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| Desde el observatorio (foto del autor) | 
Introducción al artículo:
El artículo del domingo, 12 de enero, sigue la serie (es el sexto)
sobre cuestiones canónico-matrimoniales; en él hay reflexiones generales sobre
la economía matrimonial y de sociología religiosa, estando muy
presente la dialéctica entre clérigos y
laicos, dentro de una misma Religión. 
La serie puede acabar con el sexto (no mandamiento, aunque lo roce) o
puede continuar con un séptimo. Todo dependerá de lo que diga el papa Francisco
en el clásico discurso ante los miembros
del Tribunal de la Rota  Romana
Este año la expectación ante el
discurso papal es máxima, teniendo en cuenta que Francisco, felizmente
reinante, es el Papa que mejor está predicando sobre la Misericordia. 
 Naturalmentela Misericordia 
–Juan Pablo II escribió hasta una encíclica Dives in Misericordia (1980)
¡Escribió tantas y tan diferentes!-. La novedad es que con el actual papa, hasta la Divina Misericordia 
parece distinta. 
Y recuerdo lo olvidado: un especialista de la Misericordia  es el
Decano del Sacro Colegio Cardenalicio –el
cardenal Sodano, el de siempre-, que dedicó a ella la homilía de la
  Misa  Prola Iglesia ”.
Es una pena que dicha homilía, tan oída, haya sido tan poco escuchada. 
Y es que los temas religiosos son apasionantes, pues en ellos cabe casi
todo: Teología, Política, Derecho, Literatura, Sociología, Filosofía, Psiquiatría
y hasta Farmacopea; esta última de mucho consumo y gasto por el clero romano,
desfasando presupuestos, aunque se disponga de “economato”.
Sobre la fotografía adjunta: 
La fotografía no fue hecha en Europa, en la que las cigüeñas hacen
nidos en torretas peligrosas de luz eléctrica o en espadañas inseguras y
estrechas de en iglesias rurales. La fotografía corresponde a África, al sur de
un país de bereberes, muy cerca ya del Atlas. Se ve el confort que disfrutan la
cigüeña y su cría, allí muy lejos y no aquí muy cerca, siempre más estresadas.
Es normal que, desde el alto observatorio, la cigüeña lo vea todo, todo, con
luz de rayo y sin trueno, y que si algo se oculte, lo pregunte y se responda;
para ello, precisamente para ello, tiene un pico muy largo, muy afilado y muy
recto o tieso. 
Sobre los lectores:
Todos los lectores, todos, son muy queridos por el autor. Mas aún: los
considera como de su familia; ahora que con las familias se pueden hacer
virguerías, que si la biológica, la espiritual, la jurídica, la simple, la
compuesta, la recompuesta, etc. 
Pero el autor debe manifestar un especial cariño por los lectores
ociosos, que son los auténticos aristócratas, no los de los negocios que no
tienen ocio. La lectura requiere tiempo, buscar y rebuscar lo escondido; leer
entre líneas y párrafos, para no caer en los cepos que el autor pone, con
malicia, a los conejillos lectores –caen también pretendidas liebres, aunque
éstas, aturdidas, ni se enteran-.
Solidez y no estados gaseosos o líquidos. Y tiempo, ocio, y no ajetreo.
Ya lo contó Umbral: “Los que siempre
tienen prisa, son unos horteras”.
Y por si se precisare, felicidades nuevas para el Nuevo Año. 
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