubos de la basura me impedían ver más allá de mis narices. Además, el recipiente estaba con la tapa levantada, una señora la sostenía en alto. Me impacienté, un poco incomodada por el tiempo que tardaba la dama en tirar la basura. Y me fijé ella. Estaba en zapatillas y se cubría la espalda con una toquilla de esas que hacían nuestras abuelas. Pero no era vieja: entre 50 y 60, año arriba año abajo, ni tenía aspecto de indigente (no digo pobre, aunque luego sospeché que puede que lo fuera), más bien se trataba de una vecina de un edificio próximo. La luz del semáforo dejó de interesarme, de hecho cambió varias veces sin que abandonara el lugar. Observé que la señora intentaba ocultar su cara, aunque seguía hurgando en el cubo. El hecho de que a esa hora haya alguien rebuscando en la basura ya no me sorprende, pero quienes lo hacen responden a unos parámetros determinados, y últimamente hasta suelo ver familias enteras, normalmente rumanos. Pero esta señora era otra cosa: aseada, aunque en zapatillas bien vestida, peinada, con un cierto aire de dama venida a menos. Y me sorprendió su afán por ocultar el rostro. Me pegué al escaparate próximo y con el rabillo del ojo traté de averiguar qué recogía exactamente. Se hizo con unas manzanas que limpiaba con el borde de la toquilla, supongo que para ver su estado; unas cuantas bolsas de fiambre, quiero pensar que desechadas por estar caducadas; y un pac de yogures. Puede que alguna cosa más, pero no indagué, lo visto fue suficiente. Observé cómo lo guardaba en una bolsa usada de supermercado, mirando a ambos lados, furtivamente, sacó una llave de su bolsillo y entró en el portal. Y empezó a trabajar mi imaginación: ¿será una viuda de las que cobran poco más de 300 euros? ¿Cobrará tan siquiera? ¿Tendrá hijos, conocerán las penurias de su madre? La noche era fría y me imagino que si no hay para comer tampoco habrá para calentarse. Me entristece enormemente que casi a la puerta de mi casa haya hambre y tanta necesidad. Estoy segura que la señora que he visto un día fue como yo, ama de casa o trabajadora, que poco importa y hoy –por razones que uno no logra entender, y menos explicar- ya somos diferentes: ella intenta vivir de la basura y yo sigo haciéndolo de mi trabajo. No sé cómo tengo la desvergüenza de quejarme: como todos los días y no precisamente de la basura, me he comprado algún caprichito en las rebajas –sin pasarme-, dos o tres veces a la semana al salir de mi trabajo voy con mis amigos a tomarme un vinito, después de comer el consabido café, salgo de cuando en cuando a comer a un restaurante –aunque sea el menú del día-, si tengo frío enciendo la calefacción y listo, calculo el dinero del que voy a disponer para mis vacaciones – humildes, pero vacaciones-. Mucho me temo que si al final de la vida he de darle explicaciones a alguien no pueda ni mirarle a la cara. Ser mileurista en los tiempos que corren no debe de ser estar en crisis, tener que buscarse el sustento en la basura sí ha de serlo. Nuestros valores, esos sí que están en crisis.

jueves, 3 de febrero de 2011

DOMINGOS POR EL RASTRO, artículo de José Marcelino García















LOS HERBOLARIOS
A este tránsito del Rastro vienen hombres y mujeres con sus enfermedades eternas e incurables, con sus quebraduras hijas del tiempo, también con el cansancio de un cuerpo oxidado por el abandono. Cada uno acerca su historia clínica a estos saquitos de yerbas de los bosques, a este huerto clásico y perfumado de los floritos. Quieren curar, con tisanas de malvavisco, herbamora y benito campín la biometalurgía gastada de sus espinazos, la cargación de riñones, las jaquecas y destemplanzas de tripas estragadas con cosas de botica. Remediar la honda edad a base de pediluvios de tomillo y equiseto, baños de vapor, gargarismos y enjuagues con el eneldo y la ruda.
Domingos por el Rastro de Gijón en busca de la sabiduría sanadora de los pétalos que hagan dormir/morir; de las hojas del arto albar para los desvanecimientos; de los tiernos brotes de la malva montes para las ansias del pecho y las turbiedades de la cabeza.
Complacientes, los herbolarios del Rastro van mezclando/rimando puñaditos de hojas y estambres, de cortezas y peciolos. «Déme algo para este sarpullido que me abrasa. Algo para este 'fegado' que me 'llate'. Algo para este corazón 'atristayao'. La mano, ligera y sabia, se hunde en los talegos para sacar de ellos el remedio de estas plantas recogidas en los campos de los pastores, por sobre las cunetas de los caminos, en la humedad de los molinos, junto a las laderas de las montañas y los rincones de los huertos de monja. Yerbas antiguas, extrañas, sobrenaturales, que tienen su altar en los claros de los bosques, entre los trasgos, donde cantan los sapos y el ruiseñor, y que crecen bajo la faz de la luna. Yerbas cogidas en el corazón del monte para sahumar y echar con ellas la bendición en amores de pálidas caras, en penas y afanes. O para hacer hechizos en daños y misterios.
Estas plantas rupestres y enduendadas, además de curar, perfuman con su salvación los paseos del Rastro llenos de cacharrerías y libros viejos, de cosas de solares y de aceite requemado de chiringuito. Y ese olor sano, piadoso y oriental parece como si corrigiese por un momento todo lo falso, lo rancio y arruinado de nuestra triste vida, tan enferma del vivir.


(Publicado en el diario El Comercio)

miércoles, 2 de febrero de 2011


Hoy me han llamado demagoga. No me sentó nada bien, hubiese preferido cualquier otra calificación. Es como si me hubiesen dicho que manipulo con malas intenciones, que transformo la verdad a mi antojo. Me he sentido ofendida, porque creo que la palabra que, en la circunstancia que se produjo el apelativo, hubiese encuadrado mejor sería la de ingenua, ilusa, incluso hasta ignorante. Probablemente evitando esta última se haya colado la de demagoga. No suelo enzarzarme en temas políticos, ni mucho menos militares. El primero porque me aburre, porque creo que muchos de nuestros males son el resultado de las nefastas actuaciones de nuestros dirigentes, del bando que sean (perdón por hablar de “bandos”, no me refería a derechas e izquierdas, que es lo que se entiende por tal, el subconsciente más bien hacía referencia a “la banda que son los políticos, dejo un hueco para las excepciones, que tiene que haberlas aunque no se vean mucho), y el segundo por razón doble: mi ignorancia –la reconozco sin problemas- y mi aversión de siempre a las hazañas bélicas. Comentaba quien escribe que las guerras se gestan en los despachos y que los señorones que las programan no huelen la pólvora (que ya sé que esa munición ya no se utiliza, pero de lo que se trata es de hacerme entender) y envían a muchachos jóvenes a dar la cara –a ofrecer su vida- para que estos individuos sigan vendiendo armas, dominando los pasos del petróleo, esquilmando sin miramientos la riqueza de un país, y un largo etcétera que se mantiene oculto, o que a nadie nos interesa conocer para que nuestras conciencias queden tranquilas. Desde el sofá de casa la guerra es mucho más cómoda. Y como decía una viejecita que ya se murió: no te pongas así que no son de la familia. Y ese es el quid de la cuestión, como están lejos, como sucede a kilómetros de nuestras casas, pues…En mi ignorancia trataba de explicar (amparada en los informes de UNICEF que leo con frecuencia) que me parecía mucho más coherente –los hombres del poder no lo son- gastar menos dinero en sofisticado armamento y sacar arriba a esos pueblos que sumidos en la más absoluta de las ignorancias y extrema pobreza, tratan de enfrentarse poco menos que con palos a unos sofisticados ejércitos que en ayuda humanitaria terminan –no dudo que para defenderse- causando cientos de bajas en una población, ya dije que pobre e ignorante, que como no tiene nada que perder arriesga su vida a cambio de nada. Yo le preguntaba a mi amigo de qué servía repelerlos a cañonazos si no se hacía nada porque cambiase su modo de vida, por facilitarles educación –lo primordial- y comida y todo lo necesario para ser personas con dignidad. Ignorantemente, no me cansaré de repetirlo, pero humildemente argumentaba yo que lo único que se estaba haciendo era exterminarlos. No acabo de ver qué tipo de ayuda humanitaria se les está dando, si lo único que hacen los soldados de la ONU (muchos españoles) es protegerse de ataques por sorpresa. Como el que nos sirvió televisión española ayer, en el que tres hombres descalzos, mal vestidos y mucho me temo que con el estómago vacío trataban de enfrentarse a todo un ejército sofisticad y perfectamente uniformado. Al final, para mayor vergüenza vimos cómo huían los tres montados en una motocicleta. No es un chiste, es una jodida realidad. Añadí -no pude evitar la maldad- que niños como los nuestros los tiene esa gente, probablemente en una choza y muertos de hambre. ¿Quién de nosotros soportaría ver a nuestros hijos desnutridos y malviviendo sin atentar contra quien nos pareciese que eran culpables de la situación? Desde luego yo sé que viendo a mis hijos en esa circunstancia no tendría inconveniente en fusil al hombro arremeter contra quienes comen todos los días -aunque sea de rancho- con quienes vienen a pacificar y siguen sin hacer nada por paliar mi miseria. Apostillé, ya muy tímidamente, que con lo que se gasta en equipar a esas tropas se podría hacer mucho por sacar arriba esos países tan pobres. Y después de todo esto me espetaron: no hagas demagogia. Yo más bien hubiese dicho: no creas en los Reyes Magos.

martes, 1 de febrero de 2011

Днем рождения друга

No te deprimas, amigo: sólo es un año más de experiencia, y lo mejor de tu vida aún está por llegar.
Sé feliz, hoy y siempre.