sábado, 26 de junio de 2010
TARDE DE CINE
Esta tarde he ido al cine, cosa que hago con cierta frecuencia; pues pese a que los chicos –que así llamo yo a mis hijos- me surten de todo tipo de artilugios de última generación, entre los que se incluye el cine en casa con las películas más actuales de la cartelera, pues yo me sigo resistiendo a privarme de ese placer que supone participar de ese pequeño barullo que se forma a la entrada y de sentarme teanquilamente en la butaca. Ahora ya, eso sí, sin palomitas, ni pipas. Si por mi fuera esa costumbre no desaparecería. Aunque mucho me temo que debo de ser una de las pocas antiguallas que frecuentan las salas. Tanto es así que hoy, tarde de sábado, segunda sesión, proyectaron la película para tres espectadores. Una de ellas, lógicamente era yo; y las otros dos un apareja que –por la conversación que mantuvieron vía móvil antes de comenzar la película, con los que parecían ser los abuelos- se liberaron de sus hijos probablemente para recordar esos tiempos en los que no había que dar biberones y nada era más agradable que una sesión de cine. Es ésta la segunda vez que tengo un cine casi entero para mí. La anterior –hace ya algunos años- proyectaron la película para Fernando y para mí en Alfaz del Pí. En el mismo lugar y cine en el que tiene lugar el renombrado Festival Internacional de Cine de Alfaz del Pi, por el que desfilan con gran glamour actores y actrices como si en Hollywood estuviesen. El cine de Alfaz del Pi es modesto, en él se detuvo el tiempo, está regentado por dos hermanos, cinéfilos donde los hay, que lo mismo te venden la entrada, la coca cola, que te acomodan en la butaca. Cuando los conocí no eran muy mayores, ahora ya sí lo son. Viven, por llamarlo de alguna manera, de regentar el único cine del pueblo –y de los alrededores también-, yo diría que ni las máquinas de proyección han cambiado.
Cuelgan de las paredes de un demodé hall cientos de fotografías, notarios de las estrellas que por allí pasaron. No parece durante el festival el mismo lugar. Pues bien, una tarde-noche creo que de cálido domingo mediterráneo, Fernando –que ahora reposa muy cerca del lugar, pero ya en campo santo- y yo decidimos ir al cine. Compramos nuestra entrada, nos acomodamos y esperamos tranquilamente que empezara la sesión. Pero no entraba nadie más. Estábamos solos. Sentimos un poco de apuro y nos dirigimos al taquillero, acomodador y proyectista –que eran la misma persona- diciéndole que no había problema, que volveríamos otro día. No nos dejó marchar de ninguna manera. No sólo eso, sino que nos dijo que le esperásemos al terminar –él debía atender el proyector- que nos invitaría a tomar algo. Y lo esperamos. Nos habló, lógicamente, de su gran pasión: el cine. Y nos dijo que él nunca se haría rico, que habían querido comprarle el edificio y que le daban mucho dinero, pero…si me quedo sin “mi cine” ¡que va a ser de mí! Y yo hoy me pregunto, así las cosas, ¿qué va a ser del cine? Y también de mí. Me resisto a ver las películas en el sillón de mi casa porque lo hago en soledad, y ahora en el cine resulta que también voy a estar sola. Este verano, volveré a Alfaz del Pi y si las fuerzas me lo permiten, porque echaré de menos a Fernando, volveré al cine.
El cine. Unas de las maravillas del mundo, quiza un poco en decadencia. Ya no se hacen peliculas como las de antaño. Ahora se mira mas el tema comercial (es decir, dolares y euros) que lo artistico. Y, cuando el poderoso don dinero es lo que prima, las cosas caen en declive.
ResponderEliminarYo, como tu, Isa, para ver peliculas, aun me resisto a las nuevas tecnologias, aunque muchas veces no me cabe mas remedio.
Me gusta, como a ti, el ambiente del cine, el sentarse tranquilamente en la butaca, deshinibirse del mundo y concentrarme en la pantalla grande, con el encanto que conlleva.
Y en el momento que se escuchan las primeras notas musicales de la pelicula, y el primer titulo de credito, uno se mete en la pelicula.
Echo de menos los cines antiguos, que olian a cine, jajaja. En Gijon, yo que soy algo mas joven, me acuerdo del Maria Cristina, el Robledo y el Arango (teatros reconvertidos en cine), los Albeniz, y el multicine mas actual que teniamos, los Hollywood.
Reconozco que eran muy incomodos, pero tenian su encanto.
Y lo de ver una pelicula practicamente solo en el cine, a mi me ha pasado mas de una vez. Me viene ahora a la cabeza, en los Albeniz, cuando fui a ver la pelicula de Warren Beatty "Dick Tracy" en 1990.
Y una no hace mucho en los Yelmo.
En USA, hay cinefilos millonarios, que, en sus mansiones tienen una sala de cine, y proyectan peliculas antiguas a las que puede ir cualquier persona que le interese.