De izquierda a derecha: Pilar Calero, Tere Ballina, Marilú, Pepe Ballina, Isabel, Ana Mirantes, Pilar Rodríguez, Tomás, Choni, Isabel Moro, Pipo Vallina, Delia Sánchez, Virginia Álvarez Builla, Loli, Germán Argüelles, Priscila y Chechu Marrot.
Al
empezar a escribir mis impresiones sobre este viaje, me sorprendo, sí, me
sorprendo, al constatar que he realizado un viaje que ni en sueños imaginaba
que llegaría a hacerse realidad. Soñar es libre, pero esto, por inalcanzable,
ni me lo planteaba.
En
la reunión del Ateneo para informarnos de los viajes, al nombrar el de Dubai ¡oh, sorpresa! no lo dudé un instante
y, sin pensar en el problema de mis piernas, allí mismo reservé mi plaza.
Viernes 20: después de todo el día por aeropuertos con sus largos
recorridos y más de nueve horas de vuelos, llegamos a Dubai, al aeropuerto más
grande y hermoso del mundo. Lo de grande, por impactante, se ve al momento; lo
de hermoso, por cómo es a vista de pájaro; debido al escaso tiempo del que
disponíamos, no hemos podido disfrutar de la belleza y grandiosidad del lugar.
Lo que más resalta es la cantidad de palmeras que hay dentro del aeropuerto. La
palmera es el árbol sagrado de los musulmanes. Y, entre otros muchos símbolos,
es el del poderío. Este poderío nos lo
demuestran nada más aterrizar. En un minibús cruzamos la ciudad hasta el puerto
Mina Qaboos para embarcarnos en el buque
Costa Serena. Pasadas unas 22 horas desde que me levanté, al fin, extenuada,
caí rendida en la cama. Por la mañana la megafonía de nuestro camarote no
funcionó, para alegría de Pilar y mía: de ese modo evitamos levantarnos a
primera hora para asistir al simulacro de salvamento. Pero no nos libramos,
pues con delicadeza se nos invitó a asistir por la tarde.
Sábado 21: todo el día y noche de navegación hacia la capital de Omán,
Muscat (320 millas, equivalentes a 515 km), por las aguas del golfo Pérsico.
Transitamos por el estrecho de Ormuz hasta el golfo de Omán (durante la
navegación hemos estado a 45 km de Irán). Esto nos vino bien para descansar
(descontando el simulacro de salvamento), aunque en el barco hay cantidad de
servicios para disfrutar a gusto cada uno de nosotros: teatro, cine, casino,
discoteca, gimnasio, biblioteca, tres piscinas, jacuzzis, tobogán acuático,
termas, doce bares, etc.
Domingo 22: por la mañana nos bajamos del barco para visitar Muscat
(capital de Omán), empezando por el barrio de Mutra. Nos esperaba Paloma,
una guía madrileña que lleva un tiempo
viviendo allí y se encuentra a gusto; nos dice que los omaníes son gente amable
y abierta, y esto lo demostraba con el interés que ponía en explicarnos lo más
relevante de Muscat y el desarrollo sin precedentes que ha conocido en los
últimos 40 años. La capital del sultanato, Muscat, ha pasado de ser una
pequeña localidad costera a ser una
ciudad con modernas infraestructuras. De este a oeste sus barrios abarcan una
treintena de kilómetros, hileras de casas blancas a ambos lados de la vía
rápida que atraviesa la capital. En el extremo de la cornisa se alza un
monumental quemador de incienso, uno de los emblemas de Muscat. Se dice que es
lo más fotografiado del lugar por los extranjeros (entre éstos estoy yo, pues
desde el barco se veía muy bien, al igual que a todo lo largo de la ciudad de
Muscat, muy idóneo para la fotografía, así que, cámara en mano, disfruté a
gusto). Hicimos un recorrido por la lonja del pescado y el zoco con un calor
asfixiante, y seguidamente nos acercamos al centro de Muscat, donde en todo el
entorno están ubicados los edificios gubernamentales, el museo, La Ópera
(inaugurada por Plácido Domingo). Y destacando entre todos, el Palacio Al Alam,
una de la residencias del sultán de Qaboos. Se utiliza para recepciones
oficiales y de visitantes distinguidos. Por lo visto no tenemos la distinción
ni el “caché” necesario, y la espera a la puerta sólo nos sirvió para hacernos
la foto de todo el grupo. En opinión de la guía, Paloma, el pueblo omaní quiere
a su Sultán, disfrutan de sanidad y educación gratis, la luz y agua son subvencionadas, no hay impuestos…
Regreso al barco: las salidas y regresos al barco se realizan en un bus
lanzadera que nos lleva desde el barco hasta la salida del puerto. Allí siempre
nos espera un minibús para nuestro grupo.
Por la noche, “Cena de Gala”. Nos presentamos más o menos elegantes, por
lo que nuestra imagen no era la misma
del día anterior, agotadas del viaje. Las cenas siempre eran en el mismo comedor, con todo el
grupo reunido.
Lunes 23: nos bajamos del barco “preparadas” para visitar La Gran Mezquita
de Muscat, inaugurada en el año 2001. Fue un regalo del Sultán de Qaboos al
pueblo, para conmemorar el 30 aniversario de su sultanato. Es el símbolo del renacimiento del país, y presenta una
refinada arquitectura moderna. El descalzarnos, ¡ideal!; es un placer pisar por
tan mullida y hermosa alfombra persa de 60 x70 metros, hecha con mil
setecientos millones de nudos y 21 toneladas de peso. Las puertas son de acacia
india. El techo, de teka de Malasia. La enorme lámpara se realizó en Alemania,
y el cristal de Swarovski procede de Turquía. Es una obra suntuosa, y la única
Mezquita donde pueden entrar los no musulmanes en todo Omán. Finalizada la
visita, han tenido el detalle de obsequiarnos con lo típico y sabroso del país,
dátiles y café, momento que hemos disfrutado sentadas a la sombra en uno de sus
jardines.
Por la tarde el barco zarpa hacia Khasab (250 millas náuticas
equivalentes a 402 km).
Martes 24: una excursión de media jornada por Khasab y alrededores. Lo
más destacado son la fortaleza de Khasab, el Fuerte Bukha y un museo donde
representan el pasado reciente. La carretera
de reciente construcción, bordeando la costa unos 40 km es tallada en la
montaña, de perfil rocoso y paisaje agreste: altas montañas calcáreas y
desoladoras. Esta carretera es de gran interés por su comunicación entre Omán y
los Emiratos Árabes Unidos.
A
las 18 h el Costa Serena zarpa hacia Abu Dhabi (165 millas equivalentes a 265
km).
Miércoles 25: estamos en Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes
Unidos. El guía Mohamet nos espera, y la primera visita es al Heritage Village,
un museo al aire libre donde está representada cómo era la vida de la ciudad
antes del boom del petróleo.
Seguidamente nos dirigimos a La gran Mezquita de Abu Dhabi. Inaugurada
en 2007, es la mayor de los Emiratos Árabes Unidos y la tercera del mundo: una
fantasía arquitectónica sin comparación con ninguna otra. Se trata del edificio
de mármol más grande del mundo, de un blanco inmaculado. Tiene 80 cúpulas de
mármol diseminadas por toda la mezquita, que parecen un collar de perlas
blancas que rodean el patio en su totalidad.
Si
espectacular es el exterior, su interior te deja con la boca abierta. La
decoración es de una delicadeza exquisita: mármol, oro, piedras semipreciosas y
cerámica se unen formando composiciones inspiradas en diseños musulmanes,
marroquíes, turcos e indios. Figuras de plantas y flores llenan el interior de
la mezquita, las paredes, los techos y el interior de las cúpulas, dando la
sensación de ser una mezquita de flores. Columnas blancas de mármol con
incrustaciones de piedras semipreciosas
y nácar, con capiteles que tienen el diseño de las hojas de la palmera para
mantener la tradición del país. Las paredes también están decoradas con relojes
que muestran los horarios de las cinco oraciones islámicas al día, más cuando
amanece. En medio del reloj está la
fecha cristiana y la fecha islámica.
La
magnífica y hermosa alfombra cubre una superficie de 5700 metros cuadrados de una sola pieza, y está hecha en
Irán. La trajeron a la mezquita en siete trozos y los iraníes la siguieron
uniendo durante tres meses. Rompe el récord de ser la alfombra más grande del
mundo. Y yo añado que es la más hermosa y, sobre todo, ¡es una delicia pasear
sobre ella!
En la sala principal hay diez lámparas de araña de cristal de Swarovski,
fabricadas en Alemania y recubiertas de oro. La de mayores dimensiones es una
obra maestra, y es la más grande del mundo, ¡impresionante, maravillosa!
Las normas son muy estrictas en lo referente a cómo tienen que ir
vestidas las mujeres para entrar a la mezquita; siento de veras que Isabel y Viky no pudieran entrar, y sobre
todo por una nimiedad: a la blusa de Isabel le faltaría solo un centímetro para
llegar justo a la muñeca. Está bien que respetemos las normas, pero esto es
pasarse. En la mezquita de Muscat no actúan de este modo, ni tampoco en las que
he estado de Egipto y Estambul. Lo siento, queridas amigas, porque la mezquita
es digna de verse, es impresionante. Si me toca la primitiva, volvemos las tres
juntas y, el hotel, a vuestra elección.
Mohamet nos lleva a un moll (galería comercial); en la sección de
tapices nos hacen una demostración; si no fuera por la pedrería que tenían,
eran más propias para alfombras. Mientras Viky nos hizo de intérprete, yo no me
pude resistir a hacer fotos al colmo de la ostentación: tantas piedras
semipreciosas incrustadas entre el tapizado para colgarlas en las paredes…
Nos dirigimos a la isla Yas Marina donde está situado el parque temático
cubierto más grande del mundo y la primera ciudad inspirada de los Ferrari. El
Mundo Ferrari es grandioso, por lo que el corto
tiempo pasado en él nos pasó en un suspiro. Fue visto y no visto. Hice
fotos a una construcción que me llamó la atención; luego me informé y supe que
se trata de los techos que tienen las tribunas del Circuito de Yas Marina con
forma de tiendas de beduinos para mantener la tradición.
A
las 22 horas zarpamos hacia Dubai (110 millas equivalentes a 177 kilómetros).
Jueves 26. Día completo en Dubai, con intención de vivirlo al máximo.
La primera visita fue al emblemático
hotel Burj Al Arab. Es un hotel
calificado como leyenda del mundo árabe por
su estructura en forma de vela, la forma del barco tradicional de Dubai.
Está construido en una isla artificial a 300 metros de la costa. Es el único
hotel de 7 estrellas que hay en el mundo, con un lujo extremado del que hace
gala; claro está que va parejo a su precio. Sin duda alguna, una buena opción
para la “mayoría” de los mortales, ¿verdad? Pues una pequeñísiiiiiiiiiiiima
opción es la que hemos tenido este grupito para
darnos el placer de desayunar en uno de sus comedores. Todo lo que hemos
visto es como lo describen, ¡fantástico! El impresionante lobby de 200 metros
de alto, su enorme y bella fuente… ¡fascinante! Satisfechos por lo vivido,
seguimos ruta.
Nos adentramos por el tronco de la isla La Palmera e hicimos una parada en el rompeolas justo
enfrente del magnífico hotel Atlantis, situado en la misma cabeza de la isla de
La Palmera, a seis km de la ciudad, momento que aprovechamos para hacer unas fotos del hermoso lugar.
La
siguiente parada es en el Canal Dubai Marina, un canal artificial de más de
tres kilómetros con acceso al mar desde sus dos extremos; su puerto deportivo es
el mayor del mundo construido por el hombre; está rodeado por un bonito paseo
con restaurantes, terrazas. En el hermoso Dubai Marina hay numerosos
rascacielos, centros comerciales y
lujosos hoteles.
Subir al impresionante edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, fue
fascinante; 126 pisos en un minuto a 828 metros de altura, para divisar imágenes de todo Dubai. El diseño de la base
es la flor de Dubai, el “Hymenocallis”, una flor blanca con seis
pétalos. En el entorno está lo citado anteriormente: Dubai Marina, el lago y
sus fuentes danzantes y el centro comercial más lujoso y grande del mundo, el
Dubai Mall, de seis pisos, con 1200 lujosas tiendas. Más que un centro
comercial es un centro lúdico: acuario, pista de hockey sobre hielo, Centro Médico
de lujo, hoteles, restaurantes; en uno de ellos es donde almorzamos; la
decoración es de estilo árabe, hermosa y lujosa, y la comida excelente en un
entorno fascinante.
La
visita al museo de Dubai es la única visita cultural de la ciudad. Se encuentra
construido en la fortaleza Al Fahidi. En una pantalla gigante se nos muestra la
historia de Dubai desde sus inicios, cuando solo era una villa de pescadores,
de recolectores de dátiles y de perlas, el desierto y los beduinos, hasta el
descubrimiento del petróleo y los planes urbanísticos futuros.
En
un abra (barco tradicional) navegamos por la ría Dubai Creek para ir al barrio
de Deira, donde está el mercado antiguo, y ver el zoco de las especias y del
oro. El del oro, aunque no es muy grande en espacio, sí es lo suficiente para
sorprendernos con la cantidad de tiendas dedicadas a la venta de todo tipo
de artículos de oro y brillantes. Se
estima que el oro que allí hay son 30 toneladas. Es evidente que los estridentes collares no los compraría
ningún occidental, ni mucho menos para lucirlos en público.
El broche final fue ver el espectáculo de Las Fuentes Danzantes, una
hermosa combinación de agua, color y música. ¡Maravilloso!
En
Abu Dhabi iba de sorpresa en sorpresa, al igual que luego en Dubai; todo es lo
más grande del mundo, lo más lujoso y, ciertamente, lo más fascinante, como
fascinante es el cambio tan radical que han experimentado estos dos emiratos en
poco más 50 años (los jeques de ambos
emiratos compiten entre sí). Dubai es la que más ha crecido en la última
década, tiene varios récords mundiales en cuanto a estructuras y
construcciones. En Dubai la vivienda, sanidad, agua, luz y educación son
gratuitas, incluso si quieren estudiar en el extranjero. No hay impuestos de beneficios,
ni impuestos sobre la renta, no hay retención en nómina, no hay IVA. Estas
prebendas son únicamente para los nativos, y estos solo son el 20% de la
población, y el restante 80% son de 200 nacionalidades distintas. El extranjero
que quiera abrir un negocio tiene que buscar un nativo, y este tiene un
beneficio del 51%.
Los proyectos son muchos; el crecimiento es a un ritmo acelerado: el 15%
de las grúas que hay en el mundo están trabajando allí. A este ritmo no me
puedo imaginar cómo será Dubai dentro de cinco años, el año de la EXPO mundial
2020.
El
petróleo fue y es el milagro de estos
emiratos, y la buena visión de futuro de estos gobernantes es de admirar. Pero algo me “duele”; me
aclaro: la creciente oferta de trabajadores en los últimos años ha provocado
que el precio de los salarios se devalúe, pura ley de la oferta y la demanda
como en todos los países del mundo, y este no es una excepción; los sueldos se
pagan en función de la oferta y la demanda. En esto, el paganini es el pobre trabajador
sin cualificar que malvive hacinado en
barracones. Esto lo pueden evitar con menos oro en la decoración, no que lo
quiten (Dios me libre), pero con un
poquito menos seguirían reluciendo y los pobres trabajadores vivirían más
dignamente, ¡Ilusa de mí!
Para finalizar, un recuerdo cariñoso para todo el grupo, esperando
volver a vernos. En esta ocasión nos acompañaron tres americano/as, personas
muy agradables que nos animaron varias noches con su buen humor; aunque estéis
muy lejos, espero que no sea impedimento para que os animéis para los próximos viajes. Un abrazo para toda/os.
Delia Sánchez
GALERÍA DE FOTOS DE DELIA
Dispuestos a visitar la mezquita, Pepe Ballina, Marilú y Teresa Ballina |
En la mezquita de Abu Dabi, Pilar y Delia |
En la mezquita, todo es lujo |
Un alto en el camino para almorzar comida típica |
Delia y Choni atravesando el río en Dubai en un bote "casero". |
Pipo Ballina, Marilú, Pilar, Tere Ballina y Chechu, nuestro acompañante |
Edificio singular, como todos lo más de lo más |
En la entrada del único hotel de 7 estrellas del mundo, el Burj Al Arab de Dubai. Con una preciosa recepcionista |
Teresa Ballina, convenientemente tapada, no se resistió a hacer la foto |
Pepe Ballina, Delia, Chechu y Pipo Ballina, en el barco del crucero Costa Serena |
Parte del grupo en la visita a la fortaleza de Khasab |
Tere Ballina en la fiesta en el barco donde no faltó el buen humor |
Y lógicamente si Tere Ballina se divertía, no lo hizo nada mal Delia |
A la salida de la mezquita de Muscat obsequiaron al grupo con té y dátiles |
Pepe Ballina y Pilar en Dubai |
Las "chicas de oro" en el barco, Pilar, Delia,Tere, Marilú e Isabel |
Isabel y Pipo Ballina en el Dubai Marina |
El famoso espectáculo de fuentes en Dubai |
El grupo en el Mundo Ferrari |
Tere, Marilú, Isabel y Chechu frente al Burj Khalifa |
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