martes, 11 de enero de 2011
HOY SERÁ EL ÚLTIMO DÍA QUE OS HABLE DE OBLADI
Como supongo ya habréis reparado, he eliminado la foto de Obladi del perfil del blog. Y es que Obladi hoy ha decidió irse, me ha dejado sola. Fueron 14 años haciéndonos compañía. Él estaba a las duras y a las maduras, siempre pendiente de mis movimientos, esperando pacientemente a mi lado una caricia, soportando mis malhumores que sabia muy bien interpretar. Si las cosas no iban bien se retiraba a sus cuarteles de invierno -una esquina de la casa- a esperar momentos mejores. Y llegaban, ya lo creo que llegaban, no había pena, por grande que fuera, que su mirada suplicante no consiguiera paliar. Me será difícil olvidar nuestros paseos -sus carreras mas bien-- por la playa en pleno invierno. Las tardes de domingo en el Parque Isabel La Catolica; él olisqueando en la distancia los patos, los pavos, los múltiples olores que estoy segura descubría y que le agitaban por momentos, pero siempre atento a mis órdenes, siempre pegado rozando mi pierna, para sentirme cerca, para que no me olvidase que estaba allí, aunque no se moviese. Y yo pegada a ese libro que estoy segura odiaba porque nunca veía yo el momento de dejarlo. Tantas y tantas excursiones que hicimos en verano, a los pueblos, los desfiladeros, a la montaña, a navegar en Figueras, a...¡Dias de felicidad compartida! También algunos viajes largos, al Sur que adoraba, porque allí se encontraba con mi madre, que por la alegría de verla tal parecía que fuese la suya. Obladi era uno más de nuestra familia. Todo se programaba en función del can. Eramos jóvenes entonces, Pablo apenas un niño. Nada tenía sentido sin nuestra mascota. Poco a poco se fue haciendo viejo, primero se quedó sordo, luego totalmente ciego y ya sólo me reconocía si yo le tocaba, entonces aún era capaz de mover el rabo en agradecimiento a esa caricia. Ahora todo se acabó y si algo puedo asegurar es que no querré nunca más un amigo de cuatro patas -así le llamaba mi madre: el cuatro patas-, porque cuando se van dejan una gran tristeza. Tristeza que sólo pueden entender quien haya tenido la suerte de poner una mascota en su vida. Y ya no hablaré más de Obladi, sólo trataré de intentar olvidar que un día tuve el compañero fiel y leal que se llamaba Obladi.
Siento mucho te quedaras sin tu fiel y leal compañero, es verdad que no teniendo mascota quizás no se entienda muy bien el vacio que dejan, el tiempo te ayudara a mitigarlo, pero siempre lo recordaras.
ResponderEliminarEntiendo cómo te encuentras, lo sé muy bien.Pero espero que hables de Obladi cuando desees recordarlo, es necesario lo sé por experiencia y te ayudará y te sirve de consuelo.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo
Permitirme unas pequeñas palabras para recordar a mi amigo obladi. Aunque yo lo conoci en sus ultimos años, tuve el orgullo de sacarlo a pasear en muchas ocasiones, y digo el orgullo porque era un perro que llamaba la atencion, a todo el que se le acercaba le dirigia una mirada de paz y tranquilidad sin ser miedoso guardaba respeto, nunca le he visto amenazar a persona alguna, eludia pelea con perros, se imponia si tenia razon y a proposito de esto ultimo os voy a contar una anecdota que ocurrio en la playa de San Lorenzo hace 3 o 4 años.
ResponderEliminarNos encontrabamos en el arenal de San Lorenzo, el por supuesto suelto y fue la unica vez que vi como un galgo le ladro, obladi le gruño y se dirigio a él, el galgo empezo a correr y se dirigio al muro de piedra, obladi corrio detras de él, el galgo trepo un poco y se quedo como cabra agarrado a la roca, mientra obladi desde abajo empezo a ladrar como un poseso, en una palabra acorralo al galgo, era un VALIENTE, esto es verdad porque habia muchos testigos.
En el libro "El coloquio de los perros" de Miguel de Cervantes, se relata la historia de dos perros que adquieren el don de hablar, pues bien esto es lo unico que le faltaba a obladi si lo tuviera diria lo siguiente.
obladi te pido permiso: "Tuve mucha suerte de vivir con una familia tan leal y cariñosa hacia mi, tuve el honor de nacer en alta cuna y de una camada tan singular, somos de una raza cooker muy valiente, cazadores de nacimiento nos van moldeando al ser humano que aunque a veces no les entendamos, en el fondo nos aprecian y nos quieren.
Particularmente quiero dar las gracias por compartir casa a mi familia, ella me dio cobijo, comida, ratos de una felicidad inmensa, siempre que se hacia algo en esa casa, se pensaba en mi, porque yo era el centro de atencion de todas las excursiones, Gracias Isabel, Gracias Pablo, Gracias Maribel, Gracias Elena siempre teniais algo en la mano para darmre y aunque no lo hubiera esa mano representaba el acercamiento de vuestro corazon hacia mi. Por cierto un recuerdo para mi amiga "Africa"
Desde el cielo de los perros, que nadie dude que existe, recordaré siempre al amigo del último comentario. Él me conoció bien y me hizo muy feliz, sé que ahora está muy triste, como toda mi familia, pero ellos me hicieron un perro alegre y no deberían llorarme, porque simplemente llegó mi hora, los dejé después de haber cumplido mi misión: hacerles felices.
ResponderEliminarEsta en ese cielo de las mascotas del que siempre hemos oido hablar...
ResponderEliminarOBLADI EL BUCEADOR
ResponderEliminarSe han escrito muchas cosas, y todas ellas muy entrañables, sobre Obladi. De sus cualidades, de sus aptitudes y de sus querencias. Está dicho casi todo y nos duele su muerte. Era un perro de esos que solemos decir que “solo le faltaba hablar”. Pero entendía perfectamente las palabras que con tanto cariño le dedicó siempre Isabel y estoy seguro que él también nos hablaba pero no le entendíamos porque los humanos estamos a años luz de la inteligencia de estas mascotas que nos han querido tanto, que nos lo han dado todo y que lo que más agradecían era que les amásemos un poco, tan solo un poco, apenas eso.
Sin embargo no quiero dejar de escribir, aquí y ahora, algo sobre Obladi que casi nadie, salvo su Isabel y cuatro privilegiados más conocíamos sobre él. Obladi era un experto y hábil buceador. Por profundo que fuese el remanso del río, estanque o piscina donde se le pusiese a prueba, siempre conseguía salir a flote, convertido en un pingajo, con la piedra o el palo que se le hubiese tirado. Y dejaba la pieza recobrada a nuestros pies para, mediante un par de ladridos, decirnos que estaba dispuesto a volver a bucear lo que fuese porque ese era su deporte favorito.
Obladi deja una historia no escrita pero si entrañablemente recordada de fidelidad, de agilidad mental, de inquietud, de gestos y de comportamientos siempre pensando en agradar a quien estaba a su lado. Era, eso si, muy señorito
–casi de mesa y mantel de lino- a la hora de comer. Alguien, una vez, quiso tener una gracia con él y le regaló unos churros y como apreciase, con su olfato privilegiado, que aquella comida era del día antes ni siquiera dio unos lametones al azúcar en el que estaban impregnados. Se limitó a dar media vuelta, a mirarnos y a decirnos algo así como “este señor piensa que yo soy un perro vagabundo, vamos anda, gracias, pero a mi solo me van las salchichas recién fritas”. Y sin perder la compostura y la educación. Y es que Obladi era muy educado, pero en el menú se mostraba muy exigente. Era tan buen gastrónomo como buceador.
J. M.