Mientras el pueblo sufre, ¿cuál es la pena de los malos políticos? Algunos de ellos se han enriquecido. Todos viven con perfecta comodidad. Charlan como viejas, juegan con la fe nacional, continúan engañándonos, pasean, triunfan, se reparten los distritos.
W.Fernández Flórez, El destino de los faroles.
Don Julio Casares, cada vez más admirado por mí, autor de Crítica profana, Crítica efímera, Cosas del lenguaje y del Diccionario ideológico de la lengua española, dijo el 14 de mayo de 1945 en la Real Academia de la Lengua: “Wenceslao Fernández Flórez nació en Galicia. Con esta vaguedad nos lo dice la Enciclopedia Espasa y yo no quiero ser menos discreto en cuanto a la fecha, porque también los hombres podemos sentir algún día la tentación de quitarnos años”.
Cuando hace meses escribí sobre Emilia Pardo Bazán, no pensé que iba a hacerlo de este escritor, también gallego, pues las “partes” de Escritura y Ateneo salen azarosas, como cerezas enredadas unas con otras. No obstante ello, ya en la en la inicial 2ª parte (de esta serie de “Escritura y Ateneo”), cuando nos referimos a una frase pronunciada por una monja carmelita (“Silencio del bosque que crece y ruido del árbol que cae”), ya salió “un bosque”, que fue fundamental en Fernández Flórez y en Ana María Matute. “Entremos más adentro en la espesura…” escribió San Juan de la Cruz y María Zambrano dijo:”El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar”.
Obras completas de Wenceslao
Mucho se da debatido en Teoría de la Literatura sobre la vida y la obra de los literatos: que si se han de conocer ambas para entender realmente al autor, que si son diferentes, que si están unidas como el haz y el envés de una misma moneda. Mi pensamiento parte de un monismo esencial -que esa es la realidad de las cosas-, pero que requiere de divisiones y clasificaciones, que son únicamente medios para comprender más fácilmente la compleja unidad. Toda clasificación siempre es un mero recurso para facilitar la comprensión de lo difícil. Es sabido que la progresía investigadora nada quiere saber de las vidas de los autores, pero a mí eso me produce indiferencia: las vidas me parece inseparable de las obras, y ambas, la vida y la obra de los autores, han de conocerse.
Si del vivir de Fernández Flórez se escribió que fue “pulcro, correcto, celoso de su intimidad que nunca dejo de traslucir, misógino, atildado, solterón, amante de su madre y de vida irreprochable”, de su obra se ha de escribir lo mismo. No cabe, pues, esquizofrenia entre el vivir y el escribir de los genios literarios como Fernández Flórez.
Recientemente un periódico (ABC, 28 de junio de 2020) recogió las siguientes palabras del mismo autor: “Se extrañan mis amigos de mi sempiterna soltería. No me ha sido necesario casarme, siendo mi madre el gran amor de mi vida”. Eso explica mucho de su vida y obra –su madre falleció dos años antes que él-. Es normal un amor de un hijo a su madre, pero es anormal o excepcional si ese amor, a la madre, es de tal intensidad que impide otros amores, pues el amor de tales características a la madre es incompatible con el amor a otra mujer, que es la prueba del desarrollo psíquico o fase adulta de los hombres. O se ama a la madre o se ama a las demás mujeres, y no se puede amar a las otras mujeres si la vinculación con la madre es total o fusional.
MUJER GALLEGA
Fueron los enemigos políticos de Fernández Flórez quienes, estimándole antirrepublicano y franquista, revelaron su heterodoxia sexual. Es natural que tal hipótesis y en aquel tiempo, doliera especialmente al solterón que fue Fernández Flórez. No pudo imaginarse que, con sus explicaciones sobre su madre, el mismo abrió la “caja de los truenos”. ¡Para una vez que dejó traslucir algo de su intimidad, de su vida…!
Hay quien percibió en la obra del gallego una sutil feminidad que se deja traslucir entre brumas y nubosidades en la producción novelística, tierna, muy tierna, con excesiva ternura acaso. Tal apreciación no ocurre en la otra modalidad literaria en la que Fernández Flórez adquirió también excelencia: la de cronista parlamentario. Casares señaló que “el cronista” eclipsó al novelista. Y se llegó a escribir que Fernández Flórez fue el mejor cronista parlamentario de todos los tiempos, sucesor de Azorín en el ABC y vividor en la Monarquía restaurada de Alfonso XIII, padeciendo la Guerra Civil, dos Dictaduras, la de Primo Rivera y la de Franco, y una República (la Segunda). La calificación del “mejor cronista parlamentario” se efectúa desde el conocimiento de la existencia en España de grandes cronistas parlamentarios, como fueron Galdós (últimos años de la Monarquía de Alfonso XII), Plá (en la II República), Carandell y Víctor Márquez (en los años de 1977 hasta 1981).
Crónicas parlamentarias y novelas fueron los géneros de la Literatura de don Wenceslao, que ingresó en la Real Academia de la Lengua el 14 de mayo de 1945 discurseando sobre El humor en la literatura española. Manuel Halcón, al expresar el dolor de la Academia por el fallecimiento (1964) de Fernández Flórez, dijo: “Admiré desde un principio la originalidad de su humor y aprecié la cantidad de elementos humanos, poéticos y espirituales que entran en su obra”.
Se destacó, tal como dijimos, su condición de autor de crónicas parlamentarias, que fueron consideradas en su día como un “sub-género periodístico”. Tal calificación de “sub-género” no lo podemos admitir, pues las crónicas parlamentarias, de autoría de don Wenceslao, son sub-género de lo literario, no de lo periodístico. Las múltiples crónicas parlamentarias, iniciadas en el año 1914 y concluidas en 1936, son auténticas creaciones literarias, de una precisión informativa, mezclados los hechos noticiosos con su interpretación.
RÍA ALTA GALLEGA
Se sabe que Fernández Flórez llegó al periodismo muy joven desde la Literatura, y es en el Prólogo a sus obras completas, que figura en el Tomo I (7ª edición de Aguilar 1968), donde consta el pensamiento del autor sobre las relaciones importantes entre periodismo y literatura. Allí dice: “El periodismo constituye una práctica que debiera figurar en la preparación de todo literato. Los artículos imponen ciertas leyes de condensación, excluyen la superabundancia retórica, aprietan, limitan, ciñen el estilo, obligan a decir brevemente, y sobre todo claramente, aquello que se quiere decir. El literato suele ser frondoso, y el periodismo enseña a manejar las vigorizadas y útiles tijeras de la poda”. Y más adelante añade: “Nadie podrá deducir de esto que yo aconseje achabacanar la prosa ni llevar a la literatura la prisa o el agraz de una crónica”. Concluye así: “El periodista tiene que decir algo, y es muy agradable que lo diga bien. Su labor es a la literatura lo que la conversación a la oratoria”.
Las crónicas denominadas Acotaciones de un oyente e impresiones políticas de un hombre de buena fe están reunidas en los volúmenes últimos de las obras completas más arriba indicadas, también figurando en la Colección Austral, número 1342 una colección de Crónicas desde 1914 (Don Hilaridad la primera) a 1919 (La caída del general, la última). Unas crónicas de literatura y de periodismo, que tienen las siguientes características:
-(I). Minuciosidad en cuestiones formales. Siendo cientos y cientos las crónicas parlamentarias, el titulo de cada una de ellas es cuidadoso y con valor literarios, siendo ejemplo títulos literarios los siguientes: “Devorador de birretes”, “La maqueta del prócer”, “Maura, sí”, “El destino de los faroles”, “Cuento de raposos”, “La fe notarial”, “La casa de los duendes”, entre otros.
-(II). Descripciones magistrales, de lo físico y psíquico de los parlamentarios parlantes como del Conde de Romanones, Maura, Dato, Cambó y de otros muchos.
Del diputado Zulueta escribió: “Tiene un tipo difícilmente encasillable, lleno de reminiscencias de otros tipos. Por la cabellera abundosa y la pronunciación de las eses, podría ser un estudiante portugués”.
De Ossorio y Gallardo escribió: “Habla con el mismo afán meticuloso con que debe tratar a su barbita en sus ratos de tocador”.
En El pulso nacional escribió: “Nuestros políticos tienen vuelo de patos” o de “estos reyezuelos que son diputados porque papá es cacique”.
Del señor Ayuso escribió: “Contempla el vientre de Nougués y sufre. Aquella exhibición de adiposidades temblorosas…”.
Del señor Maciá escribió: “Es una golondrina patriótica”.
De Melquiades Álvarez escribió: “Hombre vulgar, ambicioso, sin altura verdadera, que no encuentra con otro auxilio que con el cascabeleo de su palabrería”.
-(III). Su escepticismo fue calificado de total; fue antimilitarista y de un pacifismo fatal, pues no vio como tantos otros qué fue eso de la Primera Guerra Civil europea desde la España neutral. Sobre la Segunda República escribió en 1932, con malignidad, el célebre “Sesión de espiritismo”, llegándose a decir que en tiempos ferrolanos (fue Director del Diario Ferrolano con veinte años) conoció a la familia de los Franco.
-(IV). Fernández Flórez, fue defensor de lo gallego y del galleguismo, estando en ello una de las características de sus novelas: el humorismo. Un galleguismo compatible con haber apenas escrito en la lengua vernácula.
(Continuará)