jueves, 8 de noviembre de 2012
"UNA VIDA DE PRINCESA", artículo de VIRGINIA ÁLVAREZ-BUYLLA
(Publicado en "LA NUEVA ESPAÑA)
Una frase que se repite frecuentemente en la vida cotidiana: vive como una princesa. Normalmente con un deje de envidia en la persona que la pronuncia. Si preguntas a unas cuantas niñas pequeñas qué querrían ser de mayores, muchas querrían ser princesas. Los disfraces de princesas están entre los favoritos de las niñas.
Todo el mundo cree que las princesas son unas privilegiadas y se creen con derecho a criticar y opinar de todo lo que hacen. A mí me dan verdadera pena, nada me horrorizaría más que el que mi vida y la de mi familia estuvieran todo el día en el foco de la atención de un público que las más de las veces es envidioso y despiadado.
Pero voy a demostrar estas afirmaciones con datos sacados de la historia. Veamos las tristes vidas de muchas princesas que fueron marionetas en manos de sus padres, los reyes, y de los validos y poderosos en las cortes respectivas.
Recordemos a la princesa Urraca, hija del rey Alfonso VI de Asturias, León y Castilla, única heredera al trono, que fue tratada como heredera por poco tiempo, pues al tener el rey un hijo, Sancho, con Zaida, princesa mora, le nombra heredero, a pesar de ser bastardo. Urraca vuelve a ser sólo princesa, la casan con Raimundo de Borgoña, por supuesto sin consultarle nada y vive unos años con su marido en Galicia, allí nacería su hijo Alfonso, que sería el futuro Alfonso VII. Raimundo muere pronto y ella vuelve a convertirse en heredera cuando su hermanastro Sancho muere en la batalla de Uclés con tan sólo doce años. Aunque ya es una viuda, madre del futuro rey y toda una mujer la casan sin dejarle opinar en el asunto con el rey de Aragón Alfonso el Batallador. La idea de unir Castilla y Aragón con este casamiento no era mala, pero como siempre la que se llevó la peor parte fue la princesa Urraca. Alfonso de Aragón era rudo, violento y maltratador. Consta que la maltrataba de palabra y también le golpeaba. Afortunadamente para ella se separan gracias a que el Papa Pascual II declara el matrimonio nulo por ser entre primos segundos.
Recordemos a la princesa Catalina de Lancaster, hija de Constanza, duquesa de Lancaster, que vivió durante su infancia en Inglaterra, oyendo a su madre contarle tristes historias de su país, Castilla, historias de luchas fratricidas, de batallas, de odios y que no pudo evitar que la enviaran a Castilla a casarse con Enrique, hijo de Juan I. Enrique tenía nueve años y ella diecisiete. Catalina sería la primera princesa de Asturias, título que Juan I y el duque de Lancaster decidieron que debían tener los herederos de la corona de Castilla. Su vida fue dura y difícil, pasaron trece años hasta que nació su primera hija y el heredero al trono Juan nacería cuando su padre ya estaba muy enfermo.
A algunas princesas las casaban, las separaban de su tierra y de su familia y luego las devolvían si les parecía, como le ocurrió a Blanca de Navarra a quien casaron con Enrique de Castilla, príncipe de Asturias, hijo del rey Juan II. Durante trece años sufrió mientras su marido era incapaz de consumar el matrimonio, fue objeto de burlas y humillaciones constantes para al fin ser devuelta a Navarra con un matrimonio anulado.
A Margarita de Austria también la comprometieron con el delfín francés, con tres años, fue enviada a la corte de Francia para ser educada como futura reina y por un cambio en la estrategia política, la devolvieron ocho años más tarde. Después la casarían con Juan, hijo y heredero de los Reyes Católicos. El viaje en barco hasta Santander fue tan terrible que presagiaba futuros desastres, frío, tormentas, falta de alimentos. La corte española le parece sombría, austera, triste y demasiado religiosa y rígida en comparación con la alegre corte borgoñona. La reina Isabel no la recibe con especial cordialidad, pero afortunadamente el amor entre Juan y ella es inmediato. Desgraciadamente Juan muere al poco tiempo, se dijo que de haber abusado del amor, pues el comentario estaba en todas las bocas que los príncipes no podían separarse ni un momento.
No puedo seguir dando ejemplos porque llenarían un libro, pero creo que queda claro que la vida de las princesas no fue nada envidiable en el pasado y si analizamos el momento actual veremos que tampoco ahora lo es.
A la Princesa Letizia, que era una periodista inteligente y ambiciosa que había llegado muy arriba en su profesión y que era una mujer libre que llevaba la vida que quería llevar, le cambió todo al convertirse en Princesa de Asturias. Tuvo que perder su espontaneidad, comportarse siempre como se espera de ella y ser el objeto de todas las miradas y todas las críticas. Se ha convertido en la meta de todos los maledicentes, los envidiosos, los republicanos, los monárquicos. Se la critica tanto si repite ropa como si lleva algo de moda. Se ponen palabras en su boca que seguro que nunca pronunció.
Vamos, que no hay nada más triste que la vida de una princesa.
Cierto, triste vida... muchas veces. En todo caso, Doña Letizia fue lo que eligió.
ResponderEliminarSi, tienes razón, la eligió ella pero creo que no sabía en donde se metía.
ResponderEliminarPues yo creo que sí lo sabía, a no ser que sea tonta, que no me lo parece.
ResponderEliminarPues yo, que como vosotras tampoco quisiera ser princesa, no creo que tengan una vida tan desgraciada. Un vida difícil la tiene quien no puede pagar la hipoteca, quien hizo una carrera y no encuentra trabajo, quien después de 30 años en una empresa lo ponen en la calle, un señor que está saliendo ahora en la tele y llorando dice que tiene cuatro hijos y cobra 400 euros...y tantos ciudadanos ahora en apuros. ¿De verdad pensáis, queridas amigas, que la princesa no es una privilegiada? A cambio de lucirse, de dejar que le hagan cuatro fotos, cuando quiere y como quiere -aunque traten de aparentar lo contrario-, incluso que critiquen el modelito que luce o que le hagan fotos cuando lleva los niños al colegio. A cambio vive como eso, como una princesa. No tiene que preocuparse si llegará o no a fin de mes, se va de vacaciones privadas cuando quiere y a donde quiere, no tiene que ocuparse de pagar el recibo de la luz, de la limpieza, de la cocina... ¿De verdad creéis que no tiene vida privada, fiestas privadas, amigos, viajes en primera clase...? Sólo faltaba que eso fuese a cambio de nada. Su trabajo consiste precisamente en guardar unas formas, en ser modelo de... eso ya no sabría decir de qué, porque estamos en el siglo XXI, ya no estamos para princesas. Trabajo duro es el de quien se levanta a diario a las ocho de la mañana para fichar, el de quien tiene que coger un metro o un autobús para ir al trabajo... pero el de una princesa. ¿Que no tienen vida privada? Eso no lo cree nadie, lo que pasa es que esa no nos la enseñan, a esa no tenemos acceso. Y la señora Letizia, periodista, fue siempre una trepa. Eso dicen quienes la conocieron antes de ser princesa. Consiguió su objetivo, ahora digamos que tiene que trabajar para mantenerlo. Tonta, como dice Aurora, nunca lo fue. Listilla, tal vez.
ResponderEliminar¡Ay, amiguiña! Tienes razón. Y su vida privada vale más no verla, ¿para qué? ¿Serán broncas con educación, buenas maneras, o serán como las de todo quisqui?
EliminarPena de los hambrientos, de los enfermos desatendidos, de los viejos tirados en las calles, de los niños sin infancia... Princesas con gorro de cucurucho...¿pena? paná.
Bueno algo de razón teneis con Letizia yo me refería más a las otras, de todos modos no me gustaría nada estar en la piel de la Leti,
ResponderEliminarYo estoy a gusto en mi piel. No me cambio por nadie porque sino no sería yo. Doña Letizia cuida que cuida su imagen, tanto en el aspecto físico como en el público. Es su trabajo y tiene además la obligación de "mantener el tipo" para seguir en el cargo, que los tiempos no están para bromas.
EliminarConfieso, amiga, que he sido un poco maligna al hacer el comentario. Digamos que aproveché el tema para manifestar mi opinión -nada favorable a "mantener" reyes y princesas-. Como se suele decir "aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid..." El espíritu de tu artículo iba en otra dirección, lo sé. Nosotras no querríamos nunca ser princesas, porque ninguna -y tú menos que nadie- somos trepas, ni podríamos ser felices en una jaula, por muy de oro que fuese. Pero hay otras personas -caso de nuestra Leti- que sacrifican todo por el boato. Y eso tiene un precio que debe de pagar. Aprovecho para decir que me gustan mucho tus artículos, que sigas haciéndonos partícipes de tus opiniones, porque son las nuestras.
ResponderEliminarAprovecho para felicitarte por tu blog. Escribes de vicio como dirían los jovenes. Tienes que publicar algo, lo digo en serio. La chica Buylla de Gijón como dice Aznarez
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