No recuerdo cuando hice la última entrada a este, ya, “nuestro” blog. Pues creo es de todos menos mío. Objetivo que, a decir verdad, me agrada. Siempre me gustó compartir, tengo muy poco desarrollado el sentido de la propiedad y a estas alturas es un poco tarde para aferrarme a casi nada. Bueno, no es exacto, pues con el paso del tiempo, con los años cumplidos, cada vez me aferro más a las personas –a algunas, no a todas, aunque procuro que no se note-, también a los árboles, a mis plantas, a la brisa mañanera, a quien descubro detrás de un texto bien escrito, a la inesperada llamada telefónica de un amigo, al calorcito en las noches de mis sábanas de franela, a muchas cosas. Nunca pensé que con las arrugas me llegaría el amor. Y aquí estoy enamorada como nunca, de otra manera, claro. Dispuesta a celebrar San Valentín, por eso quiero hablar del amor. Hasta hace muy poco despreciaba olímpicamente ese 14 de febrero que me parecía comercial, cursi, propio de adolescentes inmaduros. Pero he te aquí que quienes verdaderamente pasan –como ahora se dice- de todo eso son precisamente los adolescentes. Yo no paso. No quiero que se me escape ningún momento en el que pueda decir te quiero, en el que pueda querer, a mi manera claro ¿A quién? Bueno, eso ya me resulta un poco más complicado, porque en mi vida hay muchos quienes. Me enamoro de una conversación, de una lectura, de un libro, de quien pierde cinco minutos para escucharme, de una canción, de la alegría de la persona que esté conmigo, del éxito de un amigo… En realidad creo que me enamoro de casi todo lo que suponga vida. Y probablemente quienes mejor me entiendan sean aquellas personas que han sido golpeadas por la enfermedad y la muerte de seres queridos, únicos infortunios importantes. Hoy soy, tal vez más que nunca una “chica de barrio”, de esas que dicen lo que piensan aunque no sea muy correcto, de esas que no necesitan demostrar nada porque no aspiran a cosa distinta a la que tienen. Aunque reconozco que sí tengo algún privilegio: tú que me lees ahora. Santo y paciente hombre o mujer que me ofreces tu amistad virtual, que haces pequeñas incursiones a este espacio, que es sólo importante porque en él cuelgo tus cosas, que rescato de aquí y de allá muchas veces sin permiso. Pues a ti, amigo, amiga, te quiero.
lunes, 13 de febrero de 2012
TE QUIERO, AMIGO/A
No recuerdo cuando hice la última entrada a este, ya, “nuestro” blog. Pues creo es de todos menos mío. Objetivo que, a decir verdad, me agrada. Siempre me gustó compartir, tengo muy poco desarrollado el sentido de la propiedad y a estas alturas es un poco tarde para aferrarme a casi nada. Bueno, no es exacto, pues con el paso del tiempo, con los años cumplidos, cada vez me aferro más a las personas –a algunas, no a todas, aunque procuro que no se note-, también a los árboles, a mis plantas, a la brisa mañanera, a quien descubro detrás de un texto bien escrito, a la inesperada llamada telefónica de un amigo, al calorcito en las noches de mis sábanas de franela, a muchas cosas. Nunca pensé que con las arrugas me llegaría el amor. Y aquí estoy enamorada como nunca, de otra manera, claro. Dispuesta a celebrar San Valentín, por eso quiero hablar del amor. Hasta hace muy poco despreciaba olímpicamente ese 14 de febrero que me parecía comercial, cursi, propio de adolescentes inmaduros. Pero he te aquí que quienes verdaderamente pasan –como ahora se dice- de todo eso son precisamente los adolescentes. Yo no paso. No quiero que se me escape ningún momento en el que pueda decir te quiero, en el que pueda querer, a mi manera claro ¿A quién? Bueno, eso ya me resulta un poco más complicado, porque en mi vida hay muchos quienes. Me enamoro de una conversación, de una lectura, de un libro, de quien pierde cinco minutos para escucharme, de una canción, de la alegría de la persona que esté conmigo, del éxito de un amigo… En realidad creo que me enamoro de casi todo lo que suponga vida. Y probablemente quienes mejor me entiendan sean aquellas personas que han sido golpeadas por la enfermedad y la muerte de seres queridos, únicos infortunios importantes. Hoy soy, tal vez más que nunca una “chica de barrio”, de esas que dicen lo que piensan aunque no sea muy correcto, de esas que no necesitan demostrar nada porque no aspiran a cosa distinta a la que tienen. Aunque reconozco que sí tengo algún privilegio: tú que me lees ahora. Santo y paciente hombre o mujer que me ofreces tu amistad virtual, que haces pequeñas incursiones a este espacio, que es sólo importante porque en él cuelgo tus cosas, que rescato de aquí y de allá muchas veces sin permiso. Pues a ti, amigo, amiga, te quiero.
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