(Segunda parte)
En el artículo anterior de Temas gallegos escribí que había encontrado en el fondo de la biblioteca, también armario, un libro con ese mismo título, del autor Luis Moure-Mariño, y recordé haberlo comprado en la Librería de don David Fojo, allá creo, por el año 1978. Quería el artículo dedicarse al primer Capítulo de aquel libro, titulado Los judíos gallegos, y se concluía con la disyuntiva idea de Borges, de que todos, gallegos y no gallegos, o somos hebreos como Cristo, o somos griegos como Ulises.
Según opinión de los lectores, que son los que aquí mandan y pagan -a diferencia de los políticos que son los que mandan para cobrar- lo más importante del artículo, lo que levantó eso que se llama “pasiones”, fue el recuerdo del “cura–reloxeiro de Ladrido”, del que también, por cierto, me habló don David Fojo Salgueiro, en aquellos tiempos.
Ahora añado que, visitando una vez un palaciego-PAZO, situado cerca de Santa Marta de Ortigueira, al fondo de un largo y encerado corredor, con buganvillas trepando por la fachada como ladrones, un reloj de péndulo, con latidos de “tic” y “tac”, hizo sonar las horas, diciéndome el dueño de la casona o pazo que tal reloj, con esfera y caja, era de la factoría del cura de Ladrido (parroquia cercana de Santa Marta), y –añadió- que en noches de tormenta, para miedo, las mismas ánimas del cura danzaban en el interior del reloj.
La verdad es que no hice mucho caso de tanto prodigio, del reloj, pensando que eran fantasmadas propias de los fantasmas con los que vivía el propietario del pazo, que acariciaba a unos “micifús”, especie de gatos castrados de color negro, que parecían embrujados.
Doña María del Carmen Fojo Bouza, directora de La Voz de Ortigueira, me hizo llegar un librito u opúsculo de un tal Anxel M. Rosende, sobre “Francisco Xavier Méndez Neira, cura reloxeiro de Ladrido” (1744-1803), de 47 páginas, con portada y contraportada de color verde, figurando de la página 13 al final un llamado “apéndice gráfico”. De tal cura, reloxeiro, se escribe: “Era un alarife excepcional, e tiña organizada las cousas de tal xeito que podia facer moitos reloxios e ben”.
Respecto a la labor pastoral del descendiente apostólico, se dice en el libritoo simplemente: “Foi rexedor durante vintecinco anos de súa vida de una pequena parroquia ortegana”. Parece ser –eso no se dice en el libro- que se desplazaba en una burra gris, con rabo del mismo color, a Céltigos, lugar de muchos celtas, a dar extremas unciones, y que su Iglesia, la de Santa Eulalia se llenaba de devotas de Ladrido y de El Valeo, tocadas con mantilla, para rezar rosarios y escuchar sermones, después de recoger berberechos en la ria y cocerlos empanados.
Y fue un cura “encastrado” en una diócesis, la de Mondoñedo, de obispos milagrosos y creyentes todos en Dios, así San Gonzalo, que, según Cunqueiro, a petición de sus diocesanos, cada Ave María que rezaba, nave enemiga o normanda que se hundía. De los Obispos de Mondoñedo confieso que el que más me interesó fue don Antonio de Guevara, predicador, santo y jeta, siendo lo más destacado de la creación guevariana, escrita en prosa, el llamado “Arte de Marear”.
Doña P. A .G., que me escribió y dijo vivir, abaixo, en el Cantón de Santa Marta, me aseguró que, según ella, el cura Francisco Xavier, por ser relojero y de mucha precisión, era hombre científico, de las ciencias positivas, luego muy alejado de esas “cosas” de milagrería y de fascinación sobre lo del más allá y purgatorios, propio de la Santa Compaña. Discrepa y cree que no, que el cura-reloxeiro no participa en las reales procesiones de la Santa Compaña, por la playa de Ladrido o por el interior del valle de Couzadoiro. ¿Y yo qué sé, estimada señora? –respondo-. No obstante, precisaría a doña P.A.G que parece indiscutible que el relojero también era cura, luego también dado, por profesión y procesión, a milagrerías y creencias en el más allá. ¿No es así?
Chocante es, ciertamente, que un hombre –sacerdote- tan dedicado a la vida eterna, que es atemporal o eterna , se dedicare en sus ratos y raterías de ocio -los no ocupados por los negocios sacros- precisamente a medir los tiempos, que eso es el trabajo de relojería. ¿No creería, acaso, en Dios ni en la vida eterna, en cielos e infiernos para siempre? ¿La relojería sería tal vez arte diabólica?
Si fuera hoy, el cura-reloxeiro de tiempos del Ilustrado Carlos III, Méndez Neira, sin duda ilustrado y de muchas “Luces”, tendría mucho éxito, pues no pararía de conferenciar sobre eso tan actual que se llama “la gestión del tiempo”. Si pudiera, al que fue párroco de Ladrido, yo pediría que me explicase qué es lo verdadero: si el tiempo pasa muy rápido como dicen los comprimidos o lentamente como aseguran los deprimidos.
Continuaremos, y volveremos a los judíos gallegos, de la pluma de Digo Moldes, a la morriña de Moure-Mariño, y entraremos en lo de los moriscos gallegos, apellídense como se apelliden, incluso Ricote, en grafía de Cervantes.
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