lunes, 27 de julio de 2009
MI CIUDAD NO ESTÁ PREPARADA PARA LA SILLA DE RUEDAS DE SARA
El domingo fue un día importante en la vida de Sara, cumplí mi promesa de sacarla a dar una vuelta por la ciudad. Para ella todo fueron novedades, y para mí dificultades. Nunca supuse que la “salida” pudiera ser tan complicada. La primera dificultad surgió para colocarnos en el ascensor. Nos costó trabajo entrar, es demasiado estrecho; si la introducía a ella con la silla, yo no cabía; si entraba yo primero, la puerta no cerraba. Y así hasta que una complicada posición nos permitió bajar. La salida fue rápida, nos urgía abandonar esa metálica ratonera. Bajamos con miedo, creo que las dos pensábamos lo mismo: ¿Qué sucederá si esto se para? Como ya os comenté la silla de Sara excede del tamaño normal, pues ella también está un poco más gordita de lo que sería de desear. Así que el segundo problema surgió para salir del portal. Una puerta doble que no conseguía abrir, afortunadamente un viandante se ofreció a ayudarme. Después de unos cuantos golpes, cedió. Ya en la calle nos miramos, y nos dispusimos a “quemar” esos cartuchos de libertad que para Sara suponían poder desplazarse cómodamente sentada. Su libertad fue mi tortura, nunca me imaginé la cantidad de inconvenientes que existen en la ciudad para una silla de ruedas. Las aceras son demasiado altas y la mayor parte de las veces no hay rampas para subsanar el desnivel. Además de altas, muchas son estrechas, por lo que el peatón tiene que estar continuamente cediéndote el paso. En la mayor parte de los pasos de cebra no hay rampa para silla, y…, eso, demasiadas trabas. No pude llevarla a los lugares que ella me pedía, porque mi paseo consistía en averiguar por dónde podría cruzar la calle sin demasiado problema. Fue, una verdadera tortura. Pese a todo, Sara lo pasó bien, que era de lo que se trataba. Yo terminé muerta, pero con dos firmes propósitos: el primero, que cada vez que haya una manifestación, una recogida de firmas o cualquier otro medio para reclamar a la autoridad competente eliminación de barreras arquitectónicas, allí estaré yo. Y la segunda, esta más fácil de conseguir, recorreré la ciudad para hacer un plano a la medida de la silla de ruedas de Sara.
Pensé lo mismo el otro día cuando salí con María y el cochecito... y eso que pesa 5 kilos!!! Qué genial, subiré a verla un día de estos!!
ResponderEliminarUn besote!!