jueves, 31 de diciembre de 2015

ÁNGEL AZNÁREZ dice:

Que el próximo domingo, 3 de enero y día del Señor, en varios medios de prensa digital se colgará, para azote de vientos, un texto de general gravedad –gravitas que escribiría Cicerón y que nada tiene que ver con la gravitas capitis que es una jaqueca-.
Eso, la gravitas, debería obligar a que el juego habitual del autor con sus lectores sea el mínimo y el mínimo por inevitable, y he aquí lo mínimo:
Todo empezó minutos antes de abrirse una puerta; después se viajará a Alemania y Suiza, patrias de dos teólogos. Se oyeron músicas y pudo verse un piano de cola que era transportado de palacio a palacio.
Como el asunto es de largura, lo que saldrá el domingo es sólo una parte, que continuará más domingos –Dios lo quiera- tratando de llegar al todo.
Las dos fotos de hoy:
La primera es de un Cristo, que perteneció a una iglesia, ahora en ruinas. El Cristo está hoy colgado en la iglesia parroquial de Valderas (León), a la derecha entrando. No es, pues, de anticuario o coleccionista de rapiña.
La segunda es de una puerta muy original, muy original, con pretensión de forma clásica y resultó lo que se ve. Está en un pueblo montañés, también de León, donde hacen unos exquisitos yogures con lactosa, de vaca o cabra, a elegir.
Y, excepcionalmente, hay que felicitar:
-Felicitar a la Orden de Predicadores, que va a celebrar a partir del día 2 el primer Capítulo Provincial de la Provincia de Hispania.
-Felicitar a la Compañía de Jesús por la visita a Asturias, a partir del día 2, de diez de sus novicios en viaje de prácticas o pastoral.  

domingo, 27 de diciembre de 2015

"EL POLVORÓN", artículo de ÁNGEL AZNÁREZ ("LA NUEVA ESPAÑA", 27/12/2015)




Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, pero  en el mismo instante en que aquel trago (cucharada de té) con  las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior.


Desde el ventanal del aula de Caligrafía (Colegio de Maristas de Oviedo (calle Santa Susana), se veía, enfrente, subir y bajar las escaleras del Instituto Casto (Alfonso II) a don Pedro Caravia, filósofo, con pantalones encogidos y muy justos, y con ostentación de calcetines. Don Pedro llevaba unos anteojos  que eran –creo- como los del célebre Enopíto de Quiós, y siempre con la cazuela de su pipa colgada al “cazo”. También subía y bajaba por allí un cura, catedrático de Latín, con nombre de Papa emérito, exuberante en todo, a excepción de los pelos de la cabeza, de los que carecía por calvo; pertenecía a la sub-categoría de “los cuatro pelos”: los dos de atrás los ponía delante y los dos de la izquierda los pegaba a la derecha. En aquel tiempo, Ionesco, en Paris, terminaba de escribir La cantante calva.
La caligrafía –arte de chinos- la enseñaba el Hermano Hermilo, y los alumnos “caligrafiábamos” con plumines de tinta, naturalmente china. De aquellas clases, concentrado y pasmado -no  obstante las maravillas que se veían por el ventanal-,  me quedó un nosequé, acaso  feeling, como dice Javi, que es mi asesor de banca privada, personalizada e integral. A propósito, se advierte que, según sentencia (Tribunal Supremo), hecha pública hace días, también es nulo, por usurario, el préstamo personal conocido, por unos, como el “Revolving Mediatis” y, por otros, como el  “préstamo revolvín”…
Y es que, incluso ahora, cuando me armo con plumín o punta gruesa de BIC para escribir, es como si alucinase o levitase a lo místico: siento que el plumín o la punta del BIC, retorciendo su pescuezo, mira a mi cara, cara de pánico, ante el folio en blanco, como si me preguntase:
--Y esta vez de qué vas a escribir ¿de lo que sabes o de lo que ignoras? Y respondo: ¡Jolín que falta de misericordia!
Polvorones
-Y lo del polvorón ¿tiene que ver con RENFE, que tan flaca está por causa de la otra, la de los buses, también de cuatro letras? –me sigue preguntando-.
--Bueno, en cualquier caso –me aconseja el plumín-, sujétame bien y no me turbes más de lo justo; junta los dedos, muévelos con cuidado;  tira sin brusquedades hacia arriba primero, y luego hacia abajo, no muevas la muñeca, y no te manches.
A Domingo, que así también se llamaba el quiosquero de la Estación del Norte (Oviedo), conocí un antes y un después. Era elegante y nada hortera, pues ni era rico ni ricachón; era simétrico (cosa difícil en aristócratas), pues sus dos ojos ( los de Domingo) miraban al mismo sitio y las orejas no eran de distinto tamaño, una más grande que otra.
Le conocí, primero, cuando me acercaba al quiosco, a meter una moneda de cincuenta céntimos de peseta en un artilugio, que parecía una batidora de las de entonces, lleno de bolas de anís y de colores atractivos, que, por grandes, parecían huevos. El proceso se desencadenaba con la introducción de la moneda y terminaba con el ruido de la bola caída, sonando seco y rotundo un “clock, clock”: loterías, bingos, las gotas en la vejiga.  
 "La caza de la perdiz, mal, muy mal"
Conocí a Domingo también después, al comprar la revista Destino, en la que leía los artículos de viajes de Josép Plá, enterándome ahora que, cuando decía estar en Paris o Atenas, lo que estaba era encerrado en su Masía de Llofriú (Palafrugell). En Destino también escribía un tal Miguel Delibes, que lo hacía con ese estilo tan de profesor de Escuela de Comercio –eso era en aquel tiempo-, empeñado en enseñar a los lectores, por ejemplo, “Cómo cazar perdices” (desde entonces detesto las perdices, incluso las estofadas; prefiero las tórtolas).
También compraba La Gaceta Ilustrada, leyendo los artículos de don Pedro Laín, que escribió siempre lo mismo: los problemas del hombre y el humanismo. Cuando en 1999 escribió el libro ¡Qué es el hombre?, los “jovellanistas” de Gijón, le dieron un premio ¡normal! Y en la tal Gaceta don José María Pemán escribía poesías, que eran unas trolas inmensas, pasándole lo que a los célibes, que, al hacer lírica del amor, cantan que todas las muchachas están en flor.
Y también por el módico precio de tres  duros, compraba la revista, con formato de periódico y letras grandes en verde, que se llamaba, inexplicablemente, El Ciervo, en la que se podían leer artículos nada sexudos y muy sesudos de un tal Ratzinger, luego “mi bendito Benedicto, sobre “Los sacramentos y otros signos de lo divino”.
"Eso es poderío y lo demás casi nada" 
Mi dolencia, por nostalgia, no puede ser mayor, cuando ahora voy a la Estación ovetense: Domingo allí ya no está. Y la última vez que por la Estación pasé -fue el miércoles de la pasada semana- a subir al tren de cercanías de las 18,15 horas. Quienes despachaban billetes estaban, como antes, a la izquierda entrando, pero muchísimo más distantes, como al fondo de los fondos (ocupan lo que antes era la triste sala de espera y el pasillo de salida). Pedí un billete a Gijón y me dijeron que ellos no despachaban ese billete y ¿qué billetes despachan ustedes? –pregunté. Me respondieron que sólo los de largo recorrido.
Sacado el billete (al portador) en una máquina y ya casi en el andén, unas azafates --me recordaron las “azafatas de eventos” de la FADE en Convención sobre Innovación--, me dijeron que ese andén era sólo para los largos recorridos… Llegué, como de milagro, a Gijón y nada más salir de la Estación gijonesa (¡Zas!) topé con una carnicería arábiga, esquina a la Avenida de Portugal, de rótulo “Essadaca Hallal”, en la que entré y pregunté de dónde traen los corderos degollados: el matarife, arábigo, me dijo que no de Orán (Argelia), sino de la ribera del Pisuerga los pares y los impares de la del Bernesga (Ribera).
Y después de lo que antecede, más polvorín que polvorón, continúo. Nunca me gustó Marcel Proust; cuando leo al tal Marcelo siempre hace lo mismo: ponerse el pijama y meterse en la cama. Sus tacitas de té me dejan indiferente y los visillos de algodón de su dormitorio me acaloran. Pero el episodio de la magdalena –esto sí- me conmueve. Y es que me pasa algo parecido, pero con los polvorones, los mágicos polvorones.
Los desayuno en el Dólar, cuyo nombre es lo único americano de ese bar-restaurante -la barra es como de presbiterio-. Pero son unos polvorones que no están espachurrados, sin la envoltura con ese suave papel pastelero, con lazos en las extremidades, a rayas azules y rojas que al roce esponjan las yemitas de los dedazos. O sea, que no son de Estepa, pero también muy apropiados para combatir la sed en la aridez de los desiertos. Siento con los polvorones, lo que Proust con las magdalenas: cosas sublimes al inicio de mi jornada laboral.
La Balesquida (Oviedo
Mi cotidiana polvareda, como levitando, sólo permite que la interrumpan tres amigos del barrio catedralicio, que rondan por la Plaza de Alfonso II, el Casto, naturalmente. Uno es Puchi Felgueroso, valleinclanesco de barbas y de temperamento, guarda y jurado de La Balesquida, cofradía religiosa que fue de sastres y de otros oficios por la gracia de Dios, y, sobre todo, de  la benefactora doña Velasquita Giraldez. Gran tipo Puchi y soy incondicional de él y de lo de él (lo balesquido). Dicho quede.
Otro amigo es don Oscar Cuervo, del Restaurante  “Casa Lito”, que me obsequia, sin parar, con empanadas, y que ya me tiene muy mosqueado. Es que con don Oscar tengo cosas en común: somos de carácter afable y asequibles al aliento y al desaliento, y ambos somos muy jesuíticos, pues estamos de continuo en la frontera, en la “misión”,  aunque de manera distinta: él, siendo de Gijón, vive en Oviedo; yo, siendo de Oviedo, vivo en Gijón.  
Y el tercero es el sacerdote don Luis Legazpi, de Castropol, al que conozco desde los lejanos tiempos de cura en San Isidoro, y al que debo que no se me hiciera una traqueotomía en la sacristía, por comulgar, en un momento de descuido de mis guardianes, antes de hacer la Primera Comunión (¡Cosas mías!). Don Luis me regaló hace mes y medio un gran libro de José Gómez Caffarena, jesuita que fue en vida, titulado El Enigma y el misterio, que tan útil y premonitorio me resultó, y que más va a resultar para descubrirlos.

A don Luís acompaño, a veces, a comprar avellanas y nueces.
 "La Navidad en una estación de RENFE (así me gusta que sean las navidades, muy austeras)
FOTOS DEL AUTOR

jueves, 24 de diciembre de 2015

ÁNGEL AZNÁREZ ESCRIBIÓ QUE...

... por Navidad saldría aquí la traca final con ocasión del libro Historia Insólita de la Música Clásica. Pues no, no saldrá; las tracas finales hay que dejarlas para eso, para los finales, y aún no estamos en ellos.
Sí se dará a luz el domingo, día 27, en la prensa escrita y, por añadidura en la digital, un texto de título dulce, casi pastel, apropiado al tiempo navideño, aunque es un dulce que precisa cuidado al engullirlo; puede ser pastoso (no es turrón), provoca sed y no es recomendable en compañía de dromedarios o estando en hábitat de beduinos.
Es de texto muy preciso, casi tanto como lo que los narratólogos ingleses califican de inch by inch. No es pedante, aunque se recomienda leerlo con la cabeza y no con los pies. A quien le pareciere tal, como lo de inch, pues que se fastidie; es su problema y a mí nada, nada, me importa.
De un arte excelso de chinos se pasa a gastronomía de estos días: la caza de la perdiz, y los corderos degollados. Los trenes están, como casi siempre muy presentes, dada la verdadera vocación e imposible, por ahora, sólo por ahora, del autor: ser ferroviario.
Marcel Proust es importante, aunque resulta aburrido, no obstante lo de “las muchachas siempre en flor”. Es sorprendente que las haya visto al haber estado siempre encerrado en su habitación.
Y todo concluye con tres personajes importantes, que si los lectores de Oviedo y Gijón hacen vida social, los conocerán. Y si hacen vida social y no los conocen, pues es para preocuparse. Yo, desde luego, estaría muy preocupado.
Foto 1ª.- Así recibieron esos animalitos al autor cuando fue a verlos, reconociendo al dueño o señor que está muy por encima del pastor. ¿Alguien, incluso zoquete, puede pensar que el autor en la Nochebuena comerá corderos?
Foto 2ª.-La estación de ferrocarril de Busdongo, tan importante, bate todos los records en adornos navideños. Es pasarse en la demasía de adornos (foto realizada por el autor el pasado domingo, día 20).
Foto 3ª.- Postal navideña que demuestra que desde una oficina entre barrotes, la del autor (A.A), también se pueden hacer postales. Interesante la Catedral de Oviedo y el artificio de escritura, que también saldrá en el artículo dominical, que no es, precisamente, una hoja de esas....   
Fdo. ÁNGEL AZNÁREZ

sábado, 19 de diciembre de 2015

ÁNGEL AZNÁREZ continúa -es la segunda parte- con la presentación del libro del abogado don ALBERTO ZURRÓN "HISTORIA INSÓLITA DE LA MÚSICA CLÁSICA"

Tuvo lugar en Oviedo el último día 15. Lo que se verá, escuchará o leerá seguidamente (dependerá del receptor) se dijo en el acto filarmónico del Teatro Filarmónica ovetense, y diferente a lo presentado en Gijón, para sorprender al autor.

MÚSICAS CELESTIALES Y CUERPOS FRÁGILES

PORTADA DEL LIBRO
En el libro de don Alberto relucen compositores, directores de orquesta e instrumentistas, todos –eso si- sublimes y exquisitos, empero con unos cuerpos muy distintos y más o menos frágiles, como los nuestros. Unos derechos y largos como espárragos, con piernas largas como alambres; otros redondos y achatados como botijos, con piernas cortas y torcidas.

Muchos músicos fueron asimétricos, con orejas de distinto tamaño y con glúteos de diferente volumen, uno gordo y otro delgado. El caso del compositor norteamericano Gershwin (página 118 del libro) fue dramático. Contó acongojado los pelos de la cabeza que le iban cayendo durante el sueño nocturno, y le ocurrió lo peor: quedó calvo y de calvicie total, dejando ver en vida su calavera de muerto.  

¡Cómo no iba a provocar neurosis, o sea, frustración, la genialidad musical, el llamado arte de las artes, el más sublime (Leibniz llegó a escribir que Musica est exercitium metaphysicae occultum y el loco de Schopenhauer escribió que la música nos daba los universalia ante rem), estando los genios musicales encerrados en cuerpos o cuerpecitos humanos!

El sabio zamorano -cierto luego no imposible- Agustín García Calvo, en una entrevista publicada en el diario El País el día 19 de abril de 1999, decena de años antes de fallecer y de ser enterrado en Zamora, exclamó: ¡Estamos mal hechos! Y, más adelante, en esa misma entrevista, remató: ” El yo está roto y es un mal constitutivo” (mi memoria, mi mnemosýne, que no es como la portentosa de Toscanini (pág. 65 del libro de don Alberto)-, tiene un problema muy serio: la tecla del borrado está estropeada y eso, al parecer, no tiene solución, salvo que me abran la cabeza y la reparen, tal como asegura mi boticaria, que coincide, en esto, con lo que dice también mi para-farmacéutica: ni la “dormidita” que me dio una ni el jarabe de ortigas con pepitas minúsculas de arándanos rojos que me dio la otra, fueron eficaces. Y, para imperfecciones, lo que los espías romanos del Menphis egipcio dijeron de Cleopatra: que tenía un sexto dedo en el pié izquierdo, un apéndice pequeño, extraño y arrugado.

Desde hace años vengo dándole vueltas a lo de “mal hechos” del latinista García Calvo, con fijación, casi obsesiva, en el intestino humano; en todo él, el grueso y el delgado, que me parece una maravilla. ¡Qué curvas, qué colores tibios, qué circunvalaciones laberínticas, qué meandros como de ríos, qué paredes! Y todo para que por allí dentro circule la/nuestra porquería; una porquería cada vez mas venenosa y que nos mata cada vez más (cánceres intestinales) consecuencia directa de la porquería que comemos. Nunca la eme de m…estuvo más guapamente envuelta como ahora, con tantos lujos y papeles de adorno, en los supermercados más de combustibles que de comestibles por lo que está resultando.

. El hombre intestinal o el hombre letrinal es el titulo de un libro que tengo ya terminado y que no publico porque me da vergüenza eso, lo de los libros, viendo y leyendo tanto pijerío (me remito a lo escrito en anterior reseña, la del día 12). Mi experiencia letrinal fue muy intensa: primero en el Ferral del Bernesga (León), de recluta, que, por mis despistes, fui arrestado por el cabo 1º Picurri a limpiar letrinas de cientos de reclutas y soldados. ¡Terrible! Luego, en un viaje suicida a Teherán, sin visado, para comprar discos persas y ver el National Garden y la Azadi tower, al lado del Bazar (palabra de origen persa, igual que la palabra paraíso), cerca de la mezquita Motahhari, había unas letrinas innumerables y unas colas ingentes, y me puse, necesitado, a la cola. ¡Terrible! (por cierto, que del Palacio de Nievaran fotografié hasta el que fue retrete de Farah Diva, guiado por un guarda de la Revolución).

¿Cómo es posible que “almas” de sensibilidad extrema –genios musicales-, pudieran, con naturalidad, mantener una relación pacífica con sus cuerpos respectivos? Narra don Alberto en su insólito libro casos muy curiosos. ¿Cómo no iban a experimentar algunos músicos tanatofobia, cuando la muerte les daba una sola salida: que el cuerpo se descomponga en una tumba? Ahora, por cierto y en cambio, tenemos dos para una alternativa: pudrirnos en tierra y nichos, o que nos quemen. Y esto lo está escribiendo –lo quiero dejar muy claro- quien no es materialista, sino “espiritualista” y creyente en transcendencias (¡Dios mío, por qué nos haces esto!).

Y ¿cómo los humanos hacemos el amor? Los poetas, cantantes del amor,  escriben unas mentiras rimadas tremendas. Reconozco que mi precisión de relojería se lleva mal con las necesidades de los sonetos y cuartetas de los poetas. Por eso, sólo leo poesías de Rilke, Seferis y      Quevedo. A veces los poetas –siento decirlo-, cuando escriben del amor, me parece que tienen ocurrencias de célibes solitarios o de onanistas rancios, los más rancios son los de mesa camilla. Por el contrario, los que lo saben bien como se “hace” el amor al humano modo, escriben cosas tremendas: “Metemos los dedos y por todos los sucios agujeros…” (eso y más lo escribe Rafael Chirbes en Crematorio, Anagrama, 5ª Ed. 2015, página 234). Un sexo extravagante (todo por fuera y colgando), el masculino, confrontado ¿enfrentado? al sexo intravagante (todo por dentro y estático), el femenino. Cuando los dos sexos son del mismo palo, extravagantes o intravagantes, menudo problema y qué de dificultades añadidas…

Me resulta raro que los músicos, artistas de lo sublimen, no lleven trajes especiales o uniformes que tanto tapan y que tanto “tranquilizan”, pues no hay profesión con un grado importante de simbolismo y de aspiración a lo sublime que no tenga como distintivo de vestimenta prendas decoradas con colores: los ropajes de cardenales y obispos, a base de rojos y morados; los trajes de luces de los toreros, marcando lo que hay que marcar para que quede claro frente a una “hembra” que es toro; los uniformes de los militares, de “amores de Patria”, cargados de medallas;  y las togas de los jueces que tratan de hacer lo que dicen que hace Dios –debo señalar que la toga de los jueces españoles es de una austeridad total, a diferencia de los jueces alemanes que se colocan gorritos y de los franceses que se tapan con armiños. Y escribo de ropas y de defensas corporales: nada, por supuesto, que reprochar al amor a Dios, la valentía taurina, el amor a la Patria o los escrúpulos de Justicia.

Y de vestidos especiales, los músicos, nada, casi nada: alguna pajarita y nada. ¡Si los músicos tuvieran floridos ropajes, cuántos suplicios se hubiesen ahorrado a la hora de subir a escenarios y orquestas! (en la lengua griega de Sófocles la orchesta era el lugar de la danza). Para músicos, con problemas en piernas y brazos, lo mejor, sin duda, es una capa verde o azul fosforitos, como las corbatas de directivos (fosforito). Es una pena que la capa, tal útil para mancos sólo la usen los de La Alberca (Salamanca) y los de las cofradías gastronómicas del buen queso o del buen picadillo.

El compositor Gershwin, el calvo, según el libro de Alberto Zurrón…Estacionamos aquí y continuaremos el día de Navidad ¡lo siento! es que me queda la traca tercera y final.
Y termino por hoy: Cuando me encuentro personas que “dan a entender” que son perfectos o casi, de cuerpo y de alma, me descojono por verlos majaderos, y como eso suele ser bastante frecuente, ya se podrán imaginar los lectores (masculino genérico, que incluye a las lectores) lo divertido que lo paso. ¡Oiga, oiga, que esos lindos tienen el mismo problema: sus hijos son de alta capacidad, según dicen en la APA de la respectiva “comunidad educativa”!  
                                                        --------

Y ahora, lo de las fotografías, con carácter excepcional:
La foto primera es de un importante cuadro, que está en un museo no español. Ese mirar discreto, como detrás de una barrera, es lo aconsejado para leerme, pues una excesiva exposición –lo reconozco- puede ser no procedente por atrevida.

La foto segunda (verano 2014) es de una amapola encontrada en un secarral, junto al camino (tierras de Zamora), de pisar mucho polvo. Se perturbó la intimidad de la amapola, cuando enseñaba sus genitales, que, naturalmente, no son perfectos, aunque casi. Se puso un tanto borrosa y no insistí por respeto.  

La foto tercera es de un uniformado. A mi me gustan los uniformados gordos, muy gordos, como los toreros gordos muy gordos.

La foto cuarta (verano 2015) es de un “cuerpo”, que cada cual vea lo que quiera. Diré solamente que es una escultura al aire libre, que estuvo expuesta en un pueblo del León profundo, de mucho vino y pasas: Gordonzillo.



Y la foto quinta es de mi sombra (verano 2014), en camino pisando polvo y muy cerca de la sexual amapola. La fotografía quiso añadirme un “gorrito”, a modo de solideo, que, por supuesto, no llevaba (mi querida directora de La Nueva España se empeña en llamarme “vaticanista", cuando, en verdad, lo que soy es teólogo).
Nunca creí que fuere así por detrás.

Ángel Aznárez.







miércoles, 16 de diciembre de 2015

ÁNGEL AZNÁREZ presentó el libro "HISTORIA INSÓLITA DE MÚSICA CLÁSICA del escritor y abogado don ALBERTO ZURRÓN


Se empeñó don Alberto que el día 12 de diciembre presentara su musical historia insólita. Así lo hice en Gijón y el 15 en Oviedo.
Debo señalar que primero fui profesor de Derecho, hace veinticinco años, del hoy abogado, no ya promesa, y también historiador musical. Después fui un amigo, si bien nunca desapareció el natural desequilibrio como consecuencia de haber sido su profesor y él alumno mío. Por eso, precisamente, ni en el jolgorio o fiesta de una presentación de libros, he olvidado lo importante: a un alumno el profesor jamás debe adular o administrar indebidamente las lisonjas.
Nadie me enseñó la historia de la música –esto sólo se enseña en los llamados “conservatorios”-  y no sé el porqué si es verdad lo que se dice: que la música es el arte de las artes y el lenguaje universal. Es bien sabido y padecido que muchas veces lo que se enseña en facultades e institutos es lo secundario y accidental ¡Magia de los llamados “planes de estudios”! Los libros serios de Historia de la Música suelen ser muy aburridos.
LOS PAVOS ALBINOS
Héte aquí que en los años ochenta del pasado siglo se pusieron de moda los fascículos sobre música: primero fueron los de Salvat Ediciones Los grandes compositores y luego de Planeta Historia de la música clásica. Por ahí aún se ven muy bien encuadernados (los fascículos) en “bibliotecas” y estanterías de aglomerado, forradas con madera barata, casi plástico –el lector ya sabe a qué tipo de “nuevos”, no lectores, me estoy refiriendo-.
El libro de don Alberto, como libro interesante, hay que leerlo varias veces. Leer un buen libro una sola vez es apenas nada; una nada como haber escuchado una sola vez El carnaval de los animales de Saint-Saëns o Los nocturnos de Satie. Leer requiere releer y las melodías se valoran después de una repetición, lo cual es importante porque no hay tiempo para tanta novedad, especialmente, de libros; muchos libros nuevos que proliferan como las moscas, y que como las moscas son eso…
El autor, como muchos, al principio del libro se declara escritor –en este caso es en verdad escritor y no como muchos desvergonzados que no son tales-. De esto la señora editora de esta página Web por ser secretaria de Ateneo sabe mucho. Y el pijerío o la pérdida del oremus es mucho más que ponerse (los caballeros) unos pantalones colorados, alardear de pelos blancos y rizosos en la cerviz de cabezas calvas o cenar rosbifs.
AGUJEROS QUE SON OJOS
¡Atch-chis! Perdón por el catarro mucoso y mocoso.
Se hacen en el libro dos afirmaciones que me gustaría matizar:
a).- “Aún siendo escritor, considero (la música) la más fascinante de las artes”. La palabra “fascinar” me sobrecoge.  En la entraña léxica y semántica de esa palabra está el engaño, la trampa. La acción de fascinar y su resultado, la fascinación, suponen un engaño, un alucinar, un ofuscamiento. Así pues, declaro mi deseo y voluntad de no ser fascinado por nada y, sobre todo, por nadie.
b).- No obstante ser escritor, el autor declara su endeudamiento con la música. O sea, que una cosa son las letras (literatura) y otra son los números (la música). Y siempre me pregunté, desde mi lejano bachillerato: ¿Es que los números no son también letras y las letras números? ¿Por qué en los manuales de Lingüística al principio se estudia la Fonética y la Fonología? ¿Es que las palabras no suenan? En la poesía esto aparece muy claro y en la buena prosa también. Un buen escritor, además de escribir bien, ha de leer en alta voz sus escritos para ver si suenan o cantan, y esto desde los clásicos se sabe.
Es sabido que la drástica separación en España entre letras y números sólo sirvió para que los que se dicen “de letras” sean ignorantes en números (matemática) y los que se dicen “de números” sean ignorantes en letras (analfabetos). Y queda la última categoría, la más abundante: ignorantes en letras y en números.
Alberto Zurrón escribe sobre la extravagancia de los artistas: compositores, instrumentistas y directores de orquesta. La extravagancia, que es un vagar por fuera, es natural en los verdaderos artistas –los malos artistas los imitan-. La sociedad que es autoritaria y que quiere el imposible –oficio de sastres- de que todos estén cortados por el mismo patrón, no permite que unos vaguen por fuera, que desprecien el “intra-muros” y respiren el fresco aire más allá de los muros y murallas.
Y unos seres extravagantes, cuya sublimidad no está en su cuerpo –altos, bajos, gordos, flacos, guapos feos, hasta horrorosos, con padecimientos y defectos-, como todos nosotros. Tampoco la sublimidad está en su mente –maniáticos, neuróticos, fóbicos, hipocondríacos, miedosos, envidiosos, como todos nosotros.
Y pregunto: ¿Dónde está lo sublime del artista compositor, instrumentista y director de orquesta?
Y respondo: En el núcleo de su condición humana y sobre todo en su obra sublime e insólita; insólita de in (no) solere, tan cercano de esto tan importante: sine sole, sileo (sin sol, callo).
Como escribe el autor Alberto Zurrón: ”La cuerda floja no sólo se inventó para equilibristas”.
(Continuará con lo del día 15, sobre los artistas de la música y sus cuerpos)
Ángel Aznárez.
 FOTOS DEL AUTOR

lunes, 7 de diciembre de 2015

"EL DESEO", artículo del magistrado ÁNGEL AZNÁREZ ("La Nueva España 22/11/2015)


El cuerpo se contenta con poco: comer, hacer el amor y dormir.
            Fernando Savater, Arte de vivir.

            Al final de una larga entrevista en la Revista “Sala de Togas”, del Colegio de Abogados de Gijón (nº 69-Julio-2015), a la pregunta sobre un deseo por cumplir, respondí: “Lo tengo muy claro, hacer el recorrido de Puente de los Fierros a Busdongo en la cabina de una máquina eléctrica de un tren”. Eso tan claro, además, de probar que soy raquítico de deseos (y de sueños), ahora estoy en la nada, pues aquel deseo y/o sueño ya se cumplió: en una mañana neblinosa de este mes de Difuntos, de descanso para “oficinistas” –que eso soy, aunque no chupatintas, luego tampoco cagatintas-, salí, desde Trasona, subido a una máquina de Renfe, que tiraba vagones cargados con bobinas de Arcelor en dirección a Busdongo, vía Viella, con destino último al Puerto de Sagunto (las bobinas).
            La emoción fue intensa, aunque no hubiese visto a factores, guarda barreras, guarda agujas ni a mozos de equipajes ni a interventores “que me picaran el billete”. La máquina eléctrica subía por los túneles de Congostinas y La Sorda (Puerto de Pajares) silbando, jadeando y chirriando en las vueltas- Eché en falta –y así lo dije al maquinista y piloto- el “Fo –Fo”, tan propio de las locomotoras, y el furgón de cola.  Nada más salir de La Perruca ¡zas!: Busdongo y la panadería Díez.
Realmente ese viaje fue la caraba.
           
"La foto del deseo"
Y si no fuera porque escribo los domingos, contaría las muchas peripecias ocurridas en tal travesía, pero los domingos los lectores quieren que los articulistas de periódico seamos profundos, atraídos por lo trascendente, el pensamiento abstracto, las categorías y las tesis doctorales. Es el único día, al parecer, en que los lectores gustan de perder el tiempo y perderse. Por tanto, debo aparcar mis subjetivismos y deseos, y dejarlos, por ejemplo, para los lunes, después del fútbol. Vayamos, pues, con los conceptos categóricos, por ejemplo: RENFE o ADIF y ALSA (FEVE ya murió).
            RENFE siempre fue matricial para Asturias, en la que hay vías y catenarias por doquier. La empresa ferroviaria pudo haber sido grande y los “de arriba”, también llamados “los más ricos de la Provincia”, se empeñaron en esmirriarla y escuchimizarla, cual habitante de Liliput. Aquéllos llevaron a sus bolsillos las ganancias feas, y que, como ocurre en estos casos, esos mismos deambulan como fantasmas marrones, marrones, por ahí. ¡Cómo olvidar lo que fue el tren exprés “Costa Verde”, todo un clásico a las 22,30 en la Estación del Norte! Una Estación del Norte, con estanco, sala de espera, cantina y con quisco de empaque en el andén, vestido el quiosquero con un mono azul, que vendía las revistas Destino, La Gaceta Ilustrada y el El Ciervo. Todo un armonioso retablo de maravillas para ojos de mirón.
            Mi fidelidad, que tantos lloros me causó, a las vías férreas, ahora, cada día, la pongo a prueba, pues al trabajar en Oviedo y vivir en Gijón, estoy en continuo vaivén, siempre en “el voy y el vengo”. Y, por imperativo ideológico, lo hago en transporte público, de colas y retrasos, aunque en empresa de un “privatus” o de una “privata”: ALSA.
"Gorro de Jefe de Estación entre poesías y poetas"
A todas mis angustias, se suma lo que explicaré a continuación, que me enerva, entendiendo por ésta lo que dice el Diccionario de Autoridades de 1732: “Quitar las fuerzas, debilitar y enflaquecer” (o sea, nada que ver, en sentido preciso, con los nervios).
            Resulta que, saliendo desde la Estación “Alsina” de Gijón, al girar a la izquierda en paralelo a la Estación ferroviaria, el “bus” rectangular, en vez de seguir en línea recta hacia la Avenida de Portugal, gira a la derecha, vuelve a girar, pasa por rotondas, y entra al fin en la Avenida tal, previo paso por la Carretera Vizcaina (dar el nombre de carretera a una calle, sólo ocurre en Gijón, que no da a basto a meter en el callejero tantos nativos ilustres). Y todas esos bruscos y apretados giros, tienen un solo objetivo: provocar a los escasos usuarios del tren que ven al autobús pasearse tan cerca y pichi, para fastidiarlos y para que la próxima vez utilicen el ALSA.
Esto último me parece mal, pues es recochineo a lo ferroviario y humillación innecesaria: no les basta a los de la “privata” haber acabado con el transporte ferroviario en su interés, es que quieren hasta dar la puntilla, que, como es sabido, en nuestro arte taurino, es suerte a cargo de los profesionales de la carnicería.
           
"Bajando Pajares y después de La Perruca"
Pero no crean los lectores –la justicia me obliga- que no todo son desdichas, subido en el largo, rectangular y acajonado (de cajón) “bus”. Antes de subir, desde la cola de la cola, se puede ver un anuncio enorme en una pared de una clínica dental, al parecer experta en implantes, engarces o enganches dentarios o muelarios, con “descuentos a pensionistas y gratis el pulido y la fluoración”. ¡Qué ejercicio de humildad!
            Los compañeros de pasaje no pueden ser más variopintos: hay estudiantes con cabezas diseñadas en peluquería de barrio y a lo último, como de “zoquetería” de futbolistas o de directivos de los tales. No falta algún dependiente de mercería o de tienda de madejas de lana y agujas de punto. La tristeza de la cara los delata.
Me siento junto a músicos de Conservatorio o de orquestina, que llevan a cuestas rechonchos instrumentos de viento, que a la espalda parecen jorobas y más abajo hacen pensar en las caderas de ballena. Y lo más increible y/o sublime, lo vi el miércoles último, al bajar del ALSA a las 8, 50 en la parada de Pumarín (Oviedo): una esthéticienne o esteticista --acaso también psico-esteta--, con ojos de Cleopatria y zancos para estaturas “mini” o megazuecos, estaba poniendo tiesas las pestañas con rímel negro, usando espejito redondo, de reverso de polvera rosa.
No pueden faltar en el cajón con ruedas empleados de agencia inmobiliaria, expertos en gestión de suelos e ingenieros de desarrollos urbanísticos, por sí o por cuenta de terceros (“testaferrados”).Tampoco faltan mujeres y hombres, hablando o gritando cosas íntimas, muy íntimas, durante el viaje, por un codo o por los dos, a través del móvil entre manos y piernas, con indiferencia a lo radioactivo.
Y todo ello por el módico bono de 42 euros por 20 viajes, con derecho a empalme con autobuses de Oviedo y a Wifi.
Estamos ahora en un delicado momento ferroviario: El Administrador de Instalaciones Ferroviarias anda en tratos para privatizar esas instalaciones. El momento no puede ser más propicio para lo feo e inconfesable. Sólo pido a los empresarios, liberales, del sector que, por favor, sean clementes y que no se pasen en sus exigencias; que queremos los humildes ciudadanos seguir siendo de RENFE o ADIF, y también del Consorcio ese en el que participa ALSA y el Gobierno del Principado, tan cercanos, que parecen prójimos y de cercanías ambos.
Después de tanto escrito, como ya casi estamos en lunes, una confidencia, ya de articulista de lunes: El maquinista --ya amigo nuevo y que tan importante fue para que mi único deseo fuera cumplido--, cuando pasen unos días, y piense que me olvidé de él, le invitaré a comer en restaurante que guste: fino o de postín, a base de “carpaccio de fistulina hepática”, o grueso y de mantel de hule, a base de albóndigones al pil-pil o al “pay-pay”.
"Puente de los Fierros desde la máquina"
Y sin descartar mi propuesta de un nuevo viaje, en tren de mercancías, pero, para eso, convendría que antes, en una aldea conocida del Principado, se celebrase la “1ª Semana de la tapa micológica”, en cuya organización estoy, prometiendo conferenciar sobre eso tan manido y mullido “La Cocina también es cultura”, un cocinero de pomarada y otro con macrobarriga, ambos muy conocidos y habituales de los platos, “platós” y de los periódicos, de cualquier día de la semana, incluso de los domingos.

Mientras tanto, ¿qué hago yo tan decaído de deseos? No sé, no sé, creo que no supe explicarme. Y Fernando Savater tan mayor…

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