martes, 3 de agosto de 2021
MÓNACO Y SANTIAGO DE COMPOSTELA, artículo de ÁNGEZ AZNÁREZ, publicado en "RELIGIÓN DIGITAL" (julio 2021)
“Laicidad sana”
1ª Parte
El 18 de Julio de 2021 se celebró en la Catedral de “Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción”, de Mónaco, una solemne celebración litúrgica, que estuvo presidida por el Cardenal Parolín, Secretario de Estado del Vaticano, estando a su lado el Arzobispo local, Monseñor Dominique–Marie David, que lo es desde enero de 2020. La Santa y solemne Misa fue con ocasión de cumplirse en este mes de Julio el cuarenta aniversario del Convenio firmado por la Santa Sede y el Principado de Mónaco.
Por tal Convenio, el Príncipe monegasco, Raniero III, renunció al llamado “Derecho de presentación” para el nombramiento del Obispo de Mónaco. A partir de Julio de 1981, el nombramiento de tal Obispo es de exclusiva competencia del Romano Pontífice. Fue el Papa San Juan Pablo II, el que, por agradecimiento, elevó la diócesis de Mónaco a la categoría canónica de Archidiócesis.
De lo expuesto en el párrafo anterior, resulta que siendo, de conformidad con el artículo 9 de su Constitución, el Principado de Mónaco, de carácter confesional (La Católica, Apostólica y Romana es la Religión del Estado), es decir, de peculiaridad semejante a la de la República de Malta, sus autoridades renunciaron, ejemplarmente, al “Derecho de Presentación” para el nombramiento episcopal. Hay quien dice, queriendo quitar al hecho importancia o trascendencia, que el Príncipe Raniero, muy católico él, leyó, con piedad filial, los documentos del Concilio del Vaticano II, en especial el Decreto Christus Dominus de 1965, y que, por eso, convencido, aunque con retraso de muchos años, renunció en 1981 a aquel Derecho.
De lo expuesto en artículos por mí escritos, aquí publicados, en Religión Digital y de lo mucha ya sabido por los lectores, resulta que, no teniendo ninguna confesión, tampoco la católica, carácter estatal según el artículo 16 de la Constitución española, --a/confesionalidad del Estado para unos y laicidad para otros--, por un Acuerdo de 1976, del tiempo de las Leyes Fundamentales del Reino de Franco, quiere el Rey presentar nombres al Papa para elegir éste a un Arzobispo, el llamado castrense. ¿Es que el tan católico Rey de España no leyó el Decreto conciliar que, al parecer, si leyó el Príncipe de Mónaco, casado con una soltera impresionante? ¿Por qué no renuncia como Raniero?
¡Qué habrá dicho o qué dirá el Jefe de la Diplomacia Vaticana, elogiando tanto el Convenio entre la Santa Sede y el Principado de Mónaco, si su subordinado, el Nuncio Bernardito Auza, le comentó o comentará lo de España!
En Mónaco, lugar extraño que junta Religión de Estado y de libertad de cultos, en francés, hablo Parolin de “Laicidad sana”, de autonomías y de colaboración de lo religioso con lo político. Citó a los papas Benedicto XVI y Francisco. Y lo de la laicidad sana, me sonó a lo que en 2007, en la primera visita a Roma para tomar posesión de una canonjía, como Presidente de la República francesa, Nicolás Sarkozy llamó la “laicidad positiva”. Eso gustó mucho en el Vaticano, y fue muy criticado por otros, incluso “tan respetados” por altos eclesiásticos como son los masones del Gran Oriente, que dijeron: “La laicidad no precisa de adjetivos para existir”. En cualquier caso, no es este el momento adecuado para analizar los adjetivos de la laicidad.
Al domingo siguiente, el 25 de Julio, en España se celebró la fiesta de Santiago, Patrón de España, resultando de tal día asuntos o affaires muy interesantes relacionados con la laicidad a la española. Fue fascinante ver, a través de la indiscreta Televisión española, cómo comulgaron llamadas “altas autoridades del Estado” en presencia del confesional Rey y en ausencia del laico Presidente de Gobierno.
Continuará con más de lo último y también de lo del principio.
MÓNACO Y SANTIAGO DE COMPOSTELA (2ªPARTE)
El dieciocho de Julio de 2021 se celebró, en la Catedral de Mónaco, la Santa Misa, presidida por el Cardenal Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolín, con ocasión del cuarenta aniversario de la renuncia por el Príncipe Raniero al llamado “Derecho de Presentación” para el nombramiento del Obispo de Mónaco (asunto de la 1ª Parte); con ello se cumplió, estrictamente, el mandato del Concilio Vaticano II y del Código de Derecho Canónico de 1983.
Al siguiente domingo, el veinticinco de Julio, se celebró, en la catedral de Santiago de Compostela, durante la mañana, la Santa Misa presidida por el Arzobispo local, Julián Barrio, con ocasión de la festividad del Apóstol Santiago, Patrón de España, en la que el Rey de España hizo una Ofrenda nacional. Santo Santiago muy visible en lo alto del Retablo catedralicio, subido a un imponente y belicoso caballo, blanco naturalmente y con larga espada para golpear cabezas.
El Arzobispo estuvo, durante la ceremonia del día 25, acompañado por obispos mitrados que no superaron la docena, y por un cardenal también mitrado, Antonio Rouco, habitual en Santiago y habitual con cara de sacristán desconfiado y como asustado, dicho sea con todos los respetos. Procuré leer, evitando prejuicios, todo lo escrito por don Antonio María, sin duda valioso, sobre el importante tema de Iglesia y España.
Leí la conferencia de Rouco pronunciada en la ceremonia de ingreso en la Real Academia de Doctores el 25 de junio de 2008 sobre “La relación Iglesia y Estado”, siendo entonces Presidente de la CEE, en cuya ceremonia dijo: “Los Acuerdos de 1976 y 1979 adoptan para la España del Estado democrático, libre y social de Derecho, de la Monarquía parlamentaria, los principios éticos y jurídicos fundados en la doctrina de los derechos fundamentales…” (Se reconoce que el Acuerdo de 1976 es uno de los cinco Acuerdos, a los que hay que sumar los cuatro de 1979).
Leí la Carta Pastoral, también de Rouco, sobre “El laicismo”, de 29 de abril de 2006, con ocasión de la fiesta de Santa Catalina de Siena, co-patrona de España, en la que se escribe: “Es infeliz la antítesis Estado confesional-Estado laicista”. Y leí, siendo Blázquez Presidente de la CEE., las llamadas “Orientaciones morales ante la situación actual de España”, hechas públicas en enero de 2007, distribuidas en 83 párrafos, en las que ya se advertía, en aquel tiempo, de una reconciliación entre españoles amenazada, escribiéndose exactamente: “Basta tener en cuenta la historia, a veces dramática, como maestra de sensatez y cordura”. ¡Qué cosas escribieron uno y otro cardenal, y qué silencios los suyos, ahora!
La procesión catedralicia empezó atrás, a las puertas de la Catedral, cerca del Pórtico de la Gloria, estando en el suelo, muy próxima, la tumba con los restos del Cardenal Quiroga y Palacios, a la que nadie miró; un eclesiástico muy de Franco y menos de Pablo VI. Hoy Quiroga ni es recordado y antes fue muy temido, primer presidente de la Conferencia Episcopal española, sentado o de pie en el Salón del Trono del Palacio episcopal de Santiago, hoy salón para felicitar las Pascuas al personal contratado, y que presidía entonces (Quiroga) una procesión solemne la víspera de Santiago por las rúas compostelanas. ¿Quién y por qué se ha de recordar a quien lleva ya cincuenta años sepultado bajo tierra?
El Rey, de pie, hizo la que llamó “Ofrenda nacional al Patrón de España”, que fue, según palabra real, “una renovación de ofrenda de un pueblo que quiere ser agradecido”. La Ofrenda anterior fue en Año no Santo, en 2020, no en la Catedral que estaba en obras de restauración, sino en San Martín Pinario. El Arzobispo de Julián Barrio, teniendo al lado al Maestro de Ceremonias, mandón y nada sonriente, natural el primero de Manganeses de la Polvorosa, pronunció una homilía con advertencias, que despertaron a los que ya se dormían por el aburrido tono de la predicación. Dijo, para el despertar de muchos: “No sustituir realidades por ideologías”, y también: “No negar a Dios, pues en caso contrario, no se percibirá la diferencia entre el bien y del mal”.
Un asunto importante y con futuro, que ahora, acaso, muchos juzgarán excesivo, es si personas de alto rango o puestos en el Estado, laico o aconfesional, además de la mera asistencia a actos de una confesión religiosa, deben realizar actos íntimos de fidelidad y compromiso religioso, tal como comulgar, muy visible a través de la televisión. La cuestión acaso no sea de norma general sino de sensibilidad personal, ante lo que puede ver todo el mundo, no habiendo privacidad. Andreotti, que fue Primer Ministro de la aconfesional República italiana, comulgó con reiteración, a la vista de todos, en la Basílica vaticana. Por el contrario, a De Gaulle, Presidente de la República de la laica Francia, jamás se le vio comulgar, siendo muy católico; y ello no por el laicismo radical y a la francesa de la Ley de 1905, como se demostró en los llamados “funerales de Estado” –el último con ocasión de la muerte del expresidente de la República, Jacques Chirac- en el que comulgaron expresidentes de Gobierno, y hasta notorios masones.
En Compostela comulgaron en la Misa del Patrón, tal como se pudo ver en TV, importantes autoridades del Estado, civiles y militares, judiciales y no judiciales. Eso es interesante desde varios puntos de vista, unos políticos y otros no políticos; también por lo que supone de conocimiento público y ostentoso de que ciertas autoridades cumplen las normas y requisitos establecidos en el Catecismo de la Iglesia católica para recibir la Sagrada Comunión (números 1384 y ss), tal como estar en gracia de Dios, algo muy interesante en el desempeño de ciertas funciones constitucionales.
El mismo día 25 de Julio de 2021 se pudo comprobar el gran lío que existe en España respecto a las llamadas “Relaciones entre Iglesia y Estado”, respecto de la separación entre lo político y lo religioso; lío explicable por las enfermizas y patológicas relaciones entre lo divino y lo humano a lo largo de la Historia española, multisecular, complicada, con períodos de paz y otros de guerra. En cualquier caso es difícil de entender lo de un Rey muy confesional, muy católico, inmerso en la tradición de unión de Iglesia y Monarquía, en todas las edades o períodos históricos, y lo de un Presidente de Gobierno muy lo contrario, llámese aconfesional o laico. Por eso, el Rey hizo en la mañana del día 25 una Ofrenda al Santo Patrón de España, y por eso, el Presidente de Gobierno ni apareció; o mejor, apareció, por la tarde y en otro sitio.
Ante tal situación, por lógica, los conflictos pueden producirse, siendo también preocupante si, por falta de lógica, los conflictos no se producen. Puede ello pasar, por ejemplo, cuando el Rey católico, en nombre de la aconfesional España, ha de hacer una propuesta, anti/conciliar por cierto, al Papa, para el nombramiento de un Arzobispo con el refrendo de un Presidente de Gobierno laico, muy laico, y al amparo de un Acuerdo Iglesia-Estado (de 1976) que expresamente invoca la Ley de Cortes del año 1942.
Se hará sin duda, lo que convenga al Poder, de terribles fauces y tragaderas, tal como siempre se hizo, aunque haya que hacer asaltar Concilios y Constituciones. Nos quedará, en tal caso, el examen detenido del Real Decreto de nombramiento, una vez se publique en el Boletín Oficial del Estado, que habrá de ser cotejado con el Real Decreto 1573/2008, el cual, por cierto, contiene una mutatio veritatis, con resultado de desconfianza.
De desconfianza trata el libro de Daniel Innerarity, en las páginas 36 y ss. titulado Una teoría de la democracia compleja.
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