lunes, 27 de julio de 2009
MI CIUDAD NO ESTÁ PREPARADA PARA LA SILLA DE RUEDAS DE SARA
El domingo fue un día importante en la vida de Sara, cumplí mi promesa de sacarla a dar una vuelta por la ciudad. Para ella todo fueron novedades, y para mí dificultades. Nunca supuse que la “salida” pudiera ser tan complicada. La primera dificultad surgió para colocarnos en el ascensor. Nos costó trabajo entrar, es demasiado estrecho; si la introducía a ella con la silla, yo no cabía; si entraba yo primero, la puerta no cerraba. Y así hasta que una complicada posición nos permitió bajar. La salida fue rápida, nos urgía abandonar esa metálica ratonera. Bajamos con miedo, creo que las dos pensábamos lo mismo: ¿Qué sucederá si esto se para? Como ya os comenté la silla de Sara excede del tamaño normal, pues ella también está un poco más gordita de lo que sería de desear. Así que el segundo problema surgió para salir del portal. Una puerta doble que no conseguía abrir, afortunadamente un viandante se ofreció a ayudarme. Después de unos cuantos golpes, cedió. Ya en la calle nos miramos, y nos dispusimos a “quemar” esos cartuchos de libertad que para Sara suponían poder desplazarse cómodamente sentada. Su libertad fue mi tortura, nunca me imaginé la cantidad de inconvenientes que existen en la ciudad para una silla de ruedas. Las aceras son demasiado altas y la mayor parte de las veces no hay rampas para subsanar el desnivel. Además de altas, muchas son estrechas, por lo que el peatón tiene que estar continuamente cediéndote el paso. En la mayor parte de los pasos de cebra no hay rampa para silla, y…, eso, demasiadas trabas. No pude llevarla a los lugares que ella me pedía, porque mi paseo consistía en averiguar por dónde podría cruzar la calle sin demasiado problema. Fue, una verdadera tortura. Pese a todo, Sara lo pasó bien, que era de lo que se trataba. Yo terminé muerta, pero con dos firmes propósitos: el primero, que cada vez que haya una manifestación, una recogida de firmas o cualquier otro medio para reclamar a la autoridad competente eliminación de barreras arquitectónicas, allí estaré yo. Y la segunda, esta más fácil de conseguir, recorreré la ciudad para hacer un plano a la medida de la silla de ruedas de Sara.
sábado, 25 de julio de 2009
ARTICULO DE HERMINIO HUERTA PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA QUE MERECE UNA ATENTA REFLEXIÓN
HERMINIO HUERTA Me voy a referir a la «Caritas in veritate», tercera encíclica, publicada recientemente, del papa Benedicto XVI. He tenido la paciencia de leer este largo texto que se refiere, básicamente, a la necesidad de una justa distribución de la riqueza mundial como principal desafío de la Humanidad en este siglo. No cabe duda que se trata de un documento loable, necesario y útil para dar continuidad al pensamiento de la Iglesia sobre el desarrollo económico y la justicia social y, por tanto, no seré yo (profano en teología) quien entre en profundidad en su contenido, que, por cierto, casi abarca todos los aspectos del pensamiento humano en materia de comportamiento social, de caridad y bien común. Yo creo que esta encíclica, como tantas cosas de la Iglesia, llega tarde, ya que hubiera sido más oportuna hace año y medio, cuando comenzó la crisis mundial. Sin embargo, ya que menciona la necesidad de un mejor reparto de los bienes, hay que decir que la Iglesia ha sido siempre un mal gestor financiero. Solamente habría que recordar la turbulenta quiebra hace veinte años de su institución financiera de referencia: el Banco Ambrosiano y, sin ir mas lejos, la precaria situación actual de Cajasur (presidida y gestionada por ellos), que con un índice de morosidad insoportable tiene que recurrir, como mal menor, a ser absorbida por Unicaja. En este documento se demuestra la sensibilidad de la Iglesia por la precariedad de los 3.600 millones de personas en el mundo que viven por debajo del umbral de la pobreza con menos de 2 dólares al día. En las declaraciones programáticas de la «Caritas in veritate» se habla de discriminación de los más pobres, de los inmigrantes, de las personas del Tercer Mundo..., pero no se lleva a cabo un ejercicio de propósito de cambio, pues la propia Iglesia es discriminadora al no permitir ejercer el sacerdocio a las mujeres, ni el matrimonio de sus servidores. Como dice mi amigo el teólogo, es una gerontocracia de varones. Esta encíclica, como decía al principio, hace una continua referencia a la pobreza y al derecho a un justo acceso a los medios para preservar la salud y prevenir la enfermedad?, pero sigue prohibiendo el uso del condón, propiciando el contagio del sida que ocasiona cientos de miles de muertes anualmente en el mundo. Insisto en que mi opinión sobre este documento, salvando algunos matices, es positiva y me parece muy necesario y adecuado; pero la Iglesia, como institución, puede hacer mucho más. Sería suficiente con copiar, extender y potenciar la labor de Vicente Ferrer (que, por cierto, tuvo que salirse de los hábitos) y otros santos en la lucha contra la pobreza y la injusticia social, destinando parte de su valioso patrimonio (me refiero al de la Iglesia) a remediar la miseria de sus hijos más desvalidos. Tiene poca credibilidad pontificar sin dar ejemplo, por lo que la encíclica queda un poco huérfana. Sería muy oportuno empezar a dar otra imagen por parte de los príncipes de la sagrada institución erradicando esos carísimos atuendos talares hechos a la medida, llenos de puntillas, tiaras y báculos, rematados con zapatos de Prada de tres mil euros. ¿Qué tiene que ver, queridos lectores, toda esa ostentación y boato con Jesús de Nazaret?
viernes, 24 de julio de 2009
NIÑOS DE TEGUCIGALPA ESCOLARIZADOS POR UNICEF
Quiero compartir con vosotros esta hermosísisma foto tomada por Pablo en Tegucigalpa, en una de las escuelas gestionadas por UNICEF. Como veréis los niños no podían estar más atentos al fotógrafo, lo más curioso, es que ellos no la verán nunca, pero la visita de la Delegación de UNICEF, y merced a la solidaridad de personas particulares y de estamentos oficiales del Principado de Asturias, se están formando en una escuela y tendrán un futuro. Me ha gustado tanto la foto que la he puesto como fondo de mi escritorio. Cada vez que abro el ordenador pienso en ellos, y en tantos otros que no pueden ir a la escuela. Es mi manera de tener siempre presente a quienes no han tenido la misma fortuna que yo, por el simple hecho de nacer en un país determinado. Me doy cuenta de que no debo de quejarme ni sentirme infeliz, tengo mucho más que cuarenta millones de personas que viven en el humbral de la pobreza. ¡Casi nada! Y además, sin haber hecho ninguna cosa especial porque así fuera.
miércoles, 22 de julio de 2009
OTRA OPORTUNIDAD...¿PARA QUÉ?
Si yo volviera a nacer, cosa que no estoy segura de desear, quisiera que fuese en mi ciudad, y en el mismo barrio. Y puesta a recrearme en lo imposible, desearía vivir la infancia que tuve y dormir la adolescencia. Despertar en la juventud, más que nada para que naciera Pablo, lo mejor que me ha sucedido en la vida. Para vivir su infancia, para verlo hacerse el hombre que hoy es. Eso no me lo querría perder. En el fondo es por lo único que yo podría desear volver a vivir.
No correría detrás del poderoso, ni del éxito, ni del dinero. Desearía tener una vida tranquila; a poder ser con algunos libros, de más valor que precio, en mis estanterías; con Obladi (mi perro) cerca. También quisiera que los que se han ido antes de tiempo permaneciesen a mi lado algo más, para que no me resultase tan difícil rescatar sus enseñanzas de mi olvidadiza memoria. Soy lo que ellos han querido que fuera. Practicando el don ejemplo me han mostrado el camino para sobrellevar la vida, que no es poco.
Me gustaría tener cerca a algunos amigos, a los que se acuerdan de mí y a los que me tienen olvidada, yo siento por ellos un gran cariño. También a ciertos familiares, no a todos, la sangre no es suficiente para desear su compañía. Me gustaría estar cerca de quien me necesite: de un pobre, de un viejo, de aquellas personas que la injusta sociedad excluye. Pocos son los que se interesan por ellos, como no sea para compadecerse. Sé como se sienten, porque algunas veces también estoy sola. Ellos, los abandonados por alguna causa, practican una virtud muy olvidada: el agradecimiento. A veces por nada: por un cómo te llamas, por una muestra mínima de interés, por una mirada, por…Devuelven a su manera, pero con creces, el bien que se les hace. Apreciarlo depende un poco de cada uno, porque no te traen dinero, ni fama, ni halagos, lo que te ofrecen es invisible y va directo al corazón. Hay que sentirlo, no sabría explicarlo mejor.
Y después de haber vivido viendo crecer a Pablo, arropada por familiares y amigos, quisiera irme de puntillas, sin ser una carga para nadie. No quisiera la vida de Sara, ni aún con su flamante silla de ruedas. Como me decía mi amiga Maruchi, sin dar la lata. Ella se murió en un fatídico accidente de tráfico, cumpliendo así ese deseo de no molestar a los hijos, a los que ahora tanto la extrañan y lloran No quisiera una larga vida, no la creo necesaria.
Si has llegado hasta aquí leyendo, supongo que estarás pensando, qué diablos te importa todo esto. Ciertamente nada. Y ese es nuestro gran problema que a ninguno de nosotros nos importa lo que piensan las personas que tenemos a nuestro lado. Por eso, creo yo, no nos entendemos muchas veces. Hablamos de lo superfluo, y aparcamos esas pequeñas cosas que anidan en los rincones del alma y que constituyen nuestros verdaderos deseos, casi nunca cumplidos.
No correría detrás del poderoso, ni del éxito, ni del dinero. Desearía tener una vida tranquila; a poder ser con algunos libros, de más valor que precio, en mis estanterías; con Obladi (mi perro) cerca. También quisiera que los que se han ido antes de tiempo permaneciesen a mi lado algo más, para que no me resultase tan difícil rescatar sus enseñanzas de mi olvidadiza memoria. Soy lo que ellos han querido que fuera. Practicando el don ejemplo me han mostrado el camino para sobrellevar la vida, que no es poco.
Me gustaría tener cerca a algunos amigos, a los que se acuerdan de mí y a los que me tienen olvidada, yo siento por ellos un gran cariño. También a ciertos familiares, no a todos, la sangre no es suficiente para desear su compañía. Me gustaría estar cerca de quien me necesite: de un pobre, de un viejo, de aquellas personas que la injusta sociedad excluye. Pocos son los que se interesan por ellos, como no sea para compadecerse. Sé como se sienten, porque algunas veces también estoy sola. Ellos, los abandonados por alguna causa, practican una virtud muy olvidada: el agradecimiento. A veces por nada: por un cómo te llamas, por una muestra mínima de interés, por una mirada, por…Devuelven a su manera, pero con creces, el bien que se les hace. Apreciarlo depende un poco de cada uno, porque no te traen dinero, ni fama, ni halagos, lo que te ofrecen es invisible y va directo al corazón. Hay que sentirlo, no sabría explicarlo mejor.
Y después de haber vivido viendo crecer a Pablo, arropada por familiares y amigos, quisiera irme de puntillas, sin ser una carga para nadie. No quisiera la vida de Sara, ni aún con su flamante silla de ruedas. Como me decía mi amiga Maruchi, sin dar la lata. Ella se murió en un fatídico accidente de tráfico, cumpliendo así ese deseo de no molestar a los hijos, a los que ahora tanto la extrañan y lloran No quisiera una larga vida, no la creo necesaria.
Si has llegado hasta aquí leyendo, supongo que estarás pensando, qué diablos te importa todo esto. Ciertamente nada. Y ese es nuestro gran problema que a ninguno de nosotros nos importa lo que piensan las personas que tenemos a nuestro lado. Por eso, creo yo, no nos entendemos muchas veces. Hablamos de lo superfluo, y aparcamos esas pequeñas cosas que anidan en los rincones del alma y que constituyen nuestros verdaderos deseos, casi nunca cumplidos.
lunes, 20 de julio de 2009
YO SÓLO PRETENDÍA COMPRAR BONITO
Bien podía titular lo que sigue, dialogo de besugos, pero en realidad lo que yo pretendía era simplemente comprar bonito. Transcribo a continuación la conversación de mi pescadero, ese hombre playu hasta la médula, que más que pescado hoy vendía conversación.
-Buenos días, quería bonito
-Muches gracies rapaza, un piropu nunca vien mal a estes hores.
-Aquél trozo, por favor.
-¡Vaya yo creí que me tabes llamando guapu.
- Eso también, hombre.
-¿Quítoy la espina?
-Sí, por favor.
-No si lo malo desto ye que cuando eres joven no disfrutes de la vida, y ahora ya…
-Bueno pero eres joven…
-¿Yo? Haber cuantos años me eches...
-¿?
-Pues tengo 50, aunque no lo parezca -lo parece-
-Joven, por supuesto
-Mire yo sientome vieyu, si quiero tar con una muyer to la noche, ya non puedo
-¿?
-Si quiero dir de juerga, tampoco
-Hombre, depende a lo que llame ir de juerga
-Pues tar de farra por ahí y tomar unes cuantes copes. Pero cá, ya non puedo beber. Y de muyeres nada
-¿?
A estas alturas de la conversación el bonito está ya dentro de una bolsa que se resiste a entregarme. Mientras tanto se incorpora una nueva clienta que pregunta: ¿De qué están hablando que no oigo muy bien?
-Pues de lo bien que toy desde que me separé, y de que les muyeres cuando te cases quieren gobernate y ya no te dejen vivir tranquilu.
-¿?
-Pues yo -aclara la señora- llevo casada 50 años.
-¿Y non tas aburría fía?
-No bobu ye que pa que el matrimonio funcione tien que ceder uno.
-¡Coño, pero no siempre el mismu!
Mientras tanto sigue agarrado a la bolsa que contiene mi bonito, imposible hacerme con ella.
-¿Y tú que dices, tengo razón, o no?
-Hombre…
-No si cuando era joven supiese lo que sé ahora no me pillaben.
-Aquí donde me ve, llevo vendiendo pescao toa la vida.
-¿Conoció usté la pescadería “Miami”. Taba en…Era de mi padre, allí aprendí yo el oficiu. Mucho trabayé yo limpiando pescao…
Una nueva clienta se incorpora al grupo y se une a la animada conversación, momento que aprovecho para quitarle la bolsa de las manos y salir pitando. Ni tan siquiera se enteró de enfrascado que estaba en la charla. Hoy no era ni el día ni la hora para comprar bonito. La próxima vez me aseguraré de que mi pescadero no tenga gana de palique, si es que eso sucede algún día. Llegué tarde a trabajar, y cómo habrá quedado mi cabeza de descolocada, para esto que estoy haciendo ahora: un diálogo de besugo. Pero así es mi ciudad, y así son sus genuinos personajes.
-Buenos días, quería bonito
-Muches gracies rapaza, un piropu nunca vien mal a estes hores.
-Aquél trozo, por favor.
-¡Vaya yo creí que me tabes llamando guapu.
- Eso también, hombre.
-¿Quítoy la espina?
-Sí, por favor.
-No si lo malo desto ye que cuando eres joven no disfrutes de la vida, y ahora ya…
-Bueno pero eres joven…
-¿Yo? Haber cuantos años me eches...
-¿?
-Pues tengo 50, aunque no lo parezca -lo parece-
-Joven, por supuesto
-Mire yo sientome vieyu, si quiero tar con una muyer to la noche, ya non puedo
-¿?
-Si quiero dir de juerga, tampoco
-Hombre, depende a lo que llame ir de juerga
-Pues tar de farra por ahí y tomar unes cuantes copes. Pero cá, ya non puedo beber. Y de muyeres nada
-¿?
A estas alturas de la conversación el bonito está ya dentro de una bolsa que se resiste a entregarme. Mientras tanto se incorpora una nueva clienta que pregunta: ¿De qué están hablando que no oigo muy bien?
-Pues de lo bien que toy desde que me separé, y de que les muyeres cuando te cases quieren gobernate y ya no te dejen vivir tranquilu.
-¿?
-Pues yo -aclara la señora- llevo casada 50 años.
-¿Y non tas aburría fía?
-No bobu ye que pa que el matrimonio funcione tien que ceder uno.
-¡Coño, pero no siempre el mismu!
Mientras tanto sigue agarrado a la bolsa que contiene mi bonito, imposible hacerme con ella.
-¿Y tú que dices, tengo razón, o no?
-Hombre…
-No si cuando era joven supiese lo que sé ahora no me pillaben.
-Aquí donde me ve, llevo vendiendo pescao toa la vida.
-¿Conoció usté la pescadería “Miami”. Taba en…Era de mi padre, allí aprendí yo el oficiu. Mucho trabayé yo limpiando pescao…
Una nueva clienta se incorpora al grupo y se une a la animada conversación, momento que aprovecho para quitarle la bolsa de las manos y salir pitando. Ni tan siquiera se enteró de enfrascado que estaba en la charla. Hoy no era ni el día ni la hora para comprar bonito. La próxima vez me aseguraré de que mi pescadero no tenga gana de palique, si es que eso sucede algún día. Llegué tarde a trabajar, y cómo habrá quedado mi cabeza de descolocada, para esto que estoy haciendo ahora: un diálogo de besugo. Pero así es mi ciudad, y así son sus genuinos personajes.
martes, 14 de julio de 2009
LA CHICA DEL G-8
Su nombre es Mayara, tiene 17 años, vive en una favela y “encantó” a Obama
Viajó en la comitiva oficial de Lula como representante junior de Unicef. Vive con sus padres en un barrio pobre de Río de Janeiro y trabaja en la difusión de los derechos de la niñez. Quiere estudiar Trabajo Social. Sin quererlo, ganó fama mundial después de que el presidente de los Estados Unidos y Nicolas Sarkozy fueran pescados mirando atentamente el final de su espalda.
La garota no es de Ipanema sino de Santa Cruz, un barrio obrero de Río de Janeiro. La cola de Mayara Rodrigues Tavares saltó a la fama gracias a las indiscretas miradas que se posaron en ella durante la reciente cumbre del G-8 que finalizó el viernes, en Italia. Y su foto, de espaldas, recorrió el mundo.
La imagen no dejaba lugar a dudas: las cámaras habían registrado el instante en que los ojos de Barack Obama se posaban impúdicos sobre su trasero. Sin embargo, las cámaras de televisión lo disculpan mostrando que en realidad se daba vuelta para tenderle la mano a otra muchacha que pretendía bajar hasta su escalón en la grada para la foto grupal. Un verdadero caballero en definitiva también es un ser humano. ¿Miró o no miró durante la maniobra? El video que pretende disculpar al presidente de los Estados Unidos muestra la poca sutileza de su par francés, Nicolas Sarkozy, que se echa hacia atrás y estira el cuello para impedir que la galantería de Obama obstaculice el deleite de seguir observando a la brasileña.
¡Es una nena! Mayara tiene 17 años –detalle incómodo para los presidentes mirones– y llegó a Roma como una de las colaboradoras junior de Luiz Inácio Lula da Silva. Nació en la favela Barro Vermelho, a unos 50 kilómetros del centro de Río de Janeiro. Ella lo ha descripto como un barrio “bueno para vivir pero no para estudiar, porque las escuelas quedan muy lejos”. Está acostumbrada a su violencia. Participó en la Plataforma de Centros Urbanos, un programa coordinado por Unicef para la divulgación de los derechos de los niños en las zonas pobres de Brasil. Esa organización la escogió para representar al país en una cumbre de jóvenes paralela a la del G-8. Estuvo reunida con otros 56 adolescentes de todo el mundo con los que discutió sobre seguridad, educación y desarrollo. Ninguno tuvo tanta repercusión como ella.
O Globo la entrevistó en su casa antes de la partida: “Es una sensación inexplicable. No pensé que podía pasar algo así. Sentía que luchaba en vano por los derechos no respetados”, aseguraba mientras armaba la valija bajo la atenta mirada de su padre, Eduardo Tavares, que participa junto a ella en la iniciativa de Unicef. El año pasado realizaron una encuesta en la zona que mostró la falta de acceso a espacios de esparcimiento y la deficiencia en los programas de educación sexual.
El jueves Eduardo recibió el llamado de su hija en su casa de Barro Vermelho: “Me llamó y me dijo que Lula me enviaba un abrazo y que le había presentado a Obama”. Ese instante también está registrado: el presidente brasileño tiene su mano entrelazada con la de la adolescente. Cuando se aproxima el estadounidense, la acerca hasta él tomándola del brazo. Obama al fin la conoce de frente. Unas horas después, el padre de Mayara reconoció la cola de su hija en esa foto que miles de sitios de Internet reproducían en los cinco continentes. Mientras el teléfono no paraba de sonar, la sorpresa dio paso al orgullo: “No sólo es hermosa, es educada, muy segura y comprometida con el trabajo, que es su sueño”, ponderó el padre. El interés del mundo no estaba precisamente en la habilidad como disertante de la nena y él supo rescatarla sin quitarle mérito a su belleza: “Es cierto que tiene éxito con los varones”, concedió antes de remarcar que su hija estaba allí para defender los derechos de su comunidad. “Quiero trabajar por las generaciones futuras. Espero poder ir a la universidad y estudiar Trabajo Social”, había dicho Mayara en su llegada a Italia.
Mayara Rodrigues Tavares no llevaba pancarta alguna y tampoco sospechaba que su figura la ayudaría a difundir su causa. Su simple vestido strapless y sencillas sandalias sin taco lograron eclipsar sin esfuerzo a Michelle Obama y Carla Bruni, la esposa de Sarkozy. Las primeras damas son íconos de moda y estilo y suelen captar la atención de miradas expertas que analizan sus vestuarios. Esta vez, pasaron completamente desapercibidas. Ayer, el nombre de la carioca arrojaba más de 43 mil resultados en Google.
En los Estados Unidos, la foto circuló rápidamente y levantó polémica. ¿Es condenable la mirada del presidente? Más allá de la edad de la adolescente –que suscita un problema adicional–, los norteamericanos no son benévolos con ciertos impulsos de sus líderes. Por su parte, los familiares de Mayara dijeron que, de cruzarse con Obama y Sarkozy, les darían “un tirón de orejas”.
La imagen no dejaba lugar a dudas: las cámaras habían registrado el instante en que los ojos de Barack Obama se posaban impúdicos sobre su trasero. Sin embargo, las cámaras de televisión lo disculpan mostrando que en realidad se daba vuelta para tenderle la mano a otra muchacha que pretendía bajar hasta su escalón en la grada para la foto grupal. Un verdadero caballero en definitiva también es un ser humano. ¿Miró o no miró durante la maniobra? El video que pretende disculpar al presidente de los Estados Unidos muestra la poca sutileza de su par francés, Nicolas Sarkozy, que se echa hacia atrás y estira el cuello para impedir que la galantería de Obama obstaculice el deleite de seguir observando a la brasileña.
¡Es una nena! Mayara tiene 17 años –detalle incómodo para los presidentes mirones– y llegó a Roma como una de las colaboradoras junior de Luiz Inácio Lula da Silva. Nació en la favela Barro Vermelho, a unos 50 kilómetros del centro de Río de Janeiro. Ella lo ha descripto como un barrio “bueno para vivir pero no para estudiar, porque las escuelas quedan muy lejos”. Está acostumbrada a su violencia. Participó en la Plataforma de Centros Urbanos, un programa coordinado por Unicef para la divulgación de los derechos de los niños en las zonas pobres de Brasil. Esa organización la escogió para representar al país en una cumbre de jóvenes paralela a la del G-8. Estuvo reunida con otros 56 adolescentes de todo el mundo con los que discutió sobre seguridad, educación y desarrollo. Ninguno tuvo tanta repercusión como ella.
O Globo la entrevistó en su casa antes de la partida: “Es una sensación inexplicable. No pensé que podía pasar algo así. Sentía que luchaba en vano por los derechos no respetados”, aseguraba mientras armaba la valija bajo la atenta mirada de su padre, Eduardo Tavares, que participa junto a ella en la iniciativa de Unicef. El año pasado realizaron una encuesta en la zona que mostró la falta de acceso a espacios de esparcimiento y la deficiencia en los programas de educación sexual.
El jueves Eduardo recibió el llamado de su hija en su casa de Barro Vermelho: “Me llamó y me dijo que Lula me enviaba un abrazo y que le había presentado a Obama”. Ese instante también está registrado: el presidente brasileño tiene su mano entrelazada con la de la adolescente. Cuando se aproxima el estadounidense, la acerca hasta él tomándola del brazo. Obama al fin la conoce de frente. Unas horas después, el padre de Mayara reconoció la cola de su hija en esa foto que miles de sitios de Internet reproducían en los cinco continentes. Mientras el teléfono no paraba de sonar, la sorpresa dio paso al orgullo: “No sólo es hermosa, es educada, muy segura y comprometida con el trabajo, que es su sueño”, ponderó el padre. El interés del mundo no estaba precisamente en la habilidad como disertante de la nena y él supo rescatarla sin quitarle mérito a su belleza: “Es cierto que tiene éxito con los varones”, concedió antes de remarcar que su hija estaba allí para defender los derechos de su comunidad. “Quiero trabajar por las generaciones futuras. Espero poder ir a la universidad y estudiar Trabajo Social”, había dicho Mayara en su llegada a Italia.
Mayara Rodrigues Tavares no llevaba pancarta alguna y tampoco sospechaba que su figura la ayudaría a difundir su causa. Su simple vestido strapless y sencillas sandalias sin taco lograron eclipsar sin esfuerzo a Michelle Obama y Carla Bruni, la esposa de Sarkozy. Las primeras damas son íconos de moda y estilo y suelen captar la atención de miradas expertas que analizan sus vestuarios. Esta vez, pasaron completamente desapercibidas. Ayer, el nombre de la carioca arrojaba más de 43 mil resultados en Google.
En los Estados Unidos, la foto circuló rápidamente y levantó polémica. ¿Es condenable la mirada del presidente? Más allá de la edad de la adolescente –que suscita un problema adicional–, los norteamericanos no son benévolos con ciertos impulsos de sus líderes. Por su parte, los familiares de Mayara dijeron que, de cruzarse con Obama y Sarkozy, les darían “un tirón de orejas”.
domingo, 12 de julio de 2009
CUANDO LAS ABUELAS NOS DEJAN
Africana, mi bloguera preferida, ha insertado en su Cajón desastre una foto familiar en recuerdo de su abuela que acaba de fallecer. Me consta, que está desolada por la pérdida de ese ser tan querido. Y también sé por experiencia, que con ella se ha ido una parte muy importante del rescoldo de su infancia. Por eso, en la foto familiar que nos enseña ella era muy niña. Estoy segura de que tiene otras con su abuela mucho más recientes, pero el subconsciente la ha llevado a colgar precisamente esa. Y es que las abuelas dejan huella en la etapa más feliz del ser humano: en la infancia.
Cuando las abuelas empiezan a irse es señal inequívoca de que hemos empezado otra vida: aquella que ya depende exclusivamente de nosotros mismos. Africana hace poco que terminó su flamante carrera, menos aún que se ha casado y –supongo- que no pasará demasiado tiempo sin que lleguen los hijos. Y, cuando esto suceda, surgirán nuevas abuelas. Tal vez para dar paso a otra generación, se ha ido la abuela de Africana; todo debe de seguir ese orden establecido sin nuestra voluntad. Pero las abuelas deberían ser eternas. Por qué sino cuando uno recuerda su infancia, surge siempre la figura de aquella mujer vestida de negro que nos parecía tan viejecita –sin serlo demasiado- que siempre nos libraba del cachete, que a hurtadillas sacaba de su delantal un puñado de caramelos y que paraba el primer golpe ante nuestros padres. Tener una abuela en la infancia –y mejor las dos- es una gran suerte de la que ningún niño para ser plenamente feliz debería de carecer. Desgraciadamente no depende de nuestros deseos, la vida viene como viene. Y se va sin avisar. Lo que no puede arrebatarnos es ese recuerdo entrañable que quienes tuvimos la suerte de tener abuela guardamos en nuestro corazón. El de Africana está hoy triste. Pero, niña, hay que seguir. Antes de que te des cuenta serás madre, y después abuela. Vívelo todo con intensidad ahora que eres joven, no desaproveches ni un instante. Con el paso de los años te sentirás cansada y –pese a ello y si Dios lo quiere- también serás abuela. Y deberás de hacerlo tan bien como lo hizo quien ahora se fue; por eso no olvides ninguno de los instantes felices que pasaste junto a ella. Esa era, sin ninguna duda, su última voluntad.
Cuando las abuelas empiezan a irse es señal inequívoca de que hemos empezado otra vida: aquella que ya depende exclusivamente de nosotros mismos. Africana hace poco que terminó su flamante carrera, menos aún que se ha casado y –supongo- que no pasará demasiado tiempo sin que lleguen los hijos. Y, cuando esto suceda, surgirán nuevas abuelas. Tal vez para dar paso a otra generación, se ha ido la abuela de Africana; todo debe de seguir ese orden establecido sin nuestra voluntad. Pero las abuelas deberían ser eternas. Por qué sino cuando uno recuerda su infancia, surge siempre la figura de aquella mujer vestida de negro que nos parecía tan viejecita –sin serlo demasiado- que siempre nos libraba del cachete, que a hurtadillas sacaba de su delantal un puñado de caramelos y que paraba el primer golpe ante nuestros padres. Tener una abuela en la infancia –y mejor las dos- es una gran suerte de la que ningún niño para ser plenamente feliz debería de carecer. Desgraciadamente no depende de nuestros deseos, la vida viene como viene. Y se va sin avisar. Lo que no puede arrebatarnos es ese recuerdo entrañable que quienes tuvimos la suerte de tener abuela guardamos en nuestro corazón. El de Africana está hoy triste. Pero, niña, hay que seguir. Antes de que te des cuenta serás madre, y después abuela. Vívelo todo con intensidad ahora que eres joven, no desaproveches ni un instante. Con el paso de los años te sentirás cansada y –pese a ello y si Dios lo quiere- también serás abuela. Y deberás de hacerlo tan bien como lo hizo quien ahora se fue; por eso no olvides ninguno de los instantes felices que pasaste junto a ella. Esa era, sin ninguna duda, su última voluntad.
viernes, 10 de julio de 2009
QUIÉN ES LA CHICA QUE “DISTRAJO” A OBAMA
Es brasileña, tiene apenas 17 años y trabaja para Unicef. El presidente de los EEUU giró la cabeza al verla pasar en la cumbre del G-8.
La brasileña Mayara Rodrigues, que tiene apenas 17 años, es la joven que hizo girar la cabeza del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en la cumbre del G-8 que se desarrolla en Italia.
En un momento de distracción, el jefe de Estado fue fotografiado mirando a la joven, representante de Unicef, la fundación de Naciones Unidas para la infancia.
En una entrevista a O'Globo, Maraya Rodrigues dijo que esperaba ser elegida para representar a Brasil y a Unicef en una de las reuniones más importantes del mundo. Además de ella, otros tres adolescentes brasileños participarán del encuentro mundial.
La joven oriunda de Santa Cruz, Río de Janeiro, fue escogida para participar de la Plataforma de Centros Urbanos, una búsqueda realizada por Unicef sobre los derechos reales de niños y adolescentes en todo el mundo.
Maraya forma parte de un grupo que divulga los derechos de niños y adolescentes con el objetivo de garantizar una vida digna para jóvenes que viven en comunidades carenciadas. Su sueño es estudiar servicio social para ayudar no sólo a su comunidad, sino a todas las que viven en situaciones semejantes.
SARA ESTRENA MEDIO DE LOCOMOCIÓN
Sí, sí, como os lo cuento. Ni un Mercedes, ni un Audí, ni un sencillo utilitario: una silla de ruedas con motor. Hacía tiempo que no la veía tan contenta y nerviosa. Nerviosismo que compartimos durante la tarde que nos llevó elegirla. La odisea comenzó con el traslado a la tienda, porque Sara –no sé si ya os lo dije- pesa algo más de cien kilos. Afortunadamente todo fueron ayudas, y a media tarde estábamos las dos frente a una docena de sillas de ruedas, tratando de elegir la más adecuada y, a ser posible, que fuera también bonita. El primer problema, surgió al comprobar que no en todas podía sentar sus orondas posaderas. Lo que ya redujo bastante la elección. Cuando se percató de esta circunstancia, me miró de reojo, hizo un amago de sonrisa y me espetó con sorna: esta no me gusta, la prefiero de otro color, que me enseñen más. Primero hizo los cálculos a ojo, según la vendedora le iba pasando las sillas por delante. Luego, cuando ya se dio cuenta de que lo único que podía hacer era probar, me hizo agacharme y me susurró al oído: ¿Qué es, que estoy demasiado gorda? No pude reprimir la carcajada que, afortunadamente, encajó bien, nos reímos juntas. Esto, que ya sé, os parecerá una tontería, fue la cosa más importante que le pasó a Sara en muchos meses. Logró reírse de si misma, aceptar con buen humor el contratiempo que es para cualquier persona depender de una silla de ruedas. Encajado el pompis (así lo llama ella) en la silla adecuada, iniciamos el regreso ya en el vehículo adquirido. ¡Qué odisea! Odisea para mi, claro. Ella estaba feliz, creo que nunca la ciudad –que no veía más que desde el taxi cuando iba al médico- le pareció más hermosa. Nos paramos delante de los escaparates, de los edificios, de los niños jugando en el parque…Hicimos planes, muchos planes para futuras salidas: a ver la playa, a tomar chocolate con churros, a visitar a las amigas…
Y aquí estoy yo, sin poderme mover con un ataque de ciática. Ahora sé que las ciudades no están preparadas para las sillas de ruedas, que las aceras son demasiado altas, que no hay pasos adecuados; y que uno no se entera hasta que no lo sufre en sus propias carnes. Prometí sacarla de nuevo el domingo, así que espero que santa Aspirina cumpla su función sanadora, y que el tiempo colabore para cumplir mi promesa.
El sábado haremos una foto, la colocaré en el blog para que conozcáis a Sara.
Y aquí estoy yo, sin poderme mover con un ataque de ciática. Ahora sé que las ciudades no están preparadas para las sillas de ruedas, que las aceras son demasiado altas, que no hay pasos adecuados; y que uno no se entera hasta que no lo sufre en sus propias carnes. Prometí sacarla de nuevo el domingo, así que espero que santa Aspirina cumpla su función sanadora, y que el tiempo colabore para cumplir mi promesa.
El sábado haremos una foto, la colocaré en el blog para que conozcáis a Sara.
miércoles, 8 de julio de 2009
VICENTE FERRER, POR JOSÉ MARCELINO GARCÍA
Quiero decir lo que pienso y no atino, tal es mi indignación. Me he pasado un buen rato atónita ante el televisor viendo las imágenes del funeral del rey del pop. O sea, de Michael Jackson. Decididamente estoy convencida de pertenecer a otra galaxia. Hasta tal punto me ha impactado el “espectáculo” que no encuentro palabras para definirlo. Ni en sus mejore tiempos, este rey, obtuvo un éxito tan rotundo.
Estoy convencida de que la providencia de Dios es infinita. El texto que antecede lo he escrito ayer, y hoy al leer El Comercio me he encontrado con el artículo que sigue de José Marcelino García, es exactamente la respuesta a mi desazón de ayer.
VICENTE FERRER
D ESPUÉS de una vida plena y cumplida, hay muertes que llegan con un zurrón cargado de todo un mundo planetario, de un ecosistema, de un tiempo redondo y estelar. Hombres y mujeres que fueron multipropiedad de la humanidad.
Vicente Ferrer fue uno de esos hombres. Un ser humano que abdicó de todo aquello que muchos de nosotros (la mayoría) apretamos contra sí mismo. Todo eso que generalmente es oropel, vaciedad, envidia, mediocridad y ambición; es decir: basura
Ferrer adivinó pronto dónde estaba la razón verdadera de una vida entregada nupcialmente al destino de los olvidados, y también dónde estaban los caminos que conducen a ninguna parte. Entonces se quitó todos los vendajes que le fajaban el alma y el cuerpo y se fue a la India a luchar contra la cochambre. A la India donde están el hambre y los piojos. Fue desnudo de todos esos delirios de ética capitalista. Libre de una eclesialidad confortable, inquisidora y majadera muchas veces. Se fue con su cristiana y cristalina palidez. Con su estética de quijote magro y desmedido por los caminos de la injusticia y la pobreza. Ferrer, hombre extremo, recosido de pureza y alma de zahorí en busca del agua honda para hacer de los desiertos tierras de cereal que den vida y esperanza. Vicente, padre de corazón y de sangre de miles y miles de parias. Piedra sobre la que el Nazareno edifica su Iglesia de los pobres, de los enfermos y desheredados.
Y todos los ojos de la India, y todos los ojos del mundo, y todos los ojos de los ángeles y de las estrellas contemplando su muerte de grano limpio, maduro y agostado, enterrado bajo el limo de la India.
Limo húmedo y abonado con su cuerpo entregado por ellos para una nueva floración.
Todos los ojos, menos los de la Central neogótica del rabinato episcopal español, cada vez más perdido, cada vez más agonizante.
JOSÉ MARCELINO GARCÍA
Estoy convencida de que la providencia de Dios es infinita. El texto que antecede lo he escrito ayer, y hoy al leer El Comercio me he encontrado con el artículo que sigue de José Marcelino García, es exactamente la respuesta a mi desazón de ayer.
VICENTE FERRER
D ESPUÉS de una vida plena y cumplida, hay muertes que llegan con un zurrón cargado de todo un mundo planetario, de un ecosistema, de un tiempo redondo y estelar. Hombres y mujeres que fueron multipropiedad de la humanidad.
Vicente Ferrer fue uno de esos hombres. Un ser humano que abdicó de todo aquello que muchos de nosotros (la mayoría) apretamos contra sí mismo. Todo eso que generalmente es oropel, vaciedad, envidia, mediocridad y ambición; es decir: basura
Ferrer adivinó pronto dónde estaba la razón verdadera de una vida entregada nupcialmente al destino de los olvidados, y también dónde estaban los caminos que conducen a ninguna parte. Entonces se quitó todos los vendajes que le fajaban el alma y el cuerpo y se fue a la India a luchar contra la cochambre. A la India donde están el hambre y los piojos. Fue desnudo de todos esos delirios de ética capitalista. Libre de una eclesialidad confortable, inquisidora y majadera muchas veces. Se fue con su cristiana y cristalina palidez. Con su estética de quijote magro y desmedido por los caminos de la injusticia y la pobreza. Ferrer, hombre extremo, recosido de pureza y alma de zahorí en busca del agua honda para hacer de los desiertos tierras de cereal que den vida y esperanza. Vicente, padre de corazón y de sangre de miles y miles de parias. Piedra sobre la que el Nazareno edifica su Iglesia de los pobres, de los enfermos y desheredados.
Y todos los ojos de la India, y todos los ojos del mundo, y todos los ojos de los ángeles y de las estrellas contemplando su muerte de grano limpio, maduro y agostado, enterrado bajo el limo de la India.
Limo húmedo y abonado con su cuerpo entregado por ellos para una nueva floración.
Todos los ojos, menos los de la Central neogótica del rabinato episcopal español, cada vez más perdido, cada vez más agonizante.
JOSÉ MARCELINO GARCÍA
sábado, 4 de julio de 2009
NO SÉ QUÉ DECIRLE
Se llama Sara, tiene 88 años y hace cuatro perdió su libertad. Vive sentada en una silla. Se levanta muy pocas veces al día, y lo hace agarrada, con más voluntad que fuerza, a un taca taca. Los cinco escasos metros que separan la sala de estar de su habitación, pueden llevarle media mañana.
Siempre que la voy a ver, recuerdo el día que la llevé a la residencia. Para sacarla de su humilde casa, para convencerla de que debía abandonar aquellas cuatro paredes, le auguré toda suerte de beneficios: ya no estarás sola, te lo van a dar todo hecho, te iremos a ver muchas veces…Y ahora, cuando tengo fuerza para visitarla, veo en sus ojos una inmensa tristeza que me agita el alma. Durante los primeros meses me pidió volver a casa. Con alguien que me ayude será suficiente, me decía. En cada visita, me esgrimía una retahíla de convincentes razones para regresar. No era consciente de su inmovilidad, de que en su casa no había ascensor, de que no podía utilizar su bañera, ni hacer la comida, ni… No se daba cuenta que lo que me estaba pidiendo era un imposible. Pero entonces albergaba la esperanza del regreso. Poco a poco su mirada se fue entristeciendo, y los silencios fueron cada vez más largos. Ni ella tuvo ya argumentos, ni yo fuerza para convencerla de nada. Ahora, curiosamente, nos relacionamos sin apenas hablar: me mira, agacha la cabeza, y luego me pregunta: ¿Estáis todos bien? Pues bueno, eso es lo importe, añade. Y no sé qué decirle. Ya no soy su salvación: ya no tiene sitio para la esperanza. Y, sin embargo, lo único que hace es esperar. Esperar que den las diez para que la levanten, la una para comer, esperar que suene el timbre por si se trata de una visita… Esperar, sin esperanza. Y yo, sin saber qué decirle.
¡Inmensa tristeza, Sara! Lo sé.
Siempre que la voy a ver, recuerdo el día que la llevé a la residencia. Para sacarla de su humilde casa, para convencerla de que debía abandonar aquellas cuatro paredes, le auguré toda suerte de beneficios: ya no estarás sola, te lo van a dar todo hecho, te iremos a ver muchas veces…Y ahora, cuando tengo fuerza para visitarla, veo en sus ojos una inmensa tristeza que me agita el alma. Durante los primeros meses me pidió volver a casa. Con alguien que me ayude será suficiente, me decía. En cada visita, me esgrimía una retahíla de convincentes razones para regresar. No era consciente de su inmovilidad, de que en su casa no había ascensor, de que no podía utilizar su bañera, ni hacer la comida, ni… No se daba cuenta que lo que me estaba pidiendo era un imposible. Pero entonces albergaba la esperanza del regreso. Poco a poco su mirada se fue entristeciendo, y los silencios fueron cada vez más largos. Ni ella tuvo ya argumentos, ni yo fuerza para convencerla de nada. Ahora, curiosamente, nos relacionamos sin apenas hablar: me mira, agacha la cabeza, y luego me pregunta: ¿Estáis todos bien? Pues bueno, eso es lo importe, añade. Y no sé qué decirle. Ya no soy su salvación: ya no tiene sitio para la esperanza. Y, sin embargo, lo único que hace es esperar. Esperar que den las diez para que la levanten, la una para comer, esperar que suene el timbre por si se trata de una visita… Esperar, sin esperanza. Y yo, sin saber qué decirle.
¡Inmensa tristeza, Sara! Lo sé.
viernes, 3 de julio de 2009
UN COMENTARIO ANÓNIMO QUE MERECE LA PENA LEER
El comentario que sigue no tiene despedicio, dice mucho más que el texto que lo originó, y que ahora desplazo a segundo lugar en aras a airear tantas verdades como expresa. Gracias a su autor/a, me siento identificada con su pensamiento.
Sí, ha muerto un hombre que no era feliz. Uno más. Muchos mueren sin ser felices, sin haber tenido la infancia a la que todo niño tiene derecho. Muchos mueren conociendo sólo la esclavitud. A unos los explotan las familias y las empresas de discos o cine, y a otros los ejércitos en África o las empresas transnacionales que explotan los recursos de sus países, como coltan, diamantes, cobre... todo eso que nosotros consumimos sin pensar que detrás hay sangre, muerte y dolor. Otros y otras son hechos esclavos sexuales, o simplemente rebuscan en las basuras o son empleados en fábricas donde trabajan de manera inhumana, o pican piedra ayudados con un martillo que pesa más que ellos. A otros los secuestran los traficantes de órganos...Infancia, una palabra que debería ser un referente vital para todo ser humano y a veces, por uno u otro motivo, todos igual de injustos, se convierten en un calvario que sólo los conducirá a la crucifixión.¿No los crucificamos todos un poco?